Lituma en los Andes y la ética kantiana. Fermín Cebrecos

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Lituma en los Andes y la ética kantiana - Fermín Cebrecos

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primer propósito quedan aún rezagos visibles, pero la obra fue adquiriendo complejidad en relación directamente proporcional al aumento de su extensión. Había, en efecto, ciertos temas que, presentados en forma escueta, demandaban un mayor desarrollo conceptual, y otros que, debido a sus disímiles interpretaciones, pedían ser apuntalados mediante el recurso a una bibliografía secundaria que no había sido consultada en la redacción original. De cara a su publicación, habrá que confiar en que dichos procedimientos abran el acceso a lectores no especializados en filosofía.

      Su contenido puede ser utilizado para objetivos e intereses diversos. Los que, por su vocación política, deseen descubrir una heurística para evitar enfrentamientos fratricidas y conflictos sociales en el Perú, así como los interesados en la erradicación de la violencia, en la instauración de una cultura de paz y –expresado más abstractamente– en la administración de la racionalidad para el logro de la convivencia, podrán encontrar en estas páginas un acicate tanto para la reflexión como para la acción. Entre sus eventuales lectores, cabría contar también a profesores y alumnos de educación superior que, lejanos ya en el tiempo del cúmulo de cadáveres que dejó en nuestra Patria la violencia senderista, quieran ejercitarse en comparar, de cara al futuro –y, tal vez, como ejecutores, ellos mismos, de una política partidaria–, la diferencia que puede mediar entre el predominio de la racionalidad y el imperio de la violencia. Desde esta perspectiva, los beneficiarios de la obra podrían ser tan múltiples como las intenciones que han animado a su autor, luego de casi veinte años de espera, a emprender su redacción final.

      Enmendando un poco la plana a José Ortega y Gasset, se ha tratado aquí de que la claridad no sea una cortesía, sino un deber del filósofo (o, en este caso, del profesor de Filosofía), pero sin desatender, de un lado, las dificultades inherentes al texto kantiano y, de otro, las que se originan en su aplicación a un determinado entorno histórico. Claridad no es sinónimo de superficialidad, ni de lo que en el mundo anglosajón se conoce como “cultura de la ceja alicaída” (lowbrow culture), dándose por entendido, en ella, que lo difícil ha de convertirse en fácil para acceder a un mayor número de usufructuarios1. Jean Marie Auzias (1970) escribió: “Ser claro consiste en dar un contenido complejo a lo que es, de suyo, complejo” (p. 10); y es dicha convicción la que se convertirá en guía intencionada del presente trabajo. Puesto que sería desproporcionado afirmar que dicho criterio sea sinónimo de verdad, no estaría de más añadir, acorde con una tesis fundamental de El gobierno de las emociones (2011), de Victoria Camps, que “la verdad nunca es transparente, clara, ni fácil de transmitir”, máxime cuando, en su contradictoria multiplicidad, necesita expresarse por medio del lenguaje.

      Los módulos de las partes 2 y 3 fueron concebidos de manera correlativa: a) exposición de un tema de la obra de Kant Fundamentación de la metafísica de las costumbres (1785) (en adelante: FMC)2; b) encaramiento contrario del tema en un episodio de la novela Lituma en los Andes (1993) (en adelante: LA); y c) finalmente, un balance comparativo entre ambos textos. Esta fue la metodología practicada en las clases impartidas durante varios ciclos de verano en la Universidad de Lima.

      Aquí, sin embargo, el horizonte se ha hecho más amplio. Luego de fundamentar, en una introducción tan larga como necesaria, que Mario Vargas Llosa (en adelante: MVLl) no puede ser entendido, en su ideario y en su creación literaria, sino como vástago de la Ilustración, pero que su filiación ilustrada se hace cargo también de los ajustes y óbices que, en los últimos doscientos años, se le han emplazado al ideal de una razón que se autoproclamó como único tribunal para dirimir todo el pensar y el hacer humanos, se acometerá la tarea de exponer el planteamiento medular de la ética kantiana en FMC. Se procederá después a la presentación de determinados episodios, estratégicamente seleccionados, de LA, empleándose una suerte de redacción paralela, aunque, eso sí, fiel a su contenido originario y corroborada, en ocasiones, por citas literales del autor. En esta segunda parte del trabajo hay coincidencia con lo que se hizo en el dictado de clases, puesto que se pretendía que los alumnos recrearan un texto literario y mejorasen, de este modo, su propia expresión escrita, déficit que, como se sabe, no es tan fácil de subsanar en la enseñanza superior. Algunas de las redacciones, con la introducción de ciertos retoques estilísticos, han sido incorporadas a esta obra.

      Ahora bien, más que poner énfasis en aspectos formales, interesaba, tanto entonces como ahora, identificar en LA el punto de encuentro antitético con la ética kantiana, para así, mediante esta via negationis, comprender mejor ambos contenidos. Es por esta causa que, en medio de la presentación descriptiva, cada episodio elegido de la novela va acompañado de una vinculación conceptual, siempre antagónica y a veces poco unitaria, con aspectos de la FMC que le son aplicables.

      El tramo 5 de la obra constituye, por su importancia, lo que en alemán se llama la “parte del león” (Löwenanteil), y en él se ofrecerá, en extensión conceptual exigida por lo que le antecede, un doble y antagónico ideario ético-político: el de MVLl y el de Sendero Luminoso (en adelante: SL), contemplados de cara al pasado y de cara al futuro. La materia comparativa de ambos idearios, extraída siempre de su cotejo con la ética kantiana, dotará a este trabajo de la necesaria sistematicidad, pero tenderá también a promover el debate y abrir horizontes nuevos a la temática tratada, estimulando así las posibilidades de completar críticamente su contenido. Algunos de sus pasajes se encuentran vinculados, en su origen, a aspectos éticos estudiados en el curso de Epistemología de la Educación, dictado por el autor durante los últimos quince años, en determinados fines de semana, a alumnos de posgrado en Lima, Chimbote, Trujillo y Piura. Las hipótesis generales en las que se ha sustentado su trama teórica no son sino planteamientos a posibles soluciones tentativas en una materia que, como se sabe, no admite con facilidad referentes empíricos. No se trata, entonces, de hipótesis estadísticas, sino, más bien, de guías metodológicas que habrían de otorgar, en su cumplimiento, la sistematicidad requerida por un trabajo teórico tan predispuesto a las digresiones y a la concomitancia de temas. Pese a lo sospechoso que se ha vuelto el discurso académico o demostrativo, se ha intentado establecer relaciones (a ser posible, causales) entre las numerosas variables que pueblan la temática estudiada.

      Si bien, tal como ya se ha dicho, la finalidad principal de las lecciones orales impartidas en la Universidad de Lima fue la de comprender mejor la ética de Kant, esta obra pretende lograr un triple objetivo. En efecto, además de la explicación del formalismo moral kantiano, se abordará también, por contraposición, en qué consistió la filosofía social de SL y –como hilo conductor y, al mismo tiempo, deducible de todo lo anterior– cuál es la ética política que defiende y proclama MVLl. Esto último se halla en conexión con un antiguo proyecto (al parecer, incumplible) del autor: investigar en la obra –tanto novelística, como ensayística y periodística– de MVLl su relación con la filosofía, es decir, su teoría del conocimiento y su posición frente a los problemas de Dios, el hombre y el mundo, así como también algunas de las llamadas “filosofías del genitivo” (filosofía de la historia, filosofía de la religión, filosofía del arte), que él, tal vez sin intención académica ni propósito sistemático, defiende. Como puede verse, se trataba de un proyecto excesivamente ambicioso, igual al que presidía el objetivo final de su realización: un homenaje de agradecimiento al Perú, país donde nació mi padre, están enterrados mis bisabuelos, me he criado desde mi niñez y en el cual viven también muchos de mis familiares.

      Puede parecer en extremo artificioso acomodar un texto kantiano a una realidad tan, a primera vista, distinta y distante de él, pero valió la pena intentarlo por, cuando menos, dos razones: por la convicción de que la filosofía de Kant, al situarse, en muchos aspectos, más allá de las coordenadas espacio-temporales, ha de ser adjetivada de “clásica” (es decir, sigue estando “viva”, como lo están los ideales de la Ilustración, de escasos recorrido y materialización aún en el Perú); y porque la concepción ética que se deduce de la ideología y de la praxis de SL se presta, como antítesis esclarecedora, para comprender mejor las posibilidades y límites de la aplicación del formalismo moral kantiano a un país como el nuestro, tan necesitado de racionalidad

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