Pilar Bellosillo. Mary Salas Larrazábal

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Pilar Bellosillo - Mary Salas Larrazábal Caminos

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trabajo de diversos autores que servían de base para los círculos de estudio. El séptimo guion, titulado: «La personalidad de la mujer cristiana y la vida católica internacional», estaba firmado por Pilar Bellosillo4.

      En los años siguientes el programa continuó con la publicación de sucesivos folletos: el estudio de la personalidad de la mujer «en la vida familiar» (1954), como «miembro de la Iglesia» (1955) y «en la vida social» (1956). Del último fue autor Félix Obieta, conocido especialista en la materia que era entonces secretario del Instituto Social León XIII. Los textos se estudiaban en todos los centros parroquiales y organizaciones nacionales y diocesanas a lo largo de un curso completo.

      Desde la perspectiva actual los planteamientos de aquel plan de formación nos parecen muy moderados porque, aunque incitaban a las mujeres a tomar nuevas responsabilidades, seguían haciendo hincapié en la tarea primordial de esposa y madre. Pero, a pesar de todo, suponían una apertura en aquella sociedad en la que las mujeres tenían muy limitadas sus posibilidades de acción. Conviene recordar que en aquellos años las mujeres en España eran consideradas como menores sujetas a tutela y les estaba prohibido acceder a numerosas profesiones.

      El plan de formación, a través de una pedagogía activa, que se detalla en los folletos, sirvió sobre todo para iniciar a las militantes a pensar por su cuenta y a extraer sus propias conclusiones.

       Tres realizaciones notables

      Dando un paso más, a finales de los años cincuenta Pilar Bellosillo, como presidenta nacional de las Mujeres de Acción Católica, puso en marcha tres realizaciones muy importantes en las que se implicó muy personalmente: los Centros de Formación Familiar y Social, la Campaña contra el hambre y la Semana-Impacto. Cada una de ellas requiere una explicación más detallada.

      1º Los Centros de Formación Familiar y Social

      Las Mujeres de Acción Católica, desde sus comienzos en 1919, bajo el impulso del cardenal Guisasola5, tuvieron una gran preocupación social y, conscientes de la precaria situación cultural de la mujer, dedicaron una atención fundamental a su educación. Posteriormente, con Pío XI, la Acción Católica tomó un tinte más marcadamente apostólico y religioso, pero, en los años cuarenta, Pío XII, como hemos visto, pidió a las organizaciones femeninas católicas del mundo entero que trabajasen en la formación integral de la mujer para que fuera capaz de asumir las nuevas responsabilidades que la sociedad le exigía.

      En esta línea se sitúan los Centros de Formación Familiar y Social, un proyecto que empezó a gestarse en 1956, año en el que la UMOFC lanzó una encuesta a todas sus organizaciones afiliadas del mundo entero, para conocer la formación que las mujeres católicas recibían a través de dichas organizaciones. El resultado fue muy contundente. Las organizaciones de la UMOFC impartían una intensa formación religiosa, seguida de una fuerte formación familiar; pero la formación cultural era escasa y menor aún la formación de tipo social, político o cívico. Sin duda se pensaba que estas facetas de la formación humana no eran competencia de las organizaciones religiosas. El hecho cierto es que la encuesta puso de relieve que las mujeres católicas mostraban unas fuertes carencias culturales que, según los comentarios hechos por la UMOFC en sus boletines, ponían en riesgo la misma formación religiosa por la falta de base en que sustentarla.

      La UMOFC ponía de manifiesto esa carencia de una forma muy gráfica. Utilizando libros de tamaños diferentes, cada uno de los cuáles correspondía a la proporción de las horas dedicadas por las organizaciones católicas a cada tipo de formación, se intentaba construir una pirámide, con el resultado de que la formación religiosa caía por tierra al apoyarse en una formación cultural muy exigua. En consecuencia, la UMOFC incitó a sus organizaciones miembros a emprender una acción cultural de gran profundidad y amplio alcance.

      Pilar Bellosillo estudió con su equipo la forma de llevar a cabo esta acción en España. Apoyando un proyecto que la Comisión de Apostolado Rural, presidida por Ángela Rosa de Silva, venía considerando desde hacía tiempo, se pensó en actuar en primer lugar en favor de las mujeres casadas del medio rural, que tenían mayor necesidad y menores oportunidades de acceder a la cultura. Hay que tener en cuenta el elevado índice de analfabetismo rural femenino que entonces había en España.

      La Sección Femenina había acometido una tarea de formación doméstica y familiar que quedaba reducida al ámbito de la familia. Mientras que la Acción Católica, siguiendo el espíritu de las organizaciones internacionales, intentó abrir el horizonte de la formación de las mujeres, más allá de lo puramente familiar, iniciando un camino innovador. El proyecto del equipo de Pilar Bellosillo intentaba un plan de formación «integral», en el que se incluía el cultivo de todas las facetas de la persona, siguiendo los documentos de la UNESCO, de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y de la JOC francesa, y también de la pedagogía de Paulo Freire. Las primeras publicaciones de este autor en España aparecieron en la Editorial Marsiega en el año 1972, en la colección Fondo de Cultura Popular, dirigida por Mary Salas.

       Presidenta de las Jóvenes de Acción Católica

      Esa labor se realizó en centros especiales, creados con esta finalidad y localizados siempre que era posible fuera de los templos y las sacristías para facilitar la asistencia de las personas más alejadas de la Iglesia, porque se decidió que los Centros de Formación debían distinguirse bien de los de Acción Católica.

      Desde el primer momento se vio claro que esta educación, muy ambiciosa en su planteamiento, no podía abordarse sin una cierta profesionalización de las educadoras. Pilar Bellosillo insistía en que la buena voluntad no era suficiente. Para conseguir esta profesionalización se pensó, por una parte, en formar a estas instructoras a través de un curso largo y exigente; y por otra, que recibieran una retribución económica.

      El primer curso para instructoras se dio en Madrid del 27 de marzo al 30 de abril de 1959. Se trataba de una experiencia piloto que requería un régimen de internado de mes y medio de duración. Asistieron 40 mujeres seleccionadas por las diócesis de Albacete, Astorga, Bilbao, Calahorra, Cartagena, Cuenca, Huelva, Madrid-Alcalá, Orihuela, Pamplona, San Sebastián, Santiago, Sevilla, Tenerife, Toledo, Tudela, Tuy, Valladolid, Vitoria y Zaragoza. Los temas eran: formación religiosa, cívica y social; familia: deberes conyugales y educación de los hijos; cultura general elemental: geografía, historia, matemáticas, ciencias naturales, puericultura; medicina de urgencia; economía doméstica, cocina y valor nutritivo de los alimentos, y pequeñas industrias rurales: avicultura, apicultura y cunicultura. La formación familiar y doméstica, a cargo de Ángela Rosa de Silva y Esperanza Luca de Tena, tuvo mucha importancia porque se pensó que esta faceta de la personalidad de la mujer no debía descuidarse aunque se intentara ampliar y superar. La formación social y cívica estuvo a cargo de Tomás Malagón, consiliario de la HOAC y autor de la Semana-Impacto. Intervinieron también María Sabater, directora de la Escuela Familiar y Social de Madrid que formó en España a las primeras asistentes sociales, y Leonor Meléndez, doctora en Sociología. La formación religiosa estuvo a cargo de Carmen Bellosillo.

      Las enseñanzas prácticas, como apicultura, avicultura y cunicultura, que entonces se pensó que podrían ayudar a que las mujeres del mundo rural tuvieran unos ingresos supletorios que mejorasen su débil economía, se impartieron en la Casa de Campo a cargo de responsables de Sindicatos respectivos. Pero se suprimieron en cursos sucesivos porque tras una cuidadosa evaluación, se vio que no resolvían lo que se pretendía.

      Al finalizar el curso había que superar dos exámenes escritos. Pilar Bellosillo pidió la opinión personal de cada una de las participantes sobre la finalidad de los centros. Para dar importancia

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