Comunicación e industria digital. Группа авторов

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años en el contexto de nuestra habilidad para reconocer formas naturales. Los escribas utilizaron estas correspondencias para diseñar sistemas de escritura que pudieran reorganizar circuitos neuronales preexistentes. A lo largo de milenios tuvo lugar un poderoso proceso de selección que permitió la aparición de sistemas de notación cada vez más eficientes adecuados al funcionamiento cerebral. El neocortex no evolucionó por lo tanto para escribir, sino que la escritura evolucionó para adecuarla a las demandas y posibilidades del neocortex.

      Así las cosas, no debería sorprendernos ver emerger nuevas evoluciones notacionales y de formatos, navegaciones, escorzos y propuestas enderezadas a una coevolución cada vez más intensa entre weblectoescritura y evolución cerebral. Pero esta eventualidad no tiene nada que ver con las conclusiones facilistas de que Internet sería el medio adecuado para matar el recableado cerebral propuesto por la imprenta, y correlativamente de nuestra capacidad crítica de resistir a los cantos de sirena propuestos por los usos más ingenuos, superficiales y filoespectaculares que serían la estopa profunda de la que estaría hecha la web.5

       Hiperlecturas

      La hiperlectura, que incluye el escaneado, el «picoteo», la fragmentación y la yuxtaposición de textos, es una respuesta adaptativa a la proliferación de un entorno intensivo en información, que busca dirigir la atención en información a lo ipso facto relevante, de modo tal que lo leído es tan solo una parte minúscula de lo disponible en la pantalla.

      La hiperlectura viene acompañada de la hiperatención, una modalidad cognitiva con baja tolerancia hacia el aburrimiento, que presta atención en paralelo a distintos flujos informacionales y prefiere un alto nivel de estimulación. La lectura profunda (o cercana) va de consuno con una atención profunda, con el modo de conocimiento típico de las humanidades con su énfasis en una fuente de información única, que focaliza la atención en un solo objeto cultural durante largo tiempo, y que tiene una tolerancia infinita para con el aburrimiento.

      Es hora, pues, de que admitamos la coexistencia de fortalezas y limitantes en cada modo cognitivo, la existencia de pedagogías diferenciales (algo que ni la escuela ni mucho menos la universidad tienden a aceptar por ahora) y la obligatoriedad de tender puentes entre estas estrategias disímiles y muchas veces contradictorias.

      Dado que la investigación y la enseñanza en las humanidades suponen un problema (o desafío) de diseño (una vez que nos desembarazamos de una epistemología de los contenidos y pasamos a una epistemología de los problemas y los proyectos), habrá que observar en especial las dinámicas de la atención como un factor limitador para todo proyecto imaginable en un mundo hipercargado de datos e información.

       Máquinas inteligentes de lectoescritura

      Si a la hiperlectura le sumamos la capacidad diseñada de algunas máquinas que pueden leer por sí mismas, habrá que reconceptualizar nuestra idea del objeto de análisis, a los que dejaremos de entrever como entidades estáticas y empezaremos a tratar como ensamblajes mutantes. Los objetos devienen así en individuos técnicos embebidos en redes de relaciones sociales, económicas y tecnológicas, algunas de las cuales son humanas y otras no.6

      Tanto la materialidad como los propios objetos no son datos a priori sino procesos dinámicos que cambian a medida que se altera el punto de vista: las prácticas sociales producen espacios sociales.

      Si hay algo ajeno a la investigación humanística es el trabajo basado en la práctica prototípica de la ciencia. Hacer algo (gestar un producto que conlleva muchísimas horas de trabajo manual) tiene numerosas implicancias que van más allá de hacer cosas con palabras. La práctica como habilidad encarnada está sumamente vinculada con la conceptualización.

      La forma como está cambiando la investigación, la inclusión de la programación como una práctica lingüística necesaria y los proyectos web de alto alcance de las humanidades,7 están mostrando de qué manera el comercio masivo con las tecnologías digitales está afectando de cabo a rabo los presupuestos y prejuicios de los académicos, incluyendo su definición profesional y su visión del futuro de su profesión.

       Trabajos de campo y las manos en la masa

      Más allá de las generalidades y de los lugares comunes, cuando nos ensimismamos en las intricadas relaciones entre análisis maquinal y lectura humana emergen prácticas de lectura inéditas y de enorme interés para la refundación de los estudios humanistas, pero sobre todo para la arquitectura institucional asociada a la universidad, que ha vivido indisolublemente ligada a la imprenta durante cinco siglos.

      Sin embargo, no todo lo que reluce en este terreno es oro. También hay una inflación de promesas y de reiteraciones poco felices al tratar a las digital humanities como una panacea. Porque una cosa es plantear a las humanidades digitales como horizonte epistemológico (McCarty 2005) y otra muy distinta es creer en el poder mágico de los algoritmos.

      Artículos recientes como los de Stephen Marche (2012) y las siempre insistentes pullas de Nicholas Carr (2013) llevan a que nos tomemos las cosas con más calma, a que los análisis sean más mesurados, a que no creamos que las digital humanities son un genio salido de la botella dispuesto a ir por todo… y conseguirlo sin más.

      Disputas intensas como las que han tenido lugar a principios del 2013 entre Steven Johnson y Evgeny Morozov (Sasaki 2013) acerca de los nuevos poderes (si es que los hay) de la web en cuanto a fuente de conocimiento y de sentido y muy particularmente las endechas de Brooks (2013) en contra de la sustitución de la narrativa a manos de los datos con sagaces críticas.

      Y aun así se trata de un territorio lleno de desafíos y propuestas que examinaremos con detenimiento y expectativas a lo largo de todo el año 2013, especialmente en la materia de procesamiento de Datos en la Universidad Nacional de Buenos Aires. Los tendremos al tanto.

       Bibliografía

      Balsamo, Anne (2011). Designing culture: The technological imagination at work. Durham, CN: Duke University Press.

      Bartsherer, Thomas y Coover Roderick (eds.) (2011). Switching codes. Thinking through digital technology in the humanities and the arts. Chicago: University of Chicago Press.

      Berry, David (enero del 2011). «Digital humanities: First, second and third wave». Stun Law: A Critical Review of Politics, Arts and Technology 14. <http://stunlaw.blogspot.com/2011/01/digital-humanities-first-second-and.html>.

      Boyd, Danah y Kate Crawford (2012). «Critical questions for big data». Information, Communication & Society. DOI:10.1080/1369118X.

      Brantley, Jessica y Jessica Pressman (2010). Medieval manuscripts to New Media. New Haven: Yale University. <http://engl449spring201001archive.commons.yale.edu/>.

      Brockman, John (2011). Is the Internet changing the way you think?: The net’s impact on our minds and future. Nueva York: Harper Perennial1.

      Brockman, John (ed.) (1996). La tercera cultura. Más allá de la revolución científica. Barcelona: Tusquets.

      Brooks, David (18 de febrero del 2013). «What data can’t do».

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