Las miradas múltiples. Emilio Bustamante

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Las miradas múltiples - Emilio Bustamante

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Cantares es poesía erótica. Lo bacán es que la puedes interpretar. Y a las monjas les encanta el Cantar de los Cantares. Les fascina. Y sobre esa base fuimos trabajando: la historia de una mujer enamorada. Los peores momentos para ella son cuando la separan de su amado, cuando no puede estar con él. O cuando empieza a dudar de su amor. Sobre esa idea fui construyendo al personaje. Para las actrices era muy útil, pues fue algo con lo que podían trabajar, y a las monjas también les gustaba. Lo que no les agradaba demasiado eran los episodios en los que la beata, cuando es priora y quiere reformar el monasterio, se encuentra con muchos anticuerpos en la comunidad e incluso sufre intentos de asesinato. Ellas tenían dudas de que fueran a dejar mala imagen de la congregación. Yo les decía que, al contrario, la beata salía fortalecida, que era bueno que ella venciera a las que trataban de eliminarla. Con ese argumento las convencí.

      Una de las cosas que me llamó la atención fue que las monjas no dijeran nada sobre el demonio, sobre las tentaciones del diablo. La idea es supersencilla. El diablo es ella misma. La tienta, la insulta, la humilla, la ofende. Y ella tiene que defenderse de su propia imagen. Temí que la idea fuera muy surrealista para el gusto de las religiosas, pero no, parece que les ha gustado.

       Nos contaste que tienes una formación laica, no religiosa, pero en la película están muy claramente representados los enemigos del alma: el mundo, el demonio y la carne.

      Es que tengo una formación católica. Soy católico, apostólico y arequipeño. Fui bautizado católico y hasta los catorce años iba a misa y he sido acólito. Una ventaja de ser católico es que el catolicismo se basa mucho en imágenes. El cielo y el infierno están muy claros. Todo es muy visual. Además, para los católicos es muy importante la ceremonia, el ritual, el gesto, los símbolos. Y todo eso es recontracinematográfico.

       ¿Cómo fue la elección de las protagonistas?

      Desde el primer momento, para mí, Doris Guillén tenía que ser sor Ana. Conozco a Doris desde hace siete años más o menos. Hemos hecho tres obras de teatro juntos. Para mí es, si no la mejor actriz, una de las mejores actrices que hay en Arequipa. Es bastante intuitiva y muy sensible.

      Para la sor Ana jovencita, de los catorce a los veinte años, empezamos a hacer un casting en Arequipa, a buscar una persona que se pareciera un poco a Doris y que transmitiera la idea de ternura que tenían las monjas. Ellas decían que tenía que ser alguien tierna. No soy de los que convocan un casting con aviso en el periódico para que después se aparezcan doscientas personas; prefiero elegir entre tres o cuatro. Pero era difícil. Había algunas que les gustaban a las monjas y a mí no, y viceversa.

      No sé cómo llegué a Adriana Cebrián. Fue por un vínculo, un amigo de un amigo, algo así. Vi primero la página de Adriana Cebrián, no la de Adri Vainilla. Vi el rostro, y sí: cara de monja. Y tierna. Luego ya entré a la página de Adri Vainilla, que es un personaje bastante excéntrico, una lolita. Adriana se considera performer. Es una chica muy trome, muy pensante. Ha estudiado filosofía, ahora ha terminado de estudiar diseño. Me comuniqué con ella, le envié el guion. Nunca había actuado en una película. Hicimos unas pruebas a través de una persona en Lima, porque yo no pude viajar. Vimos el video en Arequipa con las monjas, y nos gustó. A mí me gustó, a las monjas les gustó, y quedó aprobada. Cuando fue a Arequipa, su llegada coincidió con el ordenamiento de una monja, y fuimos a ver. Es tal como está en la película, se echa en el suelo, la llenan de flores. Es un espectáculo. Adriana me contó que de chica había sido muy religiosa y que en algún momento había pensado ser monja.

       ¿Cuál ha sido el presupuesto de Ana de los Ángeles?

      Es secreto de confesión, no lo puedo decir. He hecho un voto de silencio. Lo que puedo decir es que la he hecho con la cuarta parte de lo que deberíamos, teniendo en cuenta que es una película de época. La ventaja es que hemos podido filmar en el monasterio. Hemos estado cincuenta y cinco días filmando en el monasterio, imagínate lo que hubiera sido pagar el alquiler diario. Tuvimos también el auspicio de la Sociedad Eléctrica, que nos puso cajas de electricidad para trabajar allí todo el tiempo. La inversión más fuerte fue en la dirección de arte, por el vestuario, la utilería, la escenografía.

       Una de las cosas interesantes es el vestuario, que luce muy auténtico.

      Eso es porque está hecho con fibras naturales que se usaban en la época: lana, bayeta, seda, lino, algodón. El director de vestuario se tuvo que ir a Puno, a Cusco, para comprar las telas.

       ¿La dirección de arte se vio facilitada por el convento?

      En parte sí, pues teníamos la locación. La tarea de la directora de arte, que fue Susana Bouroncle, una artista arequipeña, fue elegir una paleta de colores, las texturas. Luego, confeccionamos muchos de los objetos: las cubetas, los candelabros; porque en el monasterio casi no hay nada del siglo XVII. Con el correr de los siglos el monasterio fue creciendo con estilos de acuerdo a la época. Por ejemplo, no pudimos filmar en la iglesia actual porque es una iglesia del siglo XIX.

       Has dicho que se plantearon hacer la iluminación con luz natural, con velas.

      Sí, hemos filmado casi íntegramente con sol y espejos. En interiores también, con espejos. Y en los interiores noche el noventa por ciento de la foto es con velas. Los refuerzos también. Aparte de las velas que ves en el encuadre, hicimos unos flats con velas; cincuenta, sesenta velas. Esa era la luz de relleno.

       La música es importante. Hay una selección de piezas, pero también música original para crear atmósferas.

      Sí, casi toda la música es original, con excepción del Salve Regina del final, que las monjas insistieron en poner, que lo cantan ellas, y la música de los créditos, que es de Bach. Pero casi toda es música compuesta para la película por Pedro Rodríguez Chirinos, un compositor joven arequipeño, que ha ganado premios nacionales de composición y es un estudioso de la música barroca y de la música andina del Altiplano. La música que compuso parece de la época, y está interpretada con instrumentos de la época. En Arequipa hay una intérprete, Alejandra Lopera, que tiene un clavecín del siglo XVII en perfectas condiciones. Algunas cuerdas, algunos vientos, los grabamos en Lima con músicos de la Sinfónica Nacional.

       ¿Cómo fue la exhibición?

      Cuando estábamos en la etapa de preproducción, Cinemark se mostró interesado en la película. Habían inaugurado una sala hacía medio año, y creo que se dieron cuenta de que con una película sobre un personaje arequipeño podían congraciarse con el público local. Cuando terminamos la película ya era solo esperar fecha de estreno. La copia la hicimos en DCP. Compras una licencia de un software que te cuesta mil dólares, y ya tienes tu copia para cine.

       ¿Y les fue bien?

      Sí. Tuvimos una sala. La primera semana en cinco horarios, la segunda semana en dos horarios. Tres mil quinientos espectadores solo en dos semanas y una sola sala. Mucha gente se quedó con ganas de verla porque no teníamos plata para la campaña de difusión; mucha gente se ha enterado de la película cuando ya estaba en cartelera, por el boca a boca.

       ¿Las monjas no invirtieron en la difusión?

      No, en eso hicieron voto de pobreza.

       ¿La sacarán en DVD?

      Claro. La idea es sacar el DVD quizá en Semana Santa o un poquito después.

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