Gobernanza rural en México. Alma Patricia de León Calderón
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Santos, Boaventura de Sousa (1998), De la mano de Alicia. Lo social y lo político en la posmodernidad, Bogotá, Siglo del Hombre Editores/Uniandes.
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1 En este respecto, Miriam Alfie Cohen, en su participación en el coloquio de presentación de resultados finales del proyecto de investigación “Gobernanza rural en México”, en diciembre de 2020, apuntaba con toda razón que “la gobernanza no debe ser vista como un paraíso ideal, en donde todo mundo llega a un acuerdo” y, por el contrario, de cierta manera, “se sigue manifestando el poder”.
2 Los otros diez son comités, grupos de trabajo, mesas de diálogo, juntas de gobierno, entre otros.
3 Tres son de ejecución y tres de monitoreo.
4 Los otros 14 presentan variantes de estas actividades y responsabilidades.
5 Se agradece a uno de los dictaminadores anónimos del presente libro haber señalado este aspecto. Efectivamente, la inclusión y el reconocimiento de la construcción de una literatura que es crítica a la teoría de la gobernanza ayuda a amplificar el espectro de análisis alrededor de esta temática.
* Profesor-investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Lerma. Adscrito al Departamento de Procesos Sociales. Correo electrónico: <[email protected]>.
PARTE I
EL DEBATE DE LA GOBERNANZA: ENTRE EL CONTENIDO NORMATIVO Y LA EVIDENCIA EMPÍRICA
Omar Valencia Domínguez
Este capítulo tiene por objeto abordar el debate de la gobernanza desde dos perspectivas: la gobernanza como un elemento normativo de la acción pública o como un proceso de interacción social para dirimir problemas públicos con la participación de actores públicos y privados (entre éstos, sociales y económicos), que da como resultado mecanismos de interacción social que fragmentan el poder dentro del ejercicio público. No es el propósito de este capítulo ahondar en la definición de un concepto de la gobernanza rural, pero sí ofrecer un acercamiento somero sobre las posibilidades de abordaje a éste y a otros espacios de interacción social.
Para ello se realiza una breve semblanza de la genealogía del concepto, nos centramos en tres obras para abordar el debate: Arellano, Sánchez y Retana (2014), Zurbriggen (2011) y Bevir (2013). También se lleva a cabo una pequeña intervención entre las diferenciaciones de la interacción en lo rural contrastándola con otros espacios de interacción no rurales y se ofrecen algunas conclusiones. Con ello pretendemos abonar a la identificación de un concepto que sin ser unívoco, dé cuenta de los ejercicios de poder y la micropolítica (Bassols, 2011) dentro de los mecanismos de toma de decisiones, seguimiento y evaluación de políticas y programas públicos, así como de otras formas de interacción entre actores públicos y privados.
Dicho lo anterior, hablar sobre gobernanza, hoy día, es remontarnos a un conjunto muy amplio de concepciones, que entre ellas pueden parecer, en ocasiones, contradictorias; en general, la gobernanza ha tenido algunos componentes comunes ligados a la forma de entenderla.
Por lo tanto, existen autores que mencionan su polisemia como una necesidad derivada de cada autor, según el problema o fenómeno analizado; es decir, que el significado de la gobernanza es aquel que el autor decide utilizar, según las necesidades de éste y su investigación (Peters, 2007; Bevir, 2013).
Lo anterior tiene implicaciones sobre la capacidad normativa del concepto, dada la amplia gama de significaciones, esto trae como consecuencia que cada vez se agreguen y excluyan cualidades al “deber ser” de la gobernanza. Entonces, si la gobernanza no es sólo un concepto normativo y se observa como fenómeno sociopolítico, la dificultad de dar una significación unívoca al concepto radica en la forma en que se observa éste, dada la dicotomía antes planteada.
En otras palabras, la gobernanza como fenómeno es una; ésta puede ser autoritaria, horizontal, multinivel, democrática, pero es entendida como lo que es, gobernanza, pero si se observa como un constructo normativo que busca tener implicaciones en el comportamiento social, entonces la gobernanza puede y de hecho adquiere una amplia variedad de significaciones dependiendo el área de conocimiento que la observa, el fenómeno observado y de los autores que hacen referencia a la misma.
Puede parecer un falso dilema tratar de definir el concepto de gobernanza; tal vez la dificultad radique en la validez de la investigación partiendo de lo que se busca analizar; si se observa a la gobernanza como un fenómeno y, por lo tanto, estudiarla desde un enfoque teórico o rama del conocimiento particular (sociología, antropología, política, etc.), lo que resultaría es la gobernanza como lo que es. O bien, si se busca realizar algún tipo de evaluación partiendo desde un concepto normativo de gobernanza, lo cual redundará en que tan cerca o alejado se encuentra el espacio y/o fenómeno estudiado del concepto normativo del que se parte.
Tratar de definir o generar un concepto unívoco es algo más complejo, si se parte de la premisa anterior, ya que las implicaciones normativas de la gobernanza partirán de la forma en que ésta sea definida o, por el contrario, de lo que se termine entendiendo de ella.
Para simplificar un poco esta problemática se puede partir por entender (responder) ¿qué analiza de fondo la gobernanza?, sea cual sea el enfoque que ésta tome, si esto es posible, se puede partir de que la gobernanza, como generalidad, analiza formas de relación entre grupos sociales que, normalmente, conciernen a grupos pertenecientes a la esfera gubernamental con organizaciones sociales. También existen estudios que no necesariamente analizan las interacciones entre grupos no gubernamentales y gubernamentales, en otras palabras, la gobernanza sin gobierno (Bevir, 2013; Rhodes, 2007). Sea cual sea el caso, se observan interacciones, acciones, resistencias, omisiones, creencias, deseos; en general, las formas y resultados que nacen de dichas interacciones. Es decir, se muestran intereses y preferencias