Las miradas múltiples. Emilio Bustamante
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¿Desarrollas la pintura paralelamente al cine y las artes marciales?
La pintura es parte de mi vida. Yo creo que aunque tenga ochenta años, si Dios quiere, voy a pintar. No dejo de pintar. Me doy un tiempo para hacerlo. A veces me piden algunos cuadros y pinto temas que le interesa a un grupo o a personas particulares. Yo no tengo una línea. No soy surrealista o solamente impresionista o de estilo andino, sino que me enfoco en la necesidad de los demás. Trato de hacer algo más comercial, algo que englobe toda la pintura. Hago abstractos, fotografía, paisaje. Hago de todo.
¿Y en cine, cuáles han sido tus influencias?
Mis influencias más que todo vienen de Hollywood. Yo he crecido viendo películas de China y norteamericanas, como las de Bruce Lee, Chuck Norris, que son más de artes marciales, de acción. El templo de Shaolin, algunas películas de Raymond Chow, David Carradine, Jackie Chan, Van Damme. Películas de ese corte, que me han influenciado bastante, porque viendo esas películas también practicaba artes marciales. Pero luego me fui integrando con otras películas, como El Señor de los Anillos. Veía la parte de los efectos especiales, porque las películas de Bruce Lee no tenían efectos digitales. Y bueno, voy viendo todo, diferentes géneros, hasta el terror, Drácula de Bram Stoker, por ejemplo.
¿En qué te gustaría capacitarte o especializarte?
Dirección y guion. Pienso que tengo un don para escribir. Cuando se me vienen las ideas, lo hago lo mejor que puedo. En el 2002 escribí un libro y lo registré en el 2004. Es un libro excelente. He puesto en prueba a diez personas, se los he regalado, y nueve me dijeron que estaba muy bien logrado. Entonces, allí he evaluado que sí puedo escribir.
¿Es una novela?
No es novela. Trata sobre los chankas y es un libro de automotivación. Ellos tienen sus principios, sus valores ancestrales. Me gusta ese tipo de libro. Por ejemplo, yo alabo bastante al El delfín de Sergio Bambarén, con el que se logró la película animada en 3D. Necesitamos ese tipo de historias acá en el Perú. O sea, ya estamos cansados de ver lo mismo. Hacemos ver lo mismo que nunca vamos a poder olvidar. Imagínate que vienen personas de Ayacucho, Huancavelica, Apurímac, que han vivido hace veinte años el terrorismo, la violencia subversiva. Cogemos un tema y lo traemos de veinte años atrás al presente y decimos vamos al cine a ver una película, llamémosla Para nunca más volver al terrorismo. ¿Y qué pasa? Llevamos a las mismas personas que han sufrido en ese tiempo la violencia, ¿y cómo se van a sentir esas personas al ver eso? Van a traer todo el trauma al presente, y van a seguir viviendo con eso. Lo que estábamos olvidando, lo vamos a mostrar nuevamente. Nosotros nos hacemos daño, es algo psicológico. Yo creo que hay que tratar de hacer un cine variado. O sea, no está mal que se haga eso, pero es malo que se haga en cantidades. Todo el mundo se enfoca en hacer cosas que no aportan nada. No avanzamos. Hay que hacer un género que sea de autorrealización, donde se cuenten historias sencillas. La gente quiere eso. Quiere el ejemplo de un héroe. Y que el Perú se diferencie de otras naciones por hacer un tipo de cine de automotivación y autorrealización personal. Tenemos historias, leyendas. Tenemos todo para impresionar al mundo con eso.
Antes de hacer El último guerrero chanka, has hecho otros audiovisuales. Hablemos un poco sobre esos trabajos.
Bueno, en un principio yo me enfoqué más en documentales. Hice algunos documentales, por ejemplo Antawuayllasmantapacha, en español Desde Andahuaylas. Todo lo que tenía Andahuaylas, sus riquezas ancestrales, culturales, turísticas, paisajísticas. Hice un recorrido por lugares que no se habían explorado antes. Con el equipo de XZ Films empezamos a grabar lugares inéditos, caminando muchos días, y estrenamos el documental en Andahuaylas. Fue el año 2007. Llegamos aquí a Lima a hacer una presentación en un evento cultural de San Borja. Ese mismo año nació otra idea de hacer un recorrido de diez días caminando desde Andahuaylas hasta Choquequirao, que está a 3008 metros sobre el nivel del mar. Ese se llama De Andahuaylas a la cuna de oro Choquequirao. De allí hice otro, que es sobre el carnaval originario de los Andes, el puklla, se llama El carnaval autóctono del Perú.
También hice cortometrajes, por ejemplo, Cholinator, una versión de Terminator, pero a lo andino, con efectos especiales. El personaje desciende con un cascarón del espacio, desnudo, y va a quitarle su ropa a la gente, pero no en un bar, sino en el campo, a un grupo de alumnos que habían ido de paseo. También hice un cortometraje de artes marciales, La amenaza, mezclado con terror. La idea era practicar un poco para lo que se venía, El último guerrero chanka.
¿Cómo costeaste la producción de El último guerrero chanka?
Bueno, lo que hice fue tocar puertas a muchas empresas de Andahuaylas. Unas personas me sugirieron venir a Lima a pedir ayuda a los andahuaylinos que tienen empresas aquí. Lo hice, pero me he decepcionado en esa búsqueda de apoyo. Conseguí cien soles por allí. De tanto tocar puertas, algunos me apoyaron con diez soles, quince soles. Una empresa de transporte me dio veinte soles. Fue una frustración, porque, imagínate, ¿con cien soles qué iba a hacer? Algunos me ayudaron con una cinta de embalaje, con un balde de pintura, una brocha, para hacer la escenografía, decorar. Tocamos puertas a la Municipalidad, al Gobierno Regional. Fuimos muchas veces hasta Abancay para que nos salga siquiera un apoyo de quinientos soles para el combustible; nos prometieron, pero nunca llegó ni un sol. El expresidente del Gobierno Regional también nos prometió, pero al final nunca nos dio ni un solo sol.
Que esta experiencia les valga a muchos que están empezando. Si no hay un apoyo de las instituciones privadas o estatales, tienen que buscar sus propios recursos. Así, nosotros empezamos en el 2007 buscando nuestros propios recursos; cuando la productora estuvo constituida comenzamos a grabar eventos de todo tipo durante dos años. Grabábamos entierros, bautizos, velorios, wasi wasi, nada se nos escapaba. En Andahuaylas hay fiestas tradicionales casi todo el año. Desde Navidad hasta el 28 de enero, más o menos, es pura fiesta. Y cuando ya tienes experiencia y contactos, la gente va llamando.
Con eso empezamos a recaudar, sin darnos cuenta, ochenta mil soles. No éramos muchos, pero se sumaba, y fue así como recaudamos el dinero, y con eso empezamos a comprar una cámara para el rodaje de la película. Incluso para la isla de edición nos sirvió ese dinero. Se sumó todo hasta el proceso final. Y de allí para adelante recién cuando llegamos a Lima buscamos los apoyos, porque ya no teníamos más dinero.
¿Cuántas personas estuvieron en la producción?
Netamente en la película fuimos ocho personas. A veces se sumaban hasta doce. En el peor de los casos cuatro, porque había que caminar lejos y no todos podían ir. Teníamos que hacer muchas cosas a la vez. Nos amoldábamos, teníamos que adaptar nuestro tiempo y los personajes a los tiempos de los actores y el equipo técnico.
La parte en sepia, en la que parece que hay mucha producción, mucha gente, ¿cómo la hicieron?
Eso lo hemos grabado con una cámara 3CCD en el 2007. Teníamos una cámara que trajo una amiga de Francia. Empezamos a trabajar con esa cámara.
Queríamos hacer [una película sobre] la guerra de los chankas con los incas. Iban a ser más años, más preparación y más presupuesto. Hemos empezado a grabar creyendo que íbamos a tener todo el apoyo de