La democracia de las emociones. Alfredo Sanfeliz Mezquita
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Nada puede comprenderse sin entender y aceptar los sistemas internos atemporales y universales que mueven al ser humano hacia la búsqueda de amor, de ser querido, de poder, de placer, de seguridad… Estas programaciones genéticas o neuronales de todo ser humano, junto con los cuatro factores o hechos diferenciales analizados, son los que provocan la forma y fenómenos actuales de nuestra sociedad.
Y es precisamente el hecho de que dichas programaciones y motivaciones humanas sean muy poco visibles por encontrarse enterradas u ocultas lo que hace difícil comprender la complejidad del funcionamiento de nuestra sociedad y las distintas relaciones de causa-efecto y correlaciones que se dan en ella.
Es por ello por lo que seguidamente trataré de exponer las razones que pueden explicar nuestra dificultad para comprender con naturalidad lo que está pasando en la sociedad. Y para ello divido el trabajo en tres distintos ámbitos de distorsión de la mirada social causada por nuestros bajos niveles sociales de conciencia. Pues son precisamente nuestra ceguera y falta de conciencia las que nos impiden integrar y aceptar lo que está pasando como algo natural en el comportamiento y la evolución de una sociedad que se encuentra en un punto de inflexión, habiendo pasado de vivir en una escasez real a vivir en la abundancia, pero manteniendo la percepción de escasez. Un punto de inflexión en la sociedad, que nos lleva, sin ser conscientes de ello, a encontrarnos negociando un nuevo contrato social para cuya comprensión en necesario superar nuestra ceguera en relación a:
• Los extendidos bajos niveles de conciencia y autoconocimiento personal que desarrollaré en el apartado de «Entendiendo nuestro comportamiento».
• El fundamentalismo económico financiero y el escaso conocimiento de lo que hoy significa el dinero, que será abordado en el apartado de «Qué lío es esto del dinero y las finanzas».
• Y, por último, la comprensión de la democracia emocional y caótica, y la degeneración del utilitarismo, que será desarrollado en el apartado de «Perdidos en la democracia del caos».
Trataré enseguida de avanzar punto por punto para exponer detalladamente lo que no es sino mi convencida opinión sobre ello. Pero antes hablemos un poco de la complejidad en la que está envuelta nuestra sociedad, pues solo desde su comprensión podremos entender los fenómenos propios de nuestro mundo.
Simplicidad versus complejidad
En gran medida seguimos pensando que podemos entender el mundo con un pensamiento lineal basado en previsibles reglas de causa-efecto como forma de explicar los fenómenos que se dan en nuestra sociedad. Sin duda las relaciones de causa efecto siguen existiendo, pero para entender hoy nuestro complejo mundo es necesario vivir con la cabeza abierta a la comprensión de múltiples relaciones de causas y efectos que se entrecruzan dando forma y movimiento a lo que llamamos nuestra sociedad, o mejor dicho, nuestro sistema o nuestras dinámicas sociales. Son muchas las causas o concausas de todo lo que ocurre, precisamente por esa interacción múltiple y permanente de fuerzas de unos y otros, y las reivindicaciones y pretensiones de los distintos grupos de interés. A ello hay que añadir los cambios en nuestro medioambiente, que sin duda condicionan nuestro desarrollo e influyen de forma decisiva en nuestra visión de cómo deben hacerse las cosas para cuidar el planeta y sus pobladores.
Algunos dicen que se trata de un sistema caótico en el que nada es predecible ni pueden comprenderse las fuerzas y dinámicas que lo orientan o gobiernan. Otros, compartiendo bastante esa teoría del caos, pensamos que no obstante existen determinados patrones y dinámicas en el funcionamiento de nuestro sistema que pueden dar pistas para su comprensión y para realizar cierta predicción de tendencias, o más bien de megatendencias, de nuestra sociedad. Quienes creemos en la existencia de ciertos patrones ordenadores del caos podemos usar el concepto de orden «caórdico», que es el vocablo resultante de fusionar caos y orden, y que bien podría representarse con el fenómeno de los grandes bandos de estorninos que se encuentran en permanente evolución, aparentemente desordenada y caótica pero siempre sujeta a ciertos patrones que determinan su unión y movimiento. Pero aun creyendo en alguna medida en estos patrones, debemos admitir que los niveles de imprevisibilidad son altísimos, como siempre ha sido todo lo relativo a las predicciones del futuro1.
Este fenómeno de la imprevisibilidad y la «caórdica» evolución de las cosas puede verse cada vez más en nuestra sociedad ante decisiones de un Gobierno o ante la ocurrencia de hechos. El juego cruzado de intereses e interacciones determina la interdependencia de todo dentro de nuestro sistema social. Unas fuerzas y hechos con más peso que otros, pero sin que nada sea despreciable, pues cada vez más observamos cómo anécdotas menores pueden ser generadoras de movimientos o causas con gran influencia en los destinos de la sociedad. Me viene a la cabeza el fenómeno creado en torno a Greta Thunberg.
Juguemos a poner un ejemplo e imaginemos hace unos años el anuncio por parte de un Gobierno de unas inminentes limitaciones para fumar en los restaurantes junto con el anuncio de la aprobación de un marco de ayudas públicas para los restaurantes que inviertan en la separación de zonas de no fumadores. Ello generará la reacción de muchos ensalzando la libertad porque se oponen a las prohibiciones y limitaciones, y el apoyo de otros que por el contrario lo defienden por dar prioridad a la salud. A ello se sumarán las quejas y reproches de la hostelería, que hablará del impacto negativo en el sector, con cierto apoyo de los sindicatos de trabajadores de hostelería para proteger los empleos. Mientras tanto, las grandes compañías de tabaco empezarán a vislumbrar un negro futuro del sector del tabaco y la necesidad de ir ampliando sus actividades previendo mayores restricciones de su negocio principal. Esto empujará a estas grandes empresas a desarrollar importantes campañas de comunicación para limpiar su mala imagen y evitar acabar no siendo queridas por nadie (non gratas), aun cuando hasta hace poco tiempo eran muy admiradas como grandes compañías. Pero en paralelo surge cierto movimiento de reacción social ante la prohibición de fumar que se hace muy importante por la gran creatividad y capacidad de llamar la atención y montar numeritos de los que luchan contra la medida, que se hacen muy efectivos y consiguen meter gran presión al Gobierno, aunque esta no resulta por sí sola suficiente para echar atrás la medida. Mientras salta a los medios un nuevo caso de corrupción de miembros del Gobierno que provoca nuevas repulsas sociales que, acumuladas a las relacionadas con las prohibiciones de tabaco, se hacen insostenibles. Durante el desarrollo de todo este fenómeno crece también la lucha de los activistas antitabaco, que coinciden en gran medida con los contrarios a lo americano o antiamericanos. Una parte importante de esos movimientos son también contrarios a ante la gran empresa americana y al imperialismo empresarial, si bien otros antitabaco nada tienen en contra de ello.
En la coyuntura de este ejemplo supongamos que ha tomado más fuerza la facción que pone mucho peso en la defensa de los intereses empresariales, ejerciendo influencia en esa dirección, lo que unido a las presiones citadas que sufre el Gobierno lleva a este a retirar los planes de prohibición para no deteriorar la economía del sector hostelero. La retirada de la medida produce la agitación de los activistas y populistas de izquierdas, que aprovechan la coyuntura para denunciar que el Gobierno, está vendido a los intereses de las grandes corporaciones americanas. En paralelo se crea la asociación de restaurantes perjudicados, que agrupa a quienes ya han hecho inversiones para separar las zonas de no fumadores ante el anuncio de las medidas de prohibición y critican la quiebra del compromiso de ayudas públicas, llevándolos a promover acciones judiciales que pelean hasta el Tribunal Constitucional. Este alto tribunal, en una de sus reprochables excursiones al ámbito político, inventa una brillante argumentación que legitima la inseguridad jurídica generada poniéndose al servicio de la causa política del Gobierno. Unos años después, un empresario de hostelería que consiguió sobrevivir a los daños que le produjo la actuación del Gobierno y tras su lucha judicial sin haber obtenido compensación alguna, decide no declarar una parte de sus ingresos para reducir la carga fiscal aun sabiendo que se exponía a graves sanciones. Conforme a su reflexión,