Problemática jurídica posdoctoral: Debates iusfilosóficos, iusteóricos y iusdogmáticos. Óscar Mejía Quintana
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Por su parte, Viveiros de Castro aborda la ontología en la relación sociedad-naturaleza desde la perspectiva del multinaturalismo, para analizar las múltiples formas en que se entienden y relacionan entre sí los seres humanos, los animales y los espíritus. Así, todo aquel que tiene un cuerpo puede representarse el mundo, y este se aprehende bajo unas categorías culturales similares; lo que dista desde el punto de vista de uno u otro es el mismo mundo que se aprehende. A través de relaciones de reciprocidad y diálogo, los seres pueden explorar otras formas de conocimiento del mundo. No se trata, sin embargo, de un mundo de relaciones equilibradas, sino uno incluso desordenado y complejo. Aquí, la definición de múltiples realidades no parte de la mente, sino de los cuerpos.
Ruiz y Del Cairo, siguiendo a Kohn, se proponen argumentar una antropología más allá de lo humano, en la medida en que las representaciones del mundo no son una capacidad exclusiva del hombre, siendo que todos los seres tienen la capacidad de representar el mundo al cual copertenecen, por medio de un conjunto de signos dotados de significados y sentido, entrelazados por un sistema de símbolos, lo cual es denominado por el autor ecología de las subjetividades. Adicionalmente, posturas como la de Povinelli, citado por Ruiz y del Cairo, proponen ir más allá, considerando en las representaciones del mundo aquello que pueden decir factores no bióticos, a lo cual denomina geontología.
El sentido ontológico de lo expuesto radica en la existencia de múltiples alternativas e interpretaciones que escapan al sistema de entendimiento humano, desde las cuales el mundo, el entorno natural, puede ser representado. Se descentraliza así el asunto del anthropos, para comprender que todo aquello que habita el mundo tiene la facultad de representarlo y significarlo. Pese a lo anterior, según el multiculturalismo, existen solo unas formas legítimas de interacción, dignas de reconocimiento, sesgadas y limitadas a un objetivo economicista. El multiculturalismo radicaliza, así, la diferencia cultural. Los autores citan a Blasser, quien plantea que la ontología política pretende desmontar el postulado multicultural, desde el cual se presupone la existencia de una forma homogénea y adecuada de comprender la naturaleza (y la misma diversidad cultural), frente a formas alternas planteadas desde perspectivas culturales diversas.
En conclusión, Ruiz y Del Cairo apuestan por la inexistencia de una sola naturaleza sobre la que yacen múltiples representaciones, siendo que se trata de múltiples realidades que coexisten y que emergen por la confluencia de un sinnúmero de factores, humanos o no, orgánicos o no, que las componen y que interactúan entre sí, y la hacen posible gracias a las prácticas que en ellas se ejecutan. Desde el giro ontológico, se trata de exaltar la existencia per se de dichos mundos como realidades igualmente válidas, pero no superiores, en permanente interacción y sin construcción definitiva.
Janke: posontología
Aunque Janke no es un autor de primer orden, su planteamiento sobre la posontología tiene elementos que permiten inferir el horizonte de lo que sería la dimensión de lo posjurídico22. Su obra se divide en dos partes: la primera constituye una aproximación histórica en la que reconstruye la relación de la metafísica con el positivismo, para posteriormente explorar el ocaso de la ontología por el advenimiento del nihilismo. La segunda parte intenta definir los elementos sistemáticos de una posontología. A partir de la tensión entre el logos apofántico y la lógica categorial, Janke retoma lo que denomina la encrucijada entre verdad y existencia, que conduce al ser-expuesto-en-el-mundo como categoría sustancial, y lo cual se revela en toda su intensidad en situaciones límites y fundamentales que ponen de presente las posibilidades reales de la existencia.
La posontología, como la recoge Guillermo Hoyos en su introducción al libro de Janke23, tiene que ser entendida como una crítica a la hegemonía del discurso racional, que pretende reducir el análisis del ser a unas categorías lógico-científicas, relegando las posiciones mítico-religiosas y poético-estéticas, tanto o más relevantes –ya lo sugería Lukács– para la representación del ser. En ese sentido, la dimensión cotidiana –del mundo de la vida, como diría Habermas– no ha logrado ser recogida por la ontología, que la ha reducido a términos cuantificables del positivismo. Por ello, se requiere que dichas dimensiones no sean consideradas como res extensa, sino, por el contrario, como perspectivas legítimas de análisis de la realidad.
La posontología se enmarca, pues, en esa dirección, de manera análoga y sin estar estructuralmente comprometida con ella, en la crítica posmoderna a la modernidad. Es la contrastación radical de la ontología tradicional, que ha reducido el ser a lo “noético-instrumental-teleológico”24. De ahí por qué su crítica al positivismo, pero también al nihilismo, en la medida en que la ontología ha quedado cercada, ya por el discurso racional instrumental, ya por su anverso, el nihilismo, que ha renunciado a plantear cualquier alternativa.
La praecisio mundi desterró de la ontología el mito, el arte, la ética, la religión, aspectos donde reside la posibilidad de superación de la ontología. De ahí por qué la reivindicación de Hölderlin y su preocupación por el futuro, por la remitologización del mundo, que permita repoetizar al ser y, desde ahí, desentrañar su significado original. Esa es la tarea de la posontología que se plantea Janke: asumir el mundo como totalidad, no solo como cosa medible y cuantificable; escudriñar de qué manera en la poesía, en el arte, en la lengua, podemos rescatar, reinventar de nuevo la verdad de la existencia, el sentido perdido del ser.
Ahora, dentro de los elementos categoriales de la posontología se tiene que el lenguaje debe ser liberado de la razón instrumental para poder explorar los límites de la existencia misma del hombre como ser-expuestoen-el-mundo, que, al aventurarse y experimentar situaciones límite, halla nuevas verdades desde las que puede vislumbrar la realidad del ser, más allá de la razón apofántica. La fragilidad de la existencia humana que sentimos en esas situaciones límite permite evidenciar la finitud de la existencia y exaltar el carácter indeterminado e inestable del destino, y en esos intersticios podemos ir más allá de la ontología positivizada y descubrir la dimensión encubierta de la posontología en la incertidumbre, el dolor y la angustia, pero también en la sorpresa de la vida.
En ese punto, el tiempo, por supuesto, donde nos movemos en esa tensión entre finito e infinito, es el ambiente natural e insalvable en que debemos resolver esta encrucijada. Ahí es donde el ser expuesto que somos tiene que asumir su nueva perspectiva, con miras a superar las limitaciones que la ontología como res extensa le ha impuesto y proyectarse en lo mítico-poético-estético en búsqueda de los nuevos horizontes del ser25.
El ámbito de lo posfundacional
Ontologías políticas: más allá de la política
La pregunta por la ontología política
La relación entre pensamiento y política ya no puede ser entendida bajo el esquema de representación sujeto-objeto, en el cual el pensamiento (sujeto) se representa aquello denominado (política) y así mismo lo determina, lo certifica y lo subordina26. En ese orden de ideas, la ontología política pone de presente la necesidad de repensar la relación entre pensamiento y política desde el giro ontológico