Comprendiendo las parábolas de Jesús. Klyne Snodgrass

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Comprendiendo las parábolas de Jesús - Klyne Snodgrass

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ampliada.1 Por ejemplo, Dios perdona y recibe a los pecadores como un padre amoroso perdona y recibe a un hijo descarriado. Tales analogías, más que nada, son comparaciones o contrastes usados para explicar o convencer. Las parábolas, por su naturaleza, buscan hacer un punto retórico.2 Más aún, algunas parábolas no son del todo historias. Mientras que en castellano “parábola” por lo general es una referencia a una narración corta con dos niveles de significado, las palabras griega y hebrea para “parábola”, como veremos, tienen un significado más amplio y cubren una variedad de formas o géneros literarios.

      Las parábolas de Jesús presuponen el reino que buscan revelar.3 Imagine que tengamos solamente los relatos de Jesús, pero ningún sentido de qué refieren. La parábola del pródigo y su hermano mayor nos mueve solo porque sabemos que la narrativa refleja la aceptación divina de los pecadores, y contrasta este recibimiento divino con el frecuente desdén que algunos manifiestan contra los pecadores.

      Las parábolas de Jesús se describen como obras de arte y armas en conflictos contra los opositores. Son ambas cosas, y aún más. Desde el día de su relato y hasta el presente, ellas han deleitado e instruido muchas personas, igualmente otras las han considerado un insulto. Con mucha frecuencia, Jesús empleabaparábolas para explicar el reino de Dios, mostrar el carácter divino y señalar las expectativas de Dios respecto de los seres humanos. Con frecuencia, se ha rebatido este mensaje. Se abusaron las parábolas de Jesús y se emplearon con propósitos diversículos (propósitos teológicos antiguos, ideológicos modernos y pastorales). Algunos intérpretes tratan las parábolas como barro que moldean a su antojo. Otros intentan domesticar las parábolas para que siempre sigan reglas prescritas y den significados que podamos tolerar. Ambos métodos están destinados al fracaso. La intención del relator, Jesús mismo, con todo el poder y la creatividad de su enseñanza, debe ser la meta de nuestro trabajo de interpretación. Estas son historias con propósito; el propósito comunicativo de Jesús.4 Hacer algo diferente equivale a reescribir las parábolas de Jesús. La iglesia antigua y moderna con frecuencia vuelve a escribirlas, tratando de crear un nuevo propósito. No trato de encontrar el propósito eclesiástico, psicológico, sociológico, feminista o de cualquier otro tipo de reescritura, sin importar cuán común sea. Mi intención es percibir el propósito de Jesús con sus contemporáneos: sus discípulos y sus asociados judíos.

      Sin embargo, estas “simples” narrativas de Jesús, estas gemas de expresión sobre la vida y Dios, han mostrado ser cualquier cosa menos simple, y su propósito no puede percibirse limitadamente. El trabajo de descifrar el propósito de Jesús es a veces difícil. Tenemos las parábolas de Jesús sólo como la iglesia primitiva las recuerda y conforme las comunicaron los evangelistas. Por otro lado, la labor no es tan imposible como algunos sugieren y, a veces, nada difícil. Las parábolas no se deben reducir, reescribir, domesticar, psicoanalizar, hacer teología con contribuciones de cristología o de expiación, descontextualizar o controlar. Hay que dejarlas hablar, y se las debe oír. Algunas parábolas son tan claras como campanas y, aunque podamos discutir matices y trasfondos en largos ensayos, ellas no necesitan tanta explicación sino que se las ponga en práctica. En efecto, ellas dicen: “Deja de resistir y hazlo”, o “créelo”. No necesitamos mucha aclaración para entender el propósito de la parábola del Buen Samaritano. A pesar de numerosos estudios sobre esta parábola, que trataremos en este libro, la parábola llama a vivir el mensaje, no a resistirlo.

      Por buscar el propósito comunicativo, o sea, la función de la parábola, no sugiero que podemos hacer un sicoanálisis de Jesús. De hecho, la teoría del acto de hablar es parte de las suposiciones de mi método. La comunicación no tiene solo un sentido abstracto, sino que actúa y busca cambiar las cosas. La pregunta para cada parábola es: “¿Cómo trató Jesús de cambiar las actitudes y los comportamientos mediante esta parábola?”5

      Las parábolas de Jesús merecen una nueva audiencia de parte de personas que están listas para aprender y seguir su instrucción. Hay muchos estudios sobre las parábolas, como evidencian aquí las notas y la bibliografía. Pero si hay un área en los estudios del Nuevo Testamento que necesita mayor publicación, aunque sea sorprendente, ésa es las parábolas de Jesús. A pesar de la voluminosa cantidad de material escrito sobre las parábolas, poco hay que relativamente ofrezca a pastores y maestros ayuda buena y comprensiva.6 Muchos solo estudian parábolas escogidas relativas con sus propias necesidades. Considerable cantidad de los estudios disponibles son tan esotéricos o tergiversados por suposiciones de metodología y filosofía que su empleo resulta difícil para los que tratan de encontrar el sentido a las enseñanzas de Jesús. Se ha dado mucha información útil y hay mucho entendimiento pero, al final de cuentas, el juicio respecto de la interpretación moderna de las parábolas de Jesús lo encuentra deficiente. Veremos cada vez más que este es el caso con el análisis de las distintas parábolas.

      Conocer la historia de la interpretación implícitamente es un requisito previo para estudiar las parábolas de Jesús. Esa historia se ha contado muchas veces y no necesita que se repita aquí.7 Sin embargo, debemos mencionar dos partes esenciales de la historia, pues ellas determinan de una forma u otra casi toda la interpretación moderna de las parábolas. Primero, la tendencia casi universal de los intérpretes hasta finales del siglo diecinueve era alegorizar las parábolas.8 Alegorizar es la práctica interpretativa de hacer una alegoría lo que no es alegoría. O sea, las personas han leído en las parábolas elementos de la teología eclesiástica que tienen poco que ver con las intenciones de Jesús. Un ejemplo revelador, y citado muchas veces, de alegorización es la interpretación de Agustín de la parábola del Buen samaritano (Lc 10.30-37), en la cual da una interpretación teológica casi a cada elemento de la parábola: el hombre es Adán; Jerusalén es la ciudad celestial; Jericó es la luna, que representa nuestra mortalidad; los ladrones son el diablo y sus ángeles que despojan al hombre de su inmortalidad y lo hieren persuadiéndolo a pecar; el sacerdote y el levita son el sacerdocio y el ministerio del Antiguo Testamento; el buen samaritano es Cristo; la curación de las heridas es la restricción del pecado; el aceite y el vino son el consuelo de la esperanza y el ánimo a trabajar; el burro es la encarnación; la posada es la iglesia; el día siguiente es la resurrección de Cristo; el dueño de la posada es el apóstol Pablo; y los dos denarios son los dos mandamientos de amor o la promesade esta vida y en el mundo venidero.9 ¡Con esta interpretación muy poco reflejamos el propósito de Jesús al contar esta parábola! Otro ejemplo es la interpretación de Gregorio el Grande de la parábola de la higuera estéril (Lc ١٣.٦-٩): las tres veces que el dueño viene a buscar fruto en la higuera se interpreta como la venida de Dios al mundo antes de la ley, su venida al escribirse la ley, y su venida en gracia y misericordia en Cristo. El viñador representa a los que gobiernan la iglesia, mientras que cavar y abonar refieren la reprensión de los infieles y la memoria del pecado.١٠

      La práctica de alegorizar no empezó con la iglesia; aparece en algunos escritos de Qumrán, como 1QpHab 12.2-20 (interpretando Hab 2.17), su uso es frecuente en los escritos de Filón y por los intérpretes helénicos de Homero y Platón. La alegorización posterior de la iglesia se basó en la hipótesis que la Escritura podría tener cuatro niveles de significado: el sentido literal, el sentido alegórico-teológico, el sentido ético y el sentido celestial que refleja la bienaventuranza del futuro.11 Era aceptable tener varias interpretaciones alegóricas de un mismo texto. Las quejas contra las alegorizaciones,12 aun de personas que la practicaban, surgieron a principios en la historia de la iglesia pero, conforme notaremos implícitamente en todas las parábolas, se suponía que la alegorización era la clave para la interpretación de las parábolas.

      Alegorizar es más una meditación del texto que su interpretación, por tanto se debe tener cuidado al evaluar a los que alegorizan. Personas como Agustín no son ignorantes, y quienes alegorizaban disfrutaban una relación viva con el texto y estaban convencidos que el texto tenía poder para dirigir sus vidas. Es más, ellos no basaban su doctrina en la exégesis alegórica, sino que establecieron controles para prevenir excesos como limitar a los que puedan participar

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