Pilar Bellosillo. Mary Salas Larrazábal

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Pilar Bellosillo - Mary Salas Larrazábal Caminos

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hambre».

      El impulso inicial dado a la Campaña contra el hambre por las mujeres de Acción Católica fue creciendo en años posteriores hasta dar paso, en el año 1968, a la organización Manos Unidas, asociación con mucho prestigio entre las ONG dedicadas al desarrollo.

      La Campaña contra el hambre planteaba un problema que las Mujeres de Acción Católica prefirieron no afrontar directamente: el problema del control de la natalidad, uno de los mecanismos que las organizaciones internacionales oficiales y neutras proponían como medio de resolver el problema del hambre.

      En los medios católicos se hablaba de «paternidad responsable», no tanto como método concreto de reducción de la natalidad, sino como un planteamiento radicalmente distinto de los premios a las familias numerosas que proponía el franquismo oficial. No todos los hijos que «Dios quiera», sino los que la pareja estuviera decidida a asumir responsablemente después de madura reflexión.

      3º La Semana-Impacto

      Si los Centros de Formación estaban dedicados sobre todo a las mujeres rurales y de medios populares, y la Campaña contra el hambre suponía la apertura de horizontes hacia problemas más allá del ámbito nacional, la Semana-Impacto buscaba remover la conciencia de las mujeres de Acción Católica en los problemas inmediatos de la situación de nuestro país.

      La preocupación por la formación social cobró mayor urgencia a través de la relación que la Rama de Mujeres mantuvo con los movimientos obreros, que empezaban a cobrar mayor auge a partir de la reforma de los estatutos de la Acción Católica, promulgados por los obispos en 1959.

      Las Mujeres de Acción Católica, que se relacionaban día a día con las dirigentes de la HOAC femenina, descubrieron que este movimiento utilizaba un método de formación cuyos frutos eran evidentes. Con espíritu realista pensaron en utilizar aquella arma que tenían tan cerca y pidieron al consiliario de la HOAC, don Tomás Malagón, que elaborara para ellas un cursillo de formación. Así se hizo, y del 3 al 7 de noviembre del año 1958 don Tomás Malagón y Pilar Bellosillo dirigieron conjuntamente en Madrid el primer cursillo de este tipo que se denominó Semana-Impacto y produjo los frutos esperados. Asistieron 51 cursillistas de 31 diócesis y cinco consiliarios.

      Algún revuelo debió producir aquella iniciativa porque en abril de 1960, don Alberto Bonet, secretario general de la Acción Católica, le pidió a Pilar Bellosillo que le enviase un informe sobre la Semana-Impacto, según decía, para entregarlo a la Dirección Central de la Acción Católica. Ella lo hizo así en un documento de cinco folios sin fecha, acompañados de una carta, también sin fecha, en la que pedía que «tengan en consideración el bien que se está logrando» y que «no se precipiten».

      El informe de Pilar Bellosillo consta de dos partes. En la primera expone las características que presentaban las socias de la Rama de Mujeres: pasividad, cristianismo muy individualista, carencia absoluta de sentido social, imposibilidad de adaptar el apostolado a las necesidades del momento. En resumen, mujeres muy buenas, muy piadosas, con muy buena voluntad, incluso generosas, pero «incapaces» de llevar sobre sus hombros la responsabilidad de una tarea apostólica seria que exige profundidad creciente en la vida cristiana; apertura, impulsada por la caridad, conciencia viva de ser militantes, en una Iglesia militante, sensibilidad, afinada por un sentido social cristiano; tendencia constante a adaptarse a la realidad. Por otra parte, añade Pilar Bellosillo, los congresos internacionales de Apostolado Seglar, especialmente el segundo, habían planteado la necesidad de revisar a fondo la formación de base.

      La segunda parte del informe explica las circunstancias en las que nació la Semana-Impacto, en la Rama y para la Rama, y expone los resultados que se estaban logrando en la formación de las militantes: apertura a un cristianismo más completo, más comunitario, más sinceramente consecuente, con mayor sentido social, mucho más realista: «Los resultados obtenidos hasta el momento, dice Pilar Bellosillo, son consoladores y por lo tanto estamos muy esperanzadas de que se va a lograr una vitalización de la organización desde la raíz».

      La Dirección Central de la Acción Católica pretendió que «en la próxima edición» del manual de la Semana-Impacto se suprimieran «algunos párrafos», aunque nunca llegó a especificar cuáles eran los párrafos conflictivos. Superadas estas suspicacias la Rama siguió su camino con ciertas cautelas.

      Los textos de la Semana-Impacto, cuyo autor era Tomás Malagón, consiliario de la HOAC en aquellos años, habían sido publicados en 1959 por el Consejo Superior de Mujeres de Acción Católica en una edición restringida de 250 ejemplares numerados para uso exclusivo de los consiliarios. El libro lleva el nihil obstat de José Mª García Lahiguera. Se editó también un folleto con indicaciones para los directores de la Semana y un manual para la directora porque el cursillo siempre era dirigido por un consiliario y una dirigente seglar.

      El cursillo se desarrollaba en régimen de internado, a través de una serie de charlas y propuestas de trabajos prácticos. En la primera charla –reservada al consiliario–, se explicaba cómo el apostolado se basa en dos virtudes: la prudencia y la responsabilidad. Prudencia, para conocer la propia situación y saber que este mundo puede ser redimido, tal y como quería Cristo, y responsabilidad, ante la propia conciencia, ante los otros, ante la Iglesia, ante Cristo.

      Con el método del Ver-Juzgar-Actuar, Malagón proponía una serie de meditaciones sobre el mundo actual, materializado y descristianizado, incluidos los cristianos. De esa reflexión derivaba una autocrítica severa: ¿por qué los cristianos han llegado a esa situación de descristianización? Se hace necesaria la re-educación del pueblo cristiano, de cara a ser más personas, más combatientes y más cristianos.

      La primera meditación se titulaba «Con Cristo o contra Cristo», recordando la célebre de «Las dos banderas» de los ejercicios ignacianos. Después de esa enérgica toma de postura, se pasaba a plantear en extenso una meditación sobre «La Iglesia como cuerpo místico de Cristo», destacando las diferentes funciones de la jerarquía, que tiene como misión enseñar, y la de los laicos, que tienen como misión cristianizar el mundo. De ahí la necesidad de ser apóstoles.

      La modernización del lenguaje, de los ejemplos, y la concreción a las circunstancias del momento tenían una polarización inesperada para la época. En el capítulo «El papel de la mujer en la realización del mundo de Dios, del mundo mejor» dice: «Así como hoy estamos asistiendo a la irrupción en la historia de la clase obrera y de los pueblos de color, ha llegado también la hora de la mujer, que durante mucho tiempo ha sufrido cómo se la tenía en un concepto de inferioridad». El modelo es la Virgen María, que fue educadora de Cristo, colaboradora, y administradora. Y al señalar esta capacidad reconocida de las mujeres, anota Malagón:

      «Es posible que la Hacienda Pública, los consejos de administración, etc., estén esperando a las mujeres para enderezarse»10.

      Sin duda ninguna, el vocabulario y los conceptos empleados eran novedosos para la época, aunque hoy puedan advertirse algunos detalles menos satisfactorios. Por ejemplo, en las explicaciones en que aconseja: «No usurpar su puesto (del hombre)». Y a continuación: «No estorbarle: animarle y consolarle...».

      El segundo día se trataba ya centralmente de las obligaciones que impone al laico la dimensión social: la capacidad social del grupo y la importancia de la seglaridad. Este es el siglo de los seglares, así como hubo otros en los que la religiosidad se desarrollaba en los monasterios. Y el tercer día trataba de: «El tema fundamental de nuestro tiempo: la lucha de clases, la ausencia de Cristo, la dimensión social». En el año 1959, en la España franquista, solamente hacer mención de la lucha de clases era una provocación. Como meditación final se proponía el objetivo del cursillo que era la labor y la misión de la Acción Católica, su propuesta por parte de los

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