Problemática jurídica posdoctoral: Debates iusfilosóficos, iusteóricos y iusdogmáticos. Óscar Mejía Quintana
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En este tránsito de la cotidianidad a la genericidad varias instancias institucionales son decisivas: por supuesto, en la perspectiva marxista, el trabajo como work y como labour, la moral y la religión, la política, el derecho y el Estado, por supuesto la ciencia, el arte, la filosofía y, necesariamente, la libertad12 moldean nuestro ser en el mundo por medio de pautas y regulaciones que definen lo que somos y lo que queremos ser, es decir nuestro marco estructural de la vida cotidiana, que discurre por la dinámica de las objetivaciones, que a su vez determinan nuestra inserción en la cotidianidad13 por medio de los usos, los hábitos y los instrumentos, en el contexto de normas y pautas regulares y repetitivas.
Pero algunas de estas proyecciones al mundo resultan particularmente significativas para nuestra inserción en la cotidianidad, en la medida en que por su intermedio logramos lo que Heller llama, recordando a Hegel, la “genericidad para sí”14. El saber cotidiano, que nosotros denominaríamos “sabiduría popular”, es una mediación fundamental que nos posibilita la movilidad y el reconocimiento en los contextos y que a diario implementamos en los procesos más irrelevantes para apropiárnoslos adecuadamente, ya que son claves para nuestro manejo de una cotidianidad cualificada.
Pero no lo es menos –y quizás es más definitivo, en la línea posontológica que hemos venido rastreando– el contacto cotidiano, pues este es la base y el reflejo de las relaciones sociales. La acción directa con el otro, el juego, los afectos que orientan la cotidianidad, la cercanía y la lejanía, el hogar, el tiempo que se traduce en vida y muerte, la regeneración, el ritmo, los momentos, las colisiones de la vida cotidiana, la disputa, el conflicto, la amistad y la enemistad, el idilio, los factores de la satisfacción cotidiana, lo útil y agradable y lo desagradable son, en últimas, por donde discurrimos en la vida para tener una existencia sensata y feliz o lo contrario. La superación de la ontología tradicional, el dominio de la posontología, tienen sus bases en estas estructuras de la vida cotidiana.
Por supuesto, hay también patologías y desviaciones en la vida cotidiana por cuanto muchas de sus proyecciones asumen regularmente un carácter alienante con la homogeneización y la hipergeneralización, que se concretan en la reproducción de prejuicios, las repeticiones y la imitación; estas operan en la cotidianidad como extrañación del individuo, que recrudece su alienación.
Aunque Heller no retoma en sus análisis la categoría de cosificación lukácsiana, recupera la de hombre entero de Lukács, que sin duda recuerda de manera directa la de hombre total del joven Marx, definiendo el extrañamiento como el abismo que se presenta entre el desarrollo humano y sus potencialidades. Mucho más tarde, en su acercamiento a la cultura posmoderna del capitalismo tardío, fenómenos como el nihilismo, el elitismo, la apoliticidad, la estatización de la vida y la payasada serán, análogamente, consideradas también expresiones patológicas de la vida cotidiana contemporánea que bien podrían caer bajo la caracterización de la alienación15.
Racionalidades prácticas y pluriversos
MacIntyre: ontologías y racionalidades prácticas
En sus obras más significativas, MacIntyre16 presenta cuatro tradiciones en conflicto, expresión de modos de vida social diferentes17: la tradición aristotélica, que emerge de la vida retórica y reflexiva de Atenas; la tradición agustiniana, que florece en los monasterios de las órdenes religiosas y en sus entornos seculares y da pie a la versión universitaria tomística; la tradición escocesa, síntesis del calvinismo agustiniano y aristotélico-renacentista que impregna el sistema jurídico y universitario en la modernidad temprana; y, finalmente, la tradición liberal, que reniega de toda tradición en nombre de principios abstractos, universales y racionales, convirtiéndose ella misma en una tradición en disputa con todas las anteriores.
Cada tradición es parte de una historia y de una cultura, por cuya concepción de justicia y racionalidad práctica ha entrado en conflicto, en diferentes momentos de la historia, con otras tradiciones que, a su vez, se han forjado con diferentes patrones de desarrollo; pero el liberalismo tiene una característica particular, y es su pugna con todas estas tradiciones a partir de la Ilustración, que niega la racionalidad de estas.
Encontramos, pues, que las tradiciones tienen formas disímiles de comprender su catálogo de virtudes, su autoconcepto y su cosmología metafísica. Las tradiciones –a excepción de la liberal– plantean una narrativa particular desde la cual pueden ser descritas las otras racionalidades, pero ello no implica un diálogo entre estas (reto perspectivístico), lo que significa que la comprensión y comparación total frente a otras tradiciones tampoco es posible (reto relativista).
Frente a un conflicto de tradiciones, ¿cómo se puede responder de manera racional? Usualmente la respuesta supone la existencia de estándares racionales desde los cuales juzgar. Pero esta falsa creencia debe ser desechada para comprender que ello representa el agón de un encuentro ideológico y no es el mismo espectro de problemas para todos. El individuo asume, sin cuestionar, las formas liberales dominantes de la vida pública, pero dibujándolas sobre múltiples tradiciones. Esta fragmentación se expresa en actitudes éticas divididas y principios morales y políticos inconsistentes, así como en tolerancia forzada y lenguajes fracturados.
En este contexto, ¿cómo puede alguien comprometerse argumentativamente en un diálogo efectivo, salvo con la propia tradición en la que vive? Los estándares de racionalidad de cada tradición y un discurso fragmentado invitan al hombre moderno a un autoconocimiento incoherente de sí mismo. Esto lleva a una inconclusividad de toda argumentación en las ciencias sociales, que abandona a la persona a sus preferencias prerracionales.
El punto de vista de la cultura liberal vuelve irrelevante el de todas las otras tradiciones, que exceden la “universalidad racional”, encubriéndolas en el escenario del debate público, gracias a una ficción de objetividad camuflada. La única vía para superar esto sería la circunvalación o la subversión de esa racionalidad liberal mediante la potencialización narrativa de las demás tradiciones18.
Pluriversos y ontologías relacionales
Desde la perspectiva del giro ontológico, se busca desmontar el binomio naturaleza-sociedad, característico de las sociedades occidentales y del racionalismo, que pretenden imponer una conceptualización de índole científica y dominante de dicha relación binómica, para optar por una relación en la que naturaleza y sociedad se encuentran imbricadas en una especie de continuum en el que no es identificable el abismo epistemológico existente entre ellas. En las sociedades distintas a la occidental se evidencia el desmonte de la relación binómica referenciada19.
Para Descola, citado por Ruiz y Del Cairo, ontología es el “sistema de las propiedades que los seres humanos atribuyen a los seres”20.