Las miradas múltiples. Emilio Bustamante
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¿Quién manejó la cámara?
Yo. No tenía el conocimiento técnico del manejo, pero no me fue difícil. Lo importante era tener claros los planos, los encuadres, y yo sabía lo que quería. Había visto seis o siete veces la película en mi cabeza. Además, hice un desglose del guion y tenía un guion técnico.
¿Y el sonido?
El papá de Juan Ojeda tenía un boom.
¿Y la música? Hay un leitmotiv que acompaña las apariciones de Mónica.
Ese es un arreglo de una canción del grupo t.A.T.u. que se llama 30 minutos. José Linares Bezold lo hizo, e hizo seis o siete melodías más que utilizo en Mónica. Yo escribí la letra del yaraví del final, y tenía una idea de la melodía; con eso le pedí al grupo Alma América que lo hiciera.
¿Y la dirección artística? La elección de los escenarios es bien importante porque creas una Arequipa casi de ensueño.
Yo la hice.
¿Pensaste en vender la ciudad al público?
El cine debe basarse en el tema, pero con la puesta en escena le das a la película un valor agregado que es la atmósfera. En Mónica esa atmósfera puede contribuir al turismo. Por mi trabajo publicitario he realizado guías turísticas de Puno y Arequipa. También hice un libro sobre comida regional de Arequipa, Puno, Cusco, Moquegua y Tacna. Es decir que mi dedicación a la publicidad me permitió plantear la película como un producto que vendo a los posibles clientes que son el público. Yo creo que se puede hacer una película que sea a la vez comercial y artística.
¿Cómo elegiste a los protagonistas?
Primero hice un casting al que se presentaron seiscientas personas. Entre ellas escogí algunos personajes secundarios. Un amigo me presentó a Jován Pastor, que había actuado en cortos y en la telenovela Canela, que se hizo aquí en Arequipa. Me pareció adecuado. A Rosalía, la actriz que interpreta a Mónica, la encontré en una elección de reinas de carnavales. Yo quería una chica etérea, estilizada, nada voluptuosa. Cuando la vi la estaban entrevistando y ella decía que estudiaba teatro en Argentina. “Ella es”, dije. Después le hablé y aceptó venir para hacer una prueba al día siguiente. Creo que hacía bonita pareja con Jován.
Ellos tenían experiencia actoral, pero tú no tenías experiencia en la dirección de actores, ¿cómo los dirigiste?
Les decía de dónde a dónde tenían que moverse, qué cara poner, cuándo reír, llorar, saltar.
Los trataste como muñecos de dibujo animado.
Exactamente.
¿Cuánto duró el rodaje?
Un año. Cuando nos quitaron la cámara de la universidad fuimos a TV Perú y hablé con el gerente, Enrique Mendoza del Solar, un señor que se identificó con mi deseo de hacer un largometraje. Tenía sus cámaras antiguas en exhibición. Me escuchó, llamó a su asistente y le dijo: “Dale una cámara”. Listo. Con esa cámara seguimos hasta el final. En las últimas escenas estábamos únicamente el actor, la actriz y yo. Todos los demás habían tirado la toalla. Yo les pagaba su taxi para que se vayan a su casa y luego me iba en micro con el trípode, la cámara, mis tachos de luces. Un chiste.
¿Tienes un cálculo aproximado del costo total de la producción?
Unos cuarenta mil, cincuenta mil soles, más o menos; valorizando todo, mi trabajo y el de los demás.
¿Tu familia no se opuso a que emplees tanto tiempo y dinero en un proyecto que no sabías si te iba a rendir?
Supongo que sí porque me botaron de la casa, literalmente. Terminé viviendo en un hotel, durmiendo en un colchón en el piso.
Fue una experiencia extrema.
Pero valió la pena porque cambió mi vida, cambió mi percepción de las cosas. Ahora creo que con esfuerzo puedes lograr lo que quieras.
¿Cómo fue la edición?
La hizo Juan Ojeda. Él tenía todo lo filmado en su computadora. Cuando hice las últimas tomas, le dije para comenzar a editar y él aceptó, pero luego se desapareció como seis días. Ya faltaba poco para el estreno. Todo estaba listo. Las entradas, el Teatro Municipal, la campaña publicitaria, Layconsa me regaló mil afiches… y faltando dos días, Juan aparece y me dice: “Aquí está tu película”. “Pero ¿cómo? No hemos corregido, no hemos ajustado, no hemos sonorizado…”. “Ya está todo terminado”, dijo. “Ningún archivo de tu película está ya en mi computadora”. No me quedó otra cosa que agarrar mi película e irme.
¿Cómo fue el estreno?
Habíamos hecho publicidad en algunos canales y visitado los demás. Se logró una buena campaña. Todos querían entrevistarnos porque era una novedad la primera película arequipeña. Conseguí el Teatro Municipal por quince días. Llegó el día del estreno y recién me di cuenta de que no había écran. El proyeccionista se ofreció a hacerlo, pero falló y a las cinco de la tarde –el estreno era a las 6 p. m.– estaba yo allí, armando el écran, sujetando la tela con alfileres y amarrando el marco de madera con pita. La sala se llenó, platea y mezzanine.
¿Cuánto costó la entrada?
Ese día doce soles. Luego cinco soles. Esos quince días en el Municipal calculo que asistieron doce mil personas porque las funciones eran todos los días de la semana, matiné, vermouth y noche. Las dos primeras, llenos totales. Después me pasé al cine Arequipa, donde la película permaneció ocho meses, de jueves a domingo, dos funciones diarias. En total, en Arequipa, estimo que se vendieron cien mil entradas. Luego me fui a Juliaca, Cusco, Puno. En todos lados tenía éxito. En Juliaca, por ejemplo, estuve cuatro fines de semana de jueves a domingo, en el auditorio municipal, bastante lleno. En Puno competí con la fiesta de la Candelaria, pero igual el cine se llenó, también durante cuatro semanas. Hasta que al año del estreno salió la copia pirata y mató el negocio.
¿Cuántos espectadores calculas en total?
Considero que fueron más de doscientos mil. Eso me permitió comprar equipos. Viajé al festival de Puerto Mont, en Chile. Y financié el siguiente proyecto, que fue Torero.
Hablemos de Torero.
Luego de Mónica, me puse a pensar en qué otra película podría hacer que también fuese comercial. Y las fiestas populares me parecieron un buen tema. Hice una historia sencilla, con algo de drama, pero