La fageda. Dolors González
Чтение книги онлайн.
Читать онлайн книгу La fageda - Dolors González страница 3
Que La Fageda es un caso singular no lo pone nadie en duda. No hay muchos modelos de éxito social con sólidas bases mercantiles que les den independencia y sostenibilidad. Por ello, la iniciativa ha sido objeto de estudio en las escuelas de negocio de medio mundo y ha recibido toda clase de premios y distinciones en diversos foros empresariales y sociales.
Pero los estudios y premios son poca cosa al lado de la mayor singularidad de La Fageda: sus personas; el colectivo de discapacitados psíquicos, los afectados por trastornos mentales severos, sus familias, el equipo asistencial y el resto de profesionales empleados en las actividades mercantiles. Porque en La Fageda cada persona es protagonista del proyecto colectivo y tiene su propia historia, personal e intransferible, ligada al mismo. Las historias de María, Eugeni, Jaume, Rosario, Eudald, Andreu, Jacob, Mamadou… personas reales de carne y hueso, singulares y distintas, con sus contrariedades, adversidades, miedos, ilusiones, esfuerzos, logros… Historias donde descubrir un grupo de gente promotor —Cristóbal, Carme, Rosa, Enrique, Xevi, Antonio…— con iniciativa, con generosidad, magnánimo en sus objetivos, con sencillez, con cabeza y con tenacidad; mucha tenacidad. Una trayectoria de más de treinta años de historia con éxitos y fracasos (unos cuantos…), pero siempre coherente en su camino hacia el destino final.
Prepárese el lector para un soplo de aire fresco que le hará reflexionar sobre la posibilidad de que en las organizaciones mercantiles la persona y su dignidad ocupen el centro. Porque tener dos piernas o ninguna, ver claramente o tener ceguera, razonar con agilidad o hacerlo con tremendas lagunas o alucinaciones, no son más que accidentes que nada dicen de la verdadera esencia de la dignidad humana… Y porque la eficacia y la justicia, aunque algunos se empeñen en oponerlas, son también caras de la misma moneda, mostrando que no están reñidos el pragmatismo y los valores e ideales… Porque hoy, más que nunca, es imprescindible que el gobierno de las iniciativas mercantiles y sociales se confíe a mujeres y hombres justos y, a la vez, eficaces… eficaces y, a la vez, justos.
Historia de una locura empresarial social y rentable: La Fageda, a través del compendio de las historias humanas ligadas al proyecto común, es un excelente ejemplo, que no deja indiferente y que muestra el empeño en poner la economía al servicio del hombre y no al revés (como suele ocurrir en demasiadas ocasiones).
Cristóbal completó con éxito su Programa de Perfeccionamiento Directivo (PPD) y, desde entonces, he disfrutado de su amistad y afecto y de muchas de sus memorables reflexiones realizadas a mis alumnos del IESE, algunas de las cuales se recogen en este libro. En mis visitas a La Fageda me sigue admirando el extraordinario ambiente de fraternidad y optimismo entre todos los empleados y el sincero agradecimiento de ellos y sus familias, verdaderas coprotagonistas de esta historia de esfuerzo, coraje y esperanza.
Animo al lector a disfrutar de estas páginas, que también contribuyen a desterrar algunos de los miedos y prejuicios que provocan los enfermos mentales. De paso, no olvide darse el placer de consumir los yogures, helados y mermeladas de La Fageda (placer único; ¡se lo aseguro!). Finalmente, si tiene un día libre, visite la iniciativa in situ, en el paraíso de La Fageda d’en Jordà en el parque natural de la Zona Volcánica de la Garrotxa, al lado de Olot (Girona) donde Cristóbal, Carme y toda su gente se desvivirán por hacerle partícipe del proyecto. ¡Vale la pena!
José Antonio Segarra
Un proyecto de locos
7 de abril de 1982. Despacho del alcalde de Olot (Girona), señor Joan Sala Villegas, economista y empresario de éxito, uno de los propietarios de la marca olotense de ropa y calzado Privata. El alcalde ha concedido audiencia a dos señores que asisten puntualmente a la cita. Uno de ellos, Josep Torrell, es un médico conocido en la comarca como coordinador de la atención psiquiátrica en la zona de la Garrotxa. Llega acompañado de un desconocido de poco más de treinta años.
—Buenas tardes.
—Buenas tardes. Ustedes dirán.
—Señor alcalde —empieza Josep Torrell—, me gustaría que escuchara a mi amigo, el señor Cristóbal Colón. Desea llevar a cabo alguna actividad empresarial en la comarca, aún no sabe cuál, con catorce personas que padecen enfermedades mentales. Su iniciativa contaría con el apoyo de la dirección del psiquiátrico de Salt.
El alcalde no responde. Está digiriendo la información. Inconscientemente, menea la cabeza y observa en silencio al acompañante.
—Hola. Me llamo Cristóbal Colón y soy psicólogo. Me disculpará, pero apenas hablo catalán. Tengo previsto montar una empresa con las catorce personas de las que le hablaba hace un momento el doctor Torrell, y mi objetivo es ofrecer trabajo a todas las personas con enfermedad mental de la comarca porque pienso que trabajar les puede ayudar en su vida.
Los primeros trabajadores compartían el claustro del Carme con los bomberos de Olot.
Se vuelve a producir un silencio extraño. El alcalde observa a ambos visitantes y a continuación revisa la agenda, con la esperanza de encontrar alguna pista que le ayude a entender qué le están contando. Una empresa de no se sabe qué, dirigida por un tal Cristóbal
Colón, psicólogo por añadidura, y que quiere contratar como trabajadores a personas con enfermedades mentales... ¿Un psicólogo poniendo en marcha una empresa? ¿Con el respaldo de un psiquiátrico?
Hasta el momento, todos los empresarios que han llamado a la puerta del alcalde para hablarle de un nuevo negocio en la comarca tenían un proyecto por desarrollar, y la mayoría disponía también de dinero para invertir. A los emprendedores que le visitan lo único que suele faltarles es encontrar a los mejores profesionales para llevar adelante su proyecto de negocio. En cambio, estos dos hombres que ahora están sentados en el despacho del alcalde pretenden seguir el proceso inverso: quieren contratar a las personas que ningún empresario acepta, no cuentan ni con un céntimo para pagarles y ni siquiera tienen un proyecto empresarial claro. Es la presencia del doctor Torrell lo que hace dudar al alcalde. De no ser por él, creería que es víctima de una broma pesada de las de cámara oculta.
Ambos visitantes esperan con impaciencia la reacción del alcalde. Pero Joan Sala necesita pensarlo. Se trata de la primera noticia que el Ayuntamiento de Olot tiene de la futura cooperativa La Fageda, y el proyecto no parece demasiado prometedor. Aun así, les hace algunas preguntas. El hombre que en lo físico es una mezcla de filósofo clásico y genio despistado y se hace llamar Cristóbal Colón responde con seriedad. Las respuestas que oye el alcalde, aunque no sean música celestial, le despiertan un interés inconcreto, pero al fin y al cabo interés. Se convence de que debe ayudar a esos dos hombres, aunque sea de manera simbólica, y decide cederles una sala grande del antiguo Convento del Carme de Olot, anteponiéndolos a una decena de asociaciones olotenses que solicitan ese espacio. No es mucho: cuatro paredes con teléfono y luz en el centro de la ciudad, pero para Cristóbal, que ha llegado a la Garrotxa con el bagaje de un propósito, unos ahorros más bien exiguos y un Doscaballos, estas cuatro paredes son una maravilla.
Llegada de la primera furgoneta con trabajo para la cooperativa a los talleres del claustro del Carme.
Años más tarde, recordando este episodio, el ex alcalde Joan Sala le diría a Cristóbal Colón: “Pudiste llevar adelante el proyecto porque no habías estudiado económicas. Si en ese momento hubieras conocido aunque sólo fuera un poco el mundo de la empresa y los negocios, ni lo habrías intentado, porque, objetivamente, el proyecto