La democracia de las emociones. Alfredo Sanfeliz Mezquita
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Todo parece un enorme lío, pero a su vez podría decirse que, paso a paso, es fácilmente comprensible cuando se entienden las fuerzas y motivaciones que mueven al ser humano (individualmente y como miembro de un grupo) en una sociedad con las necesidades biológicas básicas cubiertas y en la que se han reconocido y sacralizado muchos derechos con poca contrapartida de obligaciones o exigencia de responsabilidad y ética.
Resulta muy difícil efectuar predicciones en la sociedad cuando todo se produce en un contexto de enorme actividad de información y medios de comunicación con agentes que argumentan en un sentido u otro como parte del juego en función de sus intereses, diluyéndose (o haciéndose muy discutible) la capacidad de determinar lo que está bien y lo que no. Y ello con un pueblo cuya opinión es utilizada por políticos y otros líderes de unas y otras causas mediante una comunicación expresa y con actuaciones que explotan inteligentemente las emociones, lo que en general se consigue con actos efectistas.
No obstante, el futuro de la evolución social difícilmente resulta predecible más allá de lo que pueda derivarse de determinados patrones observables, que son precisamente los cimientos sobre los que este libro pretende construirse. En general las predicciones sobre el futuro de nuestra sociedad serán escasamente acertadas por más desarrollo que se produzca de nuestra capacidad y calidad de procesamiento de datos e información. Nuestra condición humana, como seres vivos con capacidad de entender y procesar inteligentemente la información, provoca un fenómeno circular por el cual, en lo que se refiere al comportamiento social, cualquier predicción condiciona el cumplimiento de la predicción. A diferencia de las previsiones de fenómenos naturales como la meteorología, en las que las mismas no alteran el clima, en las predicciones sociales, el conocimiento condiciona y altera los escenarios previstos por provocar la modificación de las conductas humanas. Baste con observar cómo la predicción de que se va a producir una burbuja inmobiliaria lleva muchas veces a la prudencia de los inversores, o la previsión de que un partido político obtendrá un cierto resultado en las elecciones lleva al cambio de voto de muchos ciudadanos. Se trata de un fenómeno asociado a nuestro instinto de supervivencia y adaptación que nos conduce a adoptar comportamientos considerando las predicciones que conocemos de las cosas.
Todo este complejo escenario o campo de juego se produce en una sociedad en la que practicamos poco la reflexión y el pensamiento, lo que nos lleva a seguir viendo y pensando las cosas como siempre las hemos percibido e interpretado, rehuyendo el esfuerzo que exige comprender la complejidad y resolver o conciliar los dilemas a los que nos enfrentamos.
El ser humano corriente parece preferir la simplicidad y se deja arrastrar por mensajes y eslóganes dirigidos mucho más a despertar y mover adhesiones basadas en las emociones, el odio, el miedo y el amor que por el análisis más frío y calculado que se deriva de la reflexión, pues esta exige un esfuerzo que muchas veces preferimos evitar. Y de alguna forma este hecho dificulta mucho la comprensión individualizada o aislada de hechos, actos o fenómenos concretos, pues ellos siempre traen su causa de otros fenómenos sociales y son causa de otros, con una marcadísima interrelación, que no es tanto lineal sino más bien circular y multidireccional.
1 Sugiero al lector que busque en YouTube «Vuelo de estorninos» y se recree con algunos de los múltiples vídeos que muestran los maravillosos bailes sociales o grupales de estos pájaros en vuelo. Quizá en algo y con cierta imaginación puedan encontrar paralelismos con el baile y los vaivenes de nuestra sociedad
ENTENDIENDO NUESTRO COMPORTAMIENTO
«La vergüenza de aceptar que somos seres interesados nos impide ser conscientes de ello».
Qué difícil es no juzgar
Nos cuesta mucho comprender el mundo porque no somos capaces de mirarlo y observar lo que en él ocurre sin juzgar unos y otros fenómenos o comportamientos. En la mirada a lo que vemos que ocurre solemos poner el filtro de lo que está bien y lo que está mal, y ello no nos acerca a comprender las cosas sino a sentir nuestra simpatía o antipatía hacia ellas. Para comprender bien algo hay que observar las situaciones desde fuera, sin implicación personal, pues esta nos condiciona. Pensamos siempre que nuestra manera de ver las cosas es la forma correcta y no nos damos cuenta de que confundimos lo que es correcto o lo que pensamos que está bien con lo que nos conviene. Y esto nos lleva a sentir como legítima, razonable, equilibrada y correcta nuestra forma de pensar, juzgar y opinar pensando que ello lleva a un sistema social justo y ordenado. Y, en sentido contrario, solemos creer que la forma de actuar y pensar de otros, diferente a la nuestra, lleva a resultados poco deseables e injustos para el orden social. Además, a la mínima pensamos que las visiones y posiciones de otros no son legítimas, contrariamente a las nuestras, que sentimos que gozan de total legitimidad. En definitiva, no somos conscientes y nos negamos a reconocer que, de forma inconsciente, todo lo que pensamos y opinamos tiene un cierto condicionamiento o sesgo interesado o egoísta para proteger nuestros intereses, lo que nos gusta, aquello que conocemos y a lo que estamos acostumbrados. Se trata de condicionamientos o sesgos que nos impiden ver la realidad como es, limitando nuestra perspectiva a solo una parte de lo observable.
Sugiero por ello cambiar los significados asociados a lo que entendemos por normal y legítimo para incluir siempre el apellido «para nosotros», convirtiendo lo «normal y legítimo» en «normal y legítimo para nosotros».
El ser humano como centro, fuerza, motivación y dirección de la acción en sociedad
Si queremos entender el funcionamiento del mundo y de nuestra sociedad solo podremos hacerlo descomponiendo las conductas colectivas en la suma de conductas individuales y aplicando las reglas de funcionamiento y el sistema de motivación propio de los seres humanos. Sin embargo, nuestra sociedad occidental está poco trabajada en cuestiones emocionales y de autoconocimiento personal, lo que hace que nos resulte difícil entender o comprender las conductas de los demás. En general simplificamos la comprensión de los humanos, menospreciando el lado emocional, sentimental y espiritual, que es verdaderamente el centro de nuestras preferencias, decisiones y comportamientos. Creemos que es nuestra razón la que nos gobierna, cuando sin darnos cuenta nuestro mundo menos consciente es el que en gran medida lo hace. Estoy convencido de que será grande el rechazo de esta afirmación por parte de muchos lectores, pero me atrevo a decir que la neurociencia más consolidada y las teorías de la Economía del Comportamiento así lo confirman, incluso para las grandes decisiones en materia económica. El exitoso libro de Daniel Kahneman Pensar rápido, pensar despacio es elocuente en ese sentido. Lo que consideramos realidad depende de nuestra atención y mirada, lo que se encuentra condicionado de forma muy dominante por nuestros sentimientos, emociones, apegos y preferencias menos conscientes. Ello provoca que, sin darnos cuenta y aunque nos cueste admitirlo, sean nuestros procesos internos menos conscientes los que gobiernan nuestras decisiones y preferencias.
Sugiero la lectura de mi reciente libro Por fin me comprendo2, comprenderse bien para vivir mejor que presento como un pequeño manual para el conocimiento de lo que es un ser humano y su funcionamiento. En él se desarrollan, con detalle fácilmente comprensible, nuestros mecanismos de funcionamiento y el extraordinario poder de nuestro subconsciente, entendido este como nuestro sistema, no reflexivo y escasamente consciente, de preferencias, datos y experiencias registrados en nuestra memoria para