Expresiones de la cultura tradicional en Montiel - 2da. Edición. Grupo de Investigación Montiel
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- Reula, Filiberto: “Historia de Entre Ríos”. Tomo III. Editorial Castelví. Santa Fe, 1963
- Furlong, S. J. Guillermo: “Los Jesuitas y la Cultura Rioplatense”. Montevideo, 1933.
- Castell, Juan Miguel: “Evolución de las Carreras de Postas en la Provincia: desde la época colonial hasta el censo de 1849”. Trabajo inédito presentado en el II Congreso Nacional de Historia en Entre Ríos. La Paz, 1985.
- Provincia de Entre Ríos. Departamento de Obras Públicas. Registro Gráfico de las Propiedades Rurales del Departamento Concordia. Construido por el Departamento de Obras Públicas con datos de su archivo. Paraná, 1928.
- Datos aportados por el Dr. Domingo Quílicce quien residió en el paraje “El Gato” en 1946.
- Castell, Juan Miguel: “Proyecto y Construcción del Ramal Ferroviario Concordia–Villa Federal”. Trabajo de carácter inédito presentado en el VI encuentro de Geohistoria realizado en Concordia y organizado por el Instituto Regional de Investigaciones Científico–Culturales. Concordia, 1986.
- Varini, César M.: “Vías de Comunicaciones y Medios de Transporte”. En Historia de Entre Ríos. Arozena Editores S. R. L. Paraná, 1978.
Prof. Juan Miguel Castell
Federal
Capítulo 2
Los pueblos originarios
“La muerte de cada una de estas culturas es la muerte de una parte del espíritu humano y arrastra consigo en el olvido a todo un mundo, es decir, a una experiencia de la realidad y de la vida irrepetible”1.
LOS CHARRÚAS
Los Charrúas son por excelencia, los pueblos originarios del Uruguay y ocuparon sus márgenes desde la latitud de Yapeyú aproximadamente, hacia el sur. Hacia el este ocupaban casi todo el actual territorio uruguayo, las tierras del Estado de Río Grande al sur del río Ybicuy y del Camacuán.
El Padre Salaberry opina que los Charrúas habitaban indistintamente los campos de Entre Ríos y la Banda Oriental 2. Su ubicación es en una amplia banda centro norte de la provincia de Entre Ríos, llegando a las inmediaciones de La Bajada (Paraná) 3.
Constituían una familia lingüística importante y se dispersaron por un extenso territorio, pero no abundan las excavaciones sistemáticas que permitirían un conocimiento amplio y cierto.
Innumerables datos de funcionarios, misioneros y viajeros que atravesaron esas regiones, a fines del Siglo XVI, hacen indudable su presencia en el litoral del Paraná.
Esta ubicación parece responder al tráfico de esclavos de guerra y al comercio que mantenían con los vecinos de Santa Fe.
El gentilicio Charrúa se aplica genéricamente a todos los grupos cultural y lingüísticamente afines.
Los detallamos: Guenoas al norte y oriente; Yaros, en el Litoral occidental del Uruguay entre el Río Negro y el Arroyo San Salvador, dominando la costa hasta Yapeyú; los Bohanes en la costa oriental, al norte de los Yaros y al sur de los Guenoas. En la zona meridional de Entre Ríos, los Minuanes4. Esta distribución es válida para los siglos XVI y principios del XVII.
Minuanes y Yaros son los grupos esencialmente entrerrianos del complejo Charrúa.
A posteriori de la conquista, la movilización que este hecho genera, provoca incursiones de los Charrúas, al ocupar su hábitat.
Guenoas ya reducidos, trabajan en las estancias jesuíticas del Mandisoví y los Bohanes, en el siglo XVII, viven en el centro de Entre Ríos sobre el Gualeguay.
“Los pueblos autóctonos de este continente nos llamamos indios porque con este nombre nos han sojuzgado por cinco siglos y con este nombre deberemos liberarnos”. (Aporte Resolución 1 del Primer Congreso Indio de Ollantaytambo, Cuzco–Perú, 1980).
Los misioneros jesuitas conocen al Charrúa en posesión del caballo, en lucha con el español y arreando ganado vacuno en vastas vaquerías en las campiñas entrerrianas y uruguayas.
De elevada estatura y robusta complexión, 1,68 para los hombres y 1,67 para las mujeres. Pero era usual, superar estas marcas.
Los Charrúas que se desplazaban por Entre Ríos eran esbeltos, altos y fuertes. Vivían desnudos. Un simple taparrabo de cuero de ciervo o puma para los hombres y una tela cubresexo para las mujeres.
Durante el invierno, se protegían con el clásico manto de pieles de pequeños mamíferos, cuyos cueros curtían con ceniza y grasa. Los pelos iban hacia el cuerpo y la parte exterior se decoraba con guardas y dibujos geométricos pintados, muy similares a los de Patagones y Chaqueños.
Cuando usaban este manto (quillango o quillapi) revestían una falda corta de cuero.
Al domar el caballo, hicieron los mantos con su cuero y los decoraron con su sangre.
Una suela en la planta de los pies, asegurada con correas a la altura de los tobillos, brindaba buen calzado.
Mucho les interesaba su estética. Ambos sexos se embellecían con vinchas, penachos de plumas, brazaletes de hueso, collares de pequeñas plumas coloreadas y valvas de moluscos.
Usaban el barbote (palo pequeño o barra de plata embutido en el labio inferior) como distintivo varonil, aunque, a partir de la conquista, su uso queda reducido al cacique.
Las rayas, número y ubicación, variable, conferían al tatuaje de la cara y el cuerpo, un especial significado.
Las jovencitas, en su iniciación, eran tatuadas con tres rayas azules que les atravesaban la cara, a través de la nariz y de una mejilla a otra.
Para guerrear, la pintura blanca en el maxilar inferior les confería un aspecto de particular ferocidad.
Les gustaba bañarse, especialmente en verano, no como diversión pues practicaban otras.
Debido a su continuo desplazamiento, la vivienda era un paraviento. Cuatro estacas, clavadas en el suelo, a las cuales se sujetaban varias esteras, que oficiaban de techo y paredes. Las esteras se confeccionaban con paja, espadaña y totora gruesa.
Asentaban sus campamentos, cerca de los arroyos, donde una decena de chozas albergaban otras tantas familias.
Pieles y hamacas completaban el mínimo ajuar para el descanso.
Al convertirse en jinetes, la movilidad se acentuó y constituyeron bandas de hasta cien miembros donde cada familia disponía de su toldo.
La parcialidad reconocía su propio cacique, de autoridad escasa.
Pero tenían caciques principales, guerreros de gran valor y baquía y cuyo mando congregaba gran número de individuos.
Las situaciones de peligro exigían convocar al Consejo de Guerreros y Ancianos.