Las miradas múltiples. Emilio Bustamante

Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу Las miradas múltiples - Emilio Bustamante страница 9

Las miradas múltiples - Emilio Bustamante

Скачать книгу

de que en el colegio contábamos con un proyector de dieciséis milímetros; las copias llegaban en dieciséis milímetros. Luego ese profesor hizo también un taller de cine; hicimos un corto. Los alumnos desarrollamos la historia, luego él se encargaba de la cámara, pero nos dio las primeras nociones de desglose cinematográfico. Fue una experiencia muy grata. Yo no podría decir que allí surgió mi vocación por hacer cine, pero me pareció un oficio fascinante. Esa combinación entre técnica y narración, trabajar con esas máquinas que pueden reproducir de manera tan fidedigna la realidad, me parecía muy bacán.

      Pero yo no era un cinéfilo cuando era adolescente. Con mis amigos íbamos una vez a la semana al cine, era una de las diversiones usuales, y veíamos las películas que se daban entonces: Rocky, La guerra de las galaxias y las comedias de adolescentes. Sí recuerdo, particularmente, La ley de la calle, de Coppola; la vi el año 83 u 84, y desde allí habré visto como treinta veces esa película. La recuerdo como algo muy especial, no solo porque estaba en blanco y negro, sino por el tipo de historia y cómo estaba narrada. Otra película que me impresionó muchísimo fue Pink Floyd - The Wall, que era casi un videoclip de dos horas. Allí sí, cuando vi esa película, sentí ganas de hacer algo similar, juntar música con imágenes, esa sí fue unas de las cosas que me llamó mucho la atención.

      Al final de la secundaria yo no sabía exactamente qué hacer. Empecé a escribir poesía cuando tuve dieciséis años, en quinto de media; por un lado quería ser escritor, pero por otro lado me decía no, tienes que estudiar algo para vivir de algo, puedes ser profesor de literatura. Con esa idea me fui a Alemania, gracias a este director de colegio que me dijo que era posible postular a una beca para ir a estudiar a ese país. Postulé a la beca y tuve la oportunidad de ir primero a un colegio para convalidar los estudios peruanos y después ingresar a la Universidad de Münster para estudiar literatura y lingüística alemanas, y también lenguas romances. Pero lo de la beca no resultó porque las becas las dan cuando estudias un posgrado –un detalle con el que no había contado–, pero nunca a un principiante. Bueno, tampoco quería regresar sin pena ni gloria, y gracias a mi madre que me pudo ayudar los primeros años, y a que me conseguí después una chamba, me pude quedar; pero luego me di cuenta de que la literatura no era lo mío, que no tenía la disciplina para escribir, o para ser crítico de literatura o profesor de literatura. Y allí en Alemania empecé a ir al cine con más frecuencia.

      Cuando vi Un perro andaluz dije: eso es. Imágenes con música; eso es. Quiero hacer cosas así. Después me enteré de que en Berlín existe la Academia de Cine y Televisión, y me fui allá a postular. La primera vez que postulé no ingresé, y estuve esperando meses. Era una escuela bastante exigente, con proceso de admisión al que se presentan trescientas o cuatrocientas personas para veinte vacantes. Entonces empecé a trabajar de asistente de cámara en rodajes, o para estudiantes de cine. Dos años más tarde volví a intentar, e ingresé. El año 1990 empecé a estudiar; un año después de que cayó el muro.

      La escuela donde yo estuve, la Academia de Cine y Televisión de Berlín, nació con el cine de autor. La fundaron en el 67 o el 68, justo en pleno movimiento estudiantil, en pleno Mayo del 68, y estaba dedicada a la formación de autores. Entonces no hacían demasiado hincapié (y eso para mí era un defecto) en especialización técnica, eso ya dependía de cada uno. En otras escuelas sí, postulabas para hacer fotografía o editor o productor; en cambio en la Academia no, postulabas para ser realizador. Yo opté por la realización, y entonces dejé de lado un poco la parte técnica, aunque me concentré mucho en la edición; al terminar la Escuela trabajé varios años como editor.

       Hace unos años vimos unos cortos tuyos, que hiciste en la Escuela. Recuerdo que uno de los cortos era Retrato de un amante cansado.

      Sí, ese es el que más éxito ha tenido. Lo hice cuando estaba en la Escuela, con base en un material que grabé aquí en el Perú, en Arequipa. Vine en unas vacaciones y encontré una situación cotidiana en la calle y luego lo trabajé allá. Ese cortito ha ganado premios y estuvo en el Festival de Berlín.

       Otro era sobre un peruano que iba al zoológico a ver a un cóndor.

      Ese trabajo fue fruto de una convocatoria para estudiantes que hizo un canal regional de Berlín. El tema era la vida en la gran ciudad. Nos presentamos, y entre varias propuestas eligieron seis. La nuestra era sobre un peruano migrante que tiene problemas con la visa y está buscando a una alemana para casarse con ella. Era un poco en plan de comedia o sátira.

       En las dos películas hay una especie de cable con el Perú.

      Sí, es algo por lo que yo también volví al Perú después de veinte años, porque me di cuenta de que los temas que me interesaban estaban aquí, las cosas que me conmovían estaban aquí, las historias que quería contar tenían mucho que ver con la migración, con la gente peruana que vivía allá o directamente con lo que estaba sucediendo aquí.

       Pero también habrás hecho otros trabajos que no tengan nada que ver con el Perú.

      Sí, uno de mis trabajos de tesis en la Escuela fue un drama de pareja sobre un taxista con su mujer, se llama La vida me mata y es en blanco y negro.

       ¿Tuviste otro proyecto de largo cuando estabas allá?

      Sí, una historia sobre peruanos migrantes. Sobre un conflicto que se podría actualizar. Comenzaba acá en el Perú: unos comuneros están a punto de perder su tierra a manos de una gran empresa hotelera que los ha engañado; prácticamente van a tener que comprar su propia tierra. La única solución que se les ocurre es buscar a un pariente, un músico de éxito que vive en Alemania, que graba discos y tiene plata. Pero cuando llegan se dan cuenta de que no tiene nada; les había contado que era famoso, y en realidad toca en bares y en la calle. Era una comedia social.

       ¿Por qué no la llegaste a realizar?

      Una cadena de televisión pública, allá, en Alemania, nos llamó a mí como productor y a otro guionista. Estuvimos trabajando dos años el guion; no quedó nada mal, pero los de la cadena finalmente se desanimaron. Tengo los derechos sobre el guion, así que, si quiero, puedo retomarlo algún día.

       Y SI TE VI NO ME ACUERDO Y EL RETORNO

       ¿Cómo así decidiste regresar al Perú?

      En parte por esos motivos que he mencionado. En el 2001 vine para hacer Y si te vi no me acuerdo; luego estuve durante el trabajo de promoción de la película, en el año 2004, cuando quisimos comenzar a exhibirla. Y también conocí en Arequipa a la que hoy es mi esposa; ella fue el motivo mayor para volver.

       ¿Cómo surgió el proyecto de Y si te vi no me acuerdo?

      El proyecto surgió en los años de la Escuela de Cine. El género de road movie me ha gustado siempre y hacer una road movie en la Panamericana es algo que siempre me ha atraído muchísimo. Es un paisaje que conozco desde chico. Los viajes de vacaciones a Lima, pues tengo familiares también en Lima. Esa ruta Arequipa-Lima, Lima-Arequipa la he recorrido mucho en carro. Es un trayecto tan largo que te invita a soñar. Allí surgió la idea. Luego fueron apareciendo los personajes basados en experiencias personales y en gente que yo conocía. La primerísima versión del guion la escribí en el 95 o 96. Recién en el año 98 recibí la luz verde de una cadena de televisión alemana (ZDF) para poder producirla. Vine al Perú para buscar productor, pues me pedían un productor peruano, y fue así como comenzó mi relación con Casablanca y con Stefan Kaspar.

      

Скачать книгу