Sal. Rebecca Manley Pippert
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Alguien que nos ha enseñado a muchos a ver la debilidad humana como Dios la ve es la famosa escritora y conferenciante Joni Eareckson Tada. Cuando era adolescente, Joni tuvo un accidente en la playa que la dejó cuadripléjica. Desde entonces, Dios ha usado a Joni para ser su testigo de maneras extraordinarias. Conozco a Joni desde hace mucho tiempo, así que, cuando vino a hablar a nuestra iglesia, le pregunté si podíamos comer juntas y le dije que yo llevaría la comida.
Cuando nos sentamos a solas en una de las salas, de repente caí en la cuenta de que tendría que ayudarle. Así que tomé el bocadillo y empecé a darle de comer. Le puse la pajilla en la boca para que pudiera beber. Le limpié la boca con la servilleta. Es difícil describir la intimidad de aquella comida. Yo solo había dado de comer a alguien cuando mis hijos eran bebés o cuando visitaba a mi abuela en la residencia de ancianos. En otras palabras, únicamente lo había hecho con personas que estaban en ambos extremos de la vida humana.
Sin embargo, esa vez no estaba dando de comer a mis bebés o a mi abuela: estaba dando de comer a la extraordinaria y heroica Joni Tada. El acto de darle de comer fue casi sagrado. De algún modo, su debilidad física hizo que me sintiera a gusto con mi propia debilidad humana. Al poco rato empecé a contarle los desafíos a los que me estaba enfrentando y las áreas en las que esperaba una respuesta del Señor. Y ella hizo lo mismo.
Pensé mucho en aquella experiencia. ¿Por qué dar de comer a Joni había tenido un efecto tan profundo en mí? Finalmente, concluí lo siguiente: había estado ante una mujer que había hecho las paces con su debilidad. Como ella misma dice, su discapacidad física es una bendición porque es un recordatorio constante de que no somos autosuficientes, sino que somos personas dependientes de Dios.
Lo que dijo en su conferencia ese día fue revelador:
“No soy una experta en discapacidad. Es difícil. Es un inconveniente. Cada mañana, cuando mis cuidadores vienen a levantarme, respiro hondo y oro: ‘Señor, muéstrate en mi vida. Jesús, te necesito mucho hoy’. A diario me veo en la situación desesperada de tener que reclamar la gracia del cielo. Pero debemos aprender a volvernos a Dios en todas las circunstancias y decir: ‘Solo puedo hacer las cosas a través de tu poder y tus fuerzas. Así que ayúdame Señor y fortaléceme, no solo para dar testimonio de ti, sino para cada minuto y cada segundo’”.
Cuando aprendemos a celebrar nuestra pequeñez y a depender del poder de Dios, afecta a todos los aspectos de nuestra vida. Y eso incluye la evangelización: porque nuestros temores disminuyen cuando nos damos cuenta de que ser incapaz está bien, de que no hace falta ser capaz de responder a todas las preguntas de los escépticos y, sobre todo, de que nuestra debilidad humana no es un impedimento para que Dios nos use para su reino, para difundir la gloriosa buena nueva. Como dijo Pablo (y necesito recordarlo cada vez que comparto mi fe), el “poder [de Dios] se perfecciona en mi debilidad” (2 Corintios 12:9). Por lo tanto, “¡aceptar tu incapacidad es el primer requisito para ser usado por Dios!” (John Gaynor Banks, The Master and the Disciple, citado en Leanne Payne, The Healing Presence, p. 21).
Así que, la próxima vez que vayas a testificar a un vecino, familiar o compañero de trabajo, y pienses “No puedo, porque...”, no dejes que eso te derrote. Pero igualmente, no intentes encontrar la confianza o la habilidad dentro de ti. Sí, eres incapaz. Y cuando aceptes que eres una criatura dependiente, dependiente de un Creador poderoso, entonces estarás en el lugar donde él puede usarte. Nosotros somos débiles, pero él es fuerte.
Para reflexionar
1 ¿De qué maneras puedes reconocer y celebrar tu dependencia de Dios? ¿De qué maneras luchas contra la idea de que eres un ser dependiente?
1 “El poder de Dios se perfecciona en la debilidad”. ¿Cómo has experimentado esta verdad en tu propia vida?
1 ¿De qué forma saber que Dios nos usa en nuestra debilidad te da fuerzas para evangelizar? Si instintivamente te resistes a aceptar esa idea, ¿por qué crees que es así?
03 Gloria en la debilidad

He aquí la mayor sorpresa de toda la historia: desde la entrada del pecado en este mundo, la humanidad ha tenido un impulso febril de convertirse en Dios... ¡mientras que Dios, desde el principio de los tiempos, había decidido hacerse humano!
Movido por su amor inmensurable, el Dios trino eligió unirse a su creación con la más estrecha de todas las uniones: ¡convirtiéndose en lo que ya había creado! Imagínatelo: el Infinito se hizo finito; el Eterno entró en el tiempo; el Invisible se hizo visible; y el Creador se convirtió en un ser creado.
Hemos visto que hemos sido creados para ser criaturas, no el Creador. Hemos visto que el Padre envió al Hijo, no como un Rey triunfante con todas sus mejores galas, sino como un bebé al que acostaron en un pesebre. Todo esto apunta a la importancia de aceptar nuestra “pequeñez” como seres humanos. Sin embargo, también hemos visto que hay otro aspecto de nuestra humanidad del que Pablo escribió a los corintios: el poder y la gloria de Dios se revelan a través de nuestra debilidad humana, ¡por lo que podemos celebrar nuestra pequeñez!
Pero desde la caída, esa visión de nosotros mismos no es algo natural. Entonces, ¿quién puede enseñarnos a aceptar sin ningún tipo de vergüenza los límites de nuestra humanidad y a celebrar que el poder y la gloria de Dios se manifiestan a través de nuestra debilidad? Sorprendentemente, ¡la respuesta es Jesús! Pero, ¿cómo puede el Hijo de Dios entender lo que significa ser humano? Puede, porque Jesús vino a nosotros como un ser completamente divino
y completamente humano, aunque sin pecado. Ciertamente, la naturaleza de Jesús es un misterio que nuestras mentes humanas no pueden captar del todo. Sin embargo, vale la pena profundizar en él, porque una vez que comprendamos que la gloria de Dios obra a través de nuestra debilidad, marcará una gran diferencia en cuanto a nuestros temores ante la evangelización, especialmente nuestro temor a ser incapaces.
Cómo ser humanos
En Cocoon, película fantástica de los años 80, el actor estadounidense Brian Dennehy interpreta a un extraterrestre cuya misión es recuperar a otros extraterrestres que, en una visita anterior, se quedaron aquí y están dentro de unos extraños capullos en el fondo del mar. Su objetivo es rescatarlos y llevarlos de vuelta a su nave espacial. Así que él y su equipo trasladan los enormes capullos a la piscina de un hotel abandonado, justo al lado de un asilo de ancianos.
Su principal desafío es cómo disfrazarse para poder cumplir su misión. El personaje que interpreta Dennehy parece un ser humano. Pero un día, creyendo que no hay nadie en los alrededores, se desabrocha el traje de humano magníficamente elaborado. Mientras se lo está sacando, unos ancianos le ven y se asustan al descubrir que es un ser de luz. Su apariencia humana no es real. Es una criatura completamente distinta.
Es fácil, pero erróneo, asumir que así era Jesús: un ser divino cubierto con piel humana. Sí, sabemos que Jesús caminó de una ciudad a otra, pero podría haber volado si hubiera querido, ¿verdad? Sí, comía con la gente, pero lo hacía solo para ser sociable porque no necesitaba comer para vivir, ¿verdad? Sí, oraba, pero solo para darnos ejemplo, pues ya sabía la respuesta, ¿no?
A lo largo de