Psicofonías. El enigma de la transcomunicación instrumental. José Ignacio Carmona Sánchez
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Por otra parte, es muy común observar cómo, en un recinto de apenas unos metros cuadrados, un equipo formado por un número elevado de personas despliega una batería de equipos más propios de una película de ciencia ficción. Lo que aparentemente pretende ser una mayor garantía, termina por convertirse en desaconsejable por razones prácticas. El excesivo concurso de aparatos (las más de las veces inservibles), unido a la extrema sensibilidad de los mismos, genera ruidos parásitos y contribuciones suficientes para que sea imposible afirmar como extraordinario lo que en el 90% de los casos debería producir sonrojo. Me pregunto si no es mucho más sencillo restringir el número de participantes a los necesarios y operar con aparatos de calidad aceptable pero con criterios estrictamente funcionales.
Konstantine Raudive, considerado «padre» de las psicofonías, con fundió en más de una ocasión las emisiones de Radio Luxemburgo con voces paranormales.
Una investigación parapsicológica en toda regla conlleva el uso de aparatos especializados supervisados por físicos, capaces de localizar y evaluar variantes tan minuciosas como la presencia o no de agentes biológicos (ratones, termitas), el diseño geo-sísmico anómalo de una estructura que pueda generar resonancias, las perturbaciones dinámico-acústicas de la red doméstica, y un largo etcétera, pero toda esta instrucción ha de realizarse previa a la experimentación psicofónica.
En un estudio pormenorizado de un habitáculo, podemos hallar explicación a hipotéticas voces en la presencia de ruidos de origen higroscópico (la humedad dilata las fibras de la madera, pongo por caso), de tensiones térmicas, o de corrientes subterráneas, por no hablar de infinidad de sonidos que escapan a nuestro espectro auditivo. Además, el hecho de llevar a cabo las experimentaciones en escenarios no convencionales (como exteriores e interiores iconográficamente ligados a lo tenebroso), genera al mismo tiempo un estrés que nos hace pasar por alto todos estos ruidos.
Muchas palabras o sonidos son tomados como voces paranormales, pues al no permanecer absolutamen te callados y movernos en el campo de acción del micrófono, los susurros, y ruidos generados por la sim ple acción de nuestros movimientos, alteran su reso nan cia. Sucede que, por la conformación del habitáculo y atendiendo a los distintos materiales empleados en su construcción, esos sonidos se convierten en inquietantes «ilu siones fónicas» debido a su reflexión natural. Respecto a los pretendidos «mensajes», un simple carraspeo, un sencillo roce o un ruido de tripas adquieren la categoría de voz en el mismo momento en que alguno de los presentes improvise un contenido ilusorio. Obviamente, el hecho de no haber oído nada extraño, incluso por más de una persona, no está en contradicción con la extrema sensibilidad de los micrófonos.
Una de las características de las psicofonías y por ende de la fenomenología paranormal es lo que viene a llamarse el paradigma sensorial o pareidolia. Nuestra mente, al recibir una información incompleta a tra vés de los sentidos, tiene una tendencia natural a completarla buscando modelos o patrones almacenados. No obs tante, intentar reducir el fenómeno solo a es ta explicación es tan absurdo como no tenerla en cuenta.
Seamos claros, aproximadamente un 95% de las supuestas voces se explican en el contexto anterior, su credibilidad se reduce a la honestidad de la fuente y a la mayor o menor cautela que afirmemos haber tomado durante la experimentación. Lo cual, como hemos visto, no solo no es suficiente, sino que termina por volverse en contra del propio fenómeno.
¿LAS PSICOFONÍAS SON UN FRAUDE?
En absoluto, pero los errores apreciativos son muy habituales. El hecho de que un alto porcentaje de voces puedan ser cuestionadas no desacredita al fenómeno, sino a los métodos y a las personas.
El término asociado al mundo de las voces conocido como «falsos positivos» no habla de una voluntariedad por parte del experimentador de promover un fraude, sino de una precipitada validación de un sonido natural debido al desconocimiento de los procesos o canales de su registro.
Existen programas que nos señalan gráficamente en el espectro cromático del sonograma cómo en las voces de las psicofonías no existe «golpe de glotis», lo cual indica que no ha sido pronunciada por una garganta humana. Esto de por sí no autentifica una voz, pero nos da pistas para que, conjuntamente con el uso de otros programas más sofisticados, podamos determinar con mayores y más precisas informaciones el origen y características de una voz. Ahora bien, el manejo de estos programas requiere de conocimientos fonéticos e informáticos que van más allá de un nivel de usuario.
La manera más simple de autentificar una psicofonía, cuando se carece de recursos técnicos, es aplicar el sentido común. Esto supone fijarse unos niveles de exigencia que nos haga trabajar solo con aquellos archivos razonablemente audibles y entendibles. Someter a preguntas a nuestros invisibles comunicantes no tiene como único objeto recabar información sobre aquellos o la conformación de su mundo, sino que un cuestionario bien diseñado puede indicar si el fenómeno interacciona inteligentemente con nosotros. En cierta ocasión pregunté en una antigua encomienda templaria por «algún hermano templario que esté cerca», recibiendo por contestación en apenas unos segundos: «sí, estamos cerca». En casos así, se sobrentiende que es muy difícil aludir a intromisiones espurias.
Jose I. Carmona junto a Fernando Jiménez del Oso durante las jornadas Vida después de la vida, Hellín (Albacete).
Sin embargo, esto no debería ser suficiente para los especialistas; más allá de grabar y autentificar voces, se hace necesario controlar el proceso que nos lleva hasta ellas. Para ello, se suele fabricar el contexto en el que se produce una voz inyectando frecuencias con unos valores fijos, para después precisar oscilográficamente si se ha producido una anomalía de los valores de referencia. Habría que hablar en este caso de un concienzudo trabajo de laboratorio y no de improvisadas experimentaciones de campo.
Otros métodos nos llevan a modificar las características técnicas de determinados aparatos. En el caso de las «voces directas de radio» (VDR), solemos anular el sintonizador del dial, de tal modo que minimizamos el riesgo de recibir sonidos normales al operar entre emisiones convencionales. Una práctica muy extendida es utilizar varias micro-emisoras que generen diferentes espectros de ruidos (blanco, marrón, etc.,), reconduciéndolos mediante un mezclador hacia un programa infor má tico de grabación. Una puntualización muy im portante de por qué se emplean diferentes ruidos y portadoras es que la causa paranormal necesita de un aporte suplementario para manifestarse. Este puede ser lumínico, acústico o herciano, de tal modo que se sirve de ese sustrato para impresionar sus mensajes.
En grabaciones a campo abierto, una buena recomendación es llevar más de una grabadora con el fin de cotejar los posibles ruidos ambientales, teniendo en cuenta que ambas grabadoras deberán ser modelos similares, puesto que si no es así se podrían producir frecuencias de respuesta diferentes. El motivo de usar dos grabadoras no es otro que observar si, en el momento de la sobreimpresión, la voz se ha sincronizado en ambas, pues generalmente las voces solo deberían recogerse en una de ellas. Si queremos tomar más medidas de prevención, es aconsejable servirnos de barreras electroacústicas para impedir la afectación del campo geomagnético y pantallas de radiofrecuencia que inhiben el paso de ondas hercianas.
¿FENÓMENO ELECTROMAGNÉTICO O ACÚSTICO?
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