Nuevos signos de los tiempos. Varios autores

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Nuevos signos de los tiempos - Varios autores Caminos

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Hoy hablamos en cinco idiomas y, por primera vez, los presidentes de las tres subcomisiones son de lengua española. Así como el francés y el alemán marcaron la teología del siglo XX, es posible que en este siglo XXI se consolide una teología en español y portugués. Tradicionalmente se traducen obras de otras lenguas al castellano. Hoy, además, se traducen a otros idiomas libros y artículos de españoles y latinoamericanos de varias generaciones. Y se da un intercambio editorial de obras producidas en distintos continentes.

      Entonces nuestra quaestio se puede reformular así: ¿qué significa pensar, decir y escribir teología en la unidad plural de nuestra lengua castellana –y en portugués–, cada uno con su propio acento, deje o tonada, desde ambos lados del Atlántico, recreando nuestra tradición iberoamericana y procurando una mayor colaboración institucional, en la viva comunión de la catholica y ante los nuevos signos de los tiempos, como la interculturalidad global y la cultura del descarte? Contamos con el testimonio de muchas figuras señeras de la teología posconciliar en España y en América. Destaco solo dos autores, muy distintos, que hacen teología en castellano y crean lenguajes teológicos.

      Gustavo Gutiérrez representa la teología de la liberación. Con el tiempo, varias de sus posiciones se convirtieron en patrimonio común de la teología y del magisterio. Gutiérrez enriquece la teología en lengua castellana con su dejo peruano, bebiendo en su propio pozo, tanto por la originalidad de su pensamiento como por la riqueza de su lenguaje, lo que le valió el honor de ser incorporado en 1996 en la Academia Peruana de la Lengua. Señalo la belleza de su prosa, el empleo exquisito del vocabulario español actual y antiguo, su uso vivaz del habla popular, la creación de frases significativas –el Dios de la Vida, el reverso de la historia–, la inagotable capacidad de sus metáforas, la asunción de textos poéticos y místicos, el diálogo con los grandes escritores peruanos César Vallejo y José María Arguedas. En su texto de ingreso en la Academia, Lenguaje teológico: plenitud de silencio, reflexionó sobre la lengua desde Dante Alighieri y Antonio de Nebrija hasta la propuesta de decir a Dios en el lenguaje de la fe universal en cada cultura particular.

      «No hay teología que no tenga su dejo propio para hablar de Dios. Un sabor, un gusto especial, que es lo que la palabra “dejo” significa también. Las diferencias en ese hablar deben ser respetadas. La tensión entre la particularidad y la universalidad es de una gran fecundidad para el lenguaje teológico»47.

      Olegario González de Cardenal escribe teología aprovechando las riquezas del idioma de Castilla. Simboliza en el árbol de la encina la fidelidad creadora en tiempos difíciles; dice a Cristo desde las dos laderas de la montaña con voces de teólogos y de poetas; crea expresiones teológicas –«la entraña del cristianismo»– desde la tradición bíblica y castellana. En 2010, al ser declarado ciudadano ilustre de Salamanca, repensó el diálogo entre la teología y la ciudadanía. Analizó tres figuras de Salamanca que contribuyeron a desarrollar el castellano como una lengua teológica, filosófica, jurídica, poética y mística: Francisco de Vitoria, Luis de León y Miguel de Unamuno. Un poco antes, resumió un rasgo de su talante enfatizando el pensar desde su «lugar propio»:

      Crecido en medio de cuatro (situaciones existenciales) y sabiéndome deudor de ellas, he intentado pensar desde mi lugar propio, nutriéndome además de las figuras matrices de la cultura hispánica, desde los místicos [...] hasta los mismos filósofos [...]. Y lo he hecho fijando la mirada en la conciencia española del último medio siglo48.

       5. ¿Una teología más científica, profética y sapiencial?

      En este punto invito a pensar, con algunas proposiciones sintéticas, diversas formas de hacer una teología íbero-latino-americana, acentuando su estilo profético, para enmarcar el desafío de hacer teología «en tiempos de globalización, interculturalidad y exclusión».

      Hay, al menos, tres formas del lenguaje discursivo que tienen como referente último al singular Dios, según se lo conjugue en primera, segunda o tercera persona. Con la confesión de fe se responde al mensaje propuesto en nombre o en lugar de Dios, dicho en primera persona por el oráculo del revelador o el anuncio del profeta. En ese lenguaje, Dios nos habla como a sus amigos (DV 2). Las plegarias dirigidas a Dios en segunda persona, en la frase o en el poema que eleva el corazón orante, piden, agradecen y cantan a Dios su Don y sus dones. De esa forma conversamos con Dios como con un «tú». Hablando acerca de Dios, en tercera persona, como de un «Él», el teólogo profiere un discurso narrativo y argumentativo acerca de Dios y de su amor salvador. Dios nos dice su Palabra de muchas formas y, de un modo pleno, en Jesús, el Dios Unigénito que lo narra e interpreta (Heb 1,1; Jn 1,14.18). La teología debe hablar de Dios con variados estilos expresivos.

      El discurso teológico despliega una ratio fidei –la razón de todo creyente que cree y piensa lo que cree– iniciada por la revelatio y entrañada en la o-ratio y la ad-oratio. La oración es la matriz y el culmen del discurso en tercera persona y remite a la razón como lenguaje, porque ella pone la vida del espíritu (ratio) en palabra (oris): oratio, quasi oris ratio dicitur (ST II-II, 83, 1). El discurrir teológico nace en el silencio y la escucha de la palabra de Dios en la tradición del pueblo de Dios, pero culmina en el canto y la contemplación del Amor de Dios. El diá-logo con Dios es una forma de la teo-logía que expresa la comunión con un Dios que es, en misterio más íntimo, Lógos y Diá-logos49. Aquí solo nos preguntamos cómo escuchar a Dios, conversar con Dios y, conforme con nuestro servicio teológico, hablar de Dios en, desde y para este momento de la historia.

      La teología es la fe que piensa y el pensamiento de la fe. Es la fe que busca y sabe entender (fides quaerens et sapiens intellectum), es la inteligencia que busca y sabe creer (ratio fide illustrata). Piensa a Dios y todas las cosas del hombre y el mundo en su relación con Dios a través de Cristo y con la luz del Espíritu. Con Francisco de Vitoria sostengo que «el oficio y la función del teólogo son tan vastos que ningún argumento, ninguna discusión, ninguna materia son ajenos a su profesión»50. Hay que pensar en castellano, en portugués y en toda lengua los temas significativos buscando armonías o convergencias analógicas entre la teología y la filosofía. Esa tarea exige ejercitar la racionalidad propia de la teología en diálogo con otras formas de la razón teórica y práctica, en especial, las formas de la racionalidad filosófica, histórica, jurídica, antropológica y política51.

      La teología es un intellectus fidei que se vuelve scientia fidei, un intellectus spei que deviene en prophetia spei, un intellectus amoris et misericordiae que se convierte en sapientia amoris. Por la circularidad de la vida teologal la teología es ciencia, sabiduría y profecía de una fe en cuanto inicio de la vida teologal, es decir, de la fe sostenida por la esperanza y vivificada por el amor. Procuramos una teología teologal en el doble sentido de la palabra: centrada en Dios y en la vida teologal, y ejercitado como ciencia de la fe, profecía de la esperanza, sabiduría del amor52.

      En este horizonte tridimensional debemos articular diversos lenguajes teológicos. La teología clásica fue concebida como sabiduría por todos y como ciencia por algunos, si bien en su origen bíblico y en su renovación contemporánea también es configurada como profecía. Un célebre artículo de M.-D. Chenu mostraba, con el conocimiento limitado que él tenía de F. de Vitoria y B. de las Casas, que ambos ayudaron a la causa indiana y que en la Iglesia se complementan sabios y profetas53. La teología íbero-americana presente y futura necesita sabios profetas y profetas sabios.

      La teología latinoamericana desarrollada en las últimas cinco décadas ha destacado como una teología profética. Ella ha asumido y recreado categorías como pueblo, sujeto, pobres, cultura, historia, liberación, praxis... En el siglo

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