Problemática jurídica posdoctoral: Debates iusfilosóficos, iusteóricos y iusdogmáticos. Óscar Mejía Quintana
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En la segunda parte exploro los contornos del ámbito posfundacional desde la crítica de Žižek a la pospolítica, la caracterización de Beck sobre la subpolítica y la definición de las ontologías políticas, de modo que me permita introducir el discurso de lo posfundacional y la superación de la distinción amigo-enemigo característica de la modernidad tardía, para retomar los planteamientos alternativos que desde la democracia deliberativa ha planteado la tercera escuela de Fráncfort (y la filosofía política francesa posfoucaultiana) para construir un nuevo concepto de lo político.
Finalmente, en la tercera parte, a partir del planteamiento de Neumann y Kirshheimer y su crítica a los excesos de la regulación jurídica y el diagnóstico habermasiano sobre la cosificación del mundo de la vida por parte del derecho, así como de los argumentos de Beck y Bauman sobre el sustrato jurídico-constitucional del hiperindividualismo posmoderno, además de la alienación que genera la aceleración contemporánea, la alternativa planteada por Axel Honneth sobre la dimensión posjurídica como estrategia de desregulación jurídica y la consecuente repotenciación y desjuridización de los procesos mundo-vitales.
El ámbito de lo posontológico
El giro ontológico social
Marx: reapropiación de la autoactividad
El pensamiento de Marx prolonga la reflexión sobre la problemática de la alienación, como con claridad lo ha puesto de presente la reconstrucción de Paul Ricoeur, especialmente en los capítulos “Marx: la crítica de Hegel” y “Los manuscritos y Marx: la ideología alemana” en Ideología y utopía1, reconceptualizando la secuencia de la categoría desde la noción hegeliana de alienación, vista de manera negativa, hasta la de objetivación como un proceso social necesario, para continuar con el de división del trabajo, donde, según Ricoeur, residen la esencia del planteamiento marxista maduro y la solución de continuidad con la categoría hegeliana, y para, finalmente, desde la perspectiva de la economía política, plantear el fetichismo de la mercancía como la forma específica que toma la alienación en el capitalismo.
Para Ricoeur, ya en los Manuscritos económico-filosóficos de 1844, Marx reconoce en la objetivación un proceso social que indica la forma en que el trabajo humano se realiza de manera creativa al producir un ser-objeto que es independiente de su creador y del entendimiento que lo conoce, siendo este el ingrediente esencial por medio del cual el ser humano humaniza el mundo y el mundo mundaniza al ser humano. Pero ahí mismo se empieza a desarrollar la noción de trabajo enajenado, que irá aparejada con los conceptos de democracia plena y hombre total, por cuanto la superación de la alienación (emancipación del ser humano) requiere de la realización de las potencialidades y de un contexto político que lo posibilite, como ya había planteado el joven Marx en la Crítica de la Filosofía del Estado de Hegel.
Si es claro que la categoría de alienación adquiere entonces una connotación crítico-materialista al superar la interpretación idealista hegeliana que había cargado hasta la Introducción a la Crítica de la Filosofía del Derecho de Hegel, la prueba definitiva de que esta se mantiene y se reformula en términos explícitamente marxistas es su presencia en La ideología alemana, donde, para Ricoeur, se metamorfosea en cuanto división del trabajo, enriqueciendo la categoría más adelante con las nociones de autoactividad, pérdida de la autoactividad y reapropiación de la autoactividad, con lo que se consagra el paso de la problemática de la alienación del joven Marx al Marx maduro.
Sin embargo, tales consideraciones fueron imposibles de deducir en su momento por el desconocimiento que de estas obras se tuvo prácticamente hasta la década de 1930. De ahí que el marxismo ortodoxo relegara la alienación al problema del fetichismo de la mercancía, por lo que el cambio del modo de producción capitalista implicaría que en el socialismo se eliminara la alienación, lo cual evidentemente no ocurrió. Lo anterior sería, sin duda, una de las razones por las que el estalinismo forzaría más tarde a Lukács a abjurar de su teoría de la cosificación, para ocultar la alienación que persistía y se había agravado pese al triunfo del socialismo.
Lukács: reconstrucción marxista de la ontología
El mérito de Lukács, que se muestra ya en Historia y conciencia de clase, reside en dos puntos: en primer lugar, en su aplicación de la categoría de racionalización weberiana al capitalismo, la relación que establece con el fetichismo de la mercancía y las consecuencias que de ello deduce en términos de cosificación de las relaciones sociales. En segundo lugar, y en esa misma línea, en la consideración de que el proletariado accede a una conciencia revolucionaria a través de la posibilidad objetiva de subvertir el sistema capitalista en su momento de crisis revolucionaria. Ello desvirtúa el dogma ortodoxo según el cual la conciencia de clase del proletariado es traída desde fuera, desplazando consigo la comprensión de un marxismo interpretado por la vanguardia proletaria, influida a su vez por la pequeña burguesía que lo dirige hacia un materialismo burgués mecanicista2.
Pese a que el estalinismo lo obliga a rectificar su planteamiento de HCC, su estudio posterior en El asalto de la razón3 puede ser interpretado como la explicitación del proceso de autoalienación de la conciencia burguesa, ocurrida desde el siglo XIX hasta la subida al poder del nacionalsocialismo, señalando el rol y la responsabilidad que tienen en todo este desarrollo la filosofía de la vida y los elementos de irracionalismo que lentamente se apoderan del pensamiento burgués posilustrado. Tal análisis no dejará de recordar las consideraciones análogas de la Escuela de Fráncfort.
El último texto en la obra de Lukács será su voluminosa Ontología del ser social (en adelante oss, Ontologie des gesellschaftlichen Seins, Luchterhand, Darmstad y Neuwied, 1971), de cuyas tres partes constitutivas se han ido conociendo fragmentos a lo largo de los años: ontología de Hegel, ontología de Marx y ontología del trabajo. En español, la publicación ha sido aun más fragmentaria, y de ahí la dificultad en la asunción de lo que fue el gran legado del que sin duda es el mayor filósofo marxista heterodoxo y uno de los grandes del siglo XX, eclipsado por el estalinismo, por una parte, y por otra, por quienes además terminaron acusándolo también, y paradójicamente, de estalinista.
La categoría de partida en Lukács, en general en toda su obra, pero especialmente en su Estética y en las reflexiones previas a su ontología, será la categoría de totalidad concreta, que toma de Hegel pero despojada de sus derivaciones idealistas, junto con la lectura crítica del joven Marx, del que deriva su abordaje metódico de interpretación societal que este mismo calificó como dialéctica materialista. Lukács retoma la separación entre alienación-objetivación de Marx (conclusión que extrajo de manera intuitiva), que se reconfigura en alienación, para finalmente, junto a Habermas, asentarla en la cosificación. Incluso la separación de sujeto-objeto, pese a las críticas que tendrá Lukács en Historia y conciencia de clase, hará también parte del acervo epistemológico de esta dialéctica materialista de corte heterodoxo.
En su Estética, la base ontológico-social se evidencia permanentemente. Por medio del arte, el ser humano tiene una ventana abierta a la historia, que le permite fugarse de la alienación a la que está sometido en la modernidad tardía. La ontología del ser social propone la plenitud del hombre total, utilizando como instrumento el arte, que permite subsumir lo universal y lo individual a manera de acercamiento, posibilitando un reflejo de lo externo que viene desde el hombre y lo dirige hacia él y que, contrario a la ciencia, que pretende explicar lo exterior al arte, promueve el conocimiento y reconocimiento