Problemática jurídica posdoctoral: Debates iusfilosóficos, iusteóricos y iusdogmáticos. Óscar Mejía Quintana
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Beck: la subpolítica
La preocupación de Beck es la forma en que ha cambiado lo político en la segunda modernidad: producto de una sociedad cosmopolita, genera un futuro abierto en la sociedad, la estatalidad y la política, y da origen a varios interrogantes a los que el propio Beck intenta dar respuesta30. El diagnóstico final de la política ya no es válido desde la mirada nacional, que se olvida de la contingencia política; por esto, en su lugar opuesto se plantea la mirada cosmopolita que presenta un panorama de globalización de la contingencia basada en la estrategia de la gran política, la desespacialización del Estado, la transnacionalización, las coaliciones estatales múltiples, el riesgo global, el entrelazamiento del interior y el exterior –de ganancia-ganancia–, la cosmopolitización del derecho y la cosmopolitización regional. El aspecto central de la nueva teoría crítica enseña que la mirada nacional siempre lleva a plantear, de manera irremediable, el fin de la política y de la contingencia global de lo político que la mirada cosmopolita diagnosticaba31.
Radicalizando a Luhmann, sin duda es Beck quien más ha problematizado el carácter de esta nueva sociedad global. Para Luhmann, la sociedad de los sistemas sociales autorreferentes, dada su naturaleza autopoiética, hace frente a las contingencias estructurando sentido a partir de su lógica propia, sin considerar como referente sustancial las necesidades del entorno, lo que le permite a Beck caracterizarla como la sociedad del riesgo, donde toda estructura contra/frente al riesgo-contingencia abre un frente de azar no estructurado que somete a la sociedad de sistemas a una permanente dialéctica entre la contingencia y el caos.
De esta tensión infiere Beck un diagnóstico impactante que relativiza las sesgadas lecturas weberianas en torno al advenimiento de la modernidad como un proceso lineal y progresivo, prácticamente sin conflictos. La teoría de la modernidad reflexiva pone de presente no solo la tensión que polariza a la modernidad, sino la contradicción misma que la desgarra: la modernidad se ve confrontada por una contramodernidad, creando con ello un universo político donde pugnan entre sí dos caras de un mismo proceso histórico, social y político y donde al proyecto de modernidad se opone la modernidad reflexiva, que tiene una pretensión antisistémica; a partir de allí, Beck fundamenta lo que denomina la “reinvención de lo político”32.
La invención de lo político es para Beck el final de la teoría de sistemas, el reconocimiento de que la política se inventa por encima o por debajo de los sistemas y de que esta no existe ni puede existir en la burbuja sistémica en que Luhmann pretendiera –pese a todas sus revisiones– instalarla cómodamente33. El surgimiento no solo de nuevas subjetividades –Baudrillard y Touraine ya lo han registrado34–, sino de una realidad asistémica, paradójicamente sistémicamente estructurada, parecen contrastar sin posibilidad de réplica las optimistas tesis luhmannianas de un sistema puro, libre de contaminación.
Crítica de la alienación y democracia radical
Crítica de la enajenación
La primera generación de la Escuela de Fráncfort, con Horkheimer, Adorno y Marcuse, particularmente, en un segundo momento de su desarrollo radicaliza la lectura lukácsiana del problema de la cosificación en términos de una crítica de la razón instrumental a lo largo de la historia de Occidente, desde los griegos hasta nuestros días. La alienación es una problemática no superada, prácticamente consustancial al desarrollo occidental desde sus orígenes.
En la primera etapa de la Escuela de Fráncfort, que puede establecerse entre 1920 y 1940 y que sin duda constituye el periodo más ortodoxo de su heterodoxia, el problema de la alienación queda en buena parte subsumido por las reflexiones que se centran en el problema del autoritarismo y los procesos de socialización fundamentados en la familia. Los numerosos escritos de Horkheimer y Fromm recogen la proyección de la escuela en su conjunto, recopilados en la famosa investigación Autoridad y familia35.
Pero el ascenso y expansión del nazismo sobre Europa y, en ese contexto, el suicidio de Benjamin en la frontera franco-española cuando trataba de huir, sin duda fuerzan el giro programático de sus amigos Horkheimer y Adorno, que, en el exilio, centralizan la alienación como objeto de estudio de la escuela francfortiana36.
En efecto, la Crítica de la razón instrumental37 y, casi enseguida, la Dialéctica de la Ilustración38 ponen de presente no solo la alienación del hombre frente a la naturaleza, sino la alienación del hombre frente a la cultura (como consecuencia de la industria cultural del capitalismo, que invade la conciencia y elimina el pensamiento crítico) y del hombre frente a su propia especie. La Dialéctica se anticipa a todo el giro posestructuralista de Foucault en conceptos claves de este, como será el de la biopolítica: la alienación del hombre frente a su especie se evidencia en la reificación o cosificación del ser humano, concretada en Auschwitz: el olvido y la enajenación de la humanidad que somos, que reduce el ser humano a su exterminio, a la nada, como bien lo sabrá mostrar más tarde Giorgio Agamben en Homo sacer.
Ya en el Marcuse de Eros y civilización, en ese enriquecedor diálogo crítico con Freud y el psicoanálisis se plantea lo que Schaff llamaría la alienación de sí mismo, que en este caso se trata de la alienación del ser humano frente a su sexualidad, frente a su eros, que lo somete a una genitalización alienante de su eroticidad natural39. Más tarde, esa razón instrumental que se ha alienado del ser humano será abordada tanto por Marcuse como por Adorno en El hombre unidimensional40 y la Dialéctica negativa41 respectivamente, en términos de una razón unidimensional que todo lo absorbe, incluso los impulsos liberadores y emancipatorios, inmovilizando a la misma clase que estaba llamada a la revolución social, sin duda –para Adorno– debido a una razón identitaria que, desde la dialéctica hegeliana, todo lo subsume, incluso los opuestos, a favor de la realidad capitalista misma. El pensamiento, si ha de proyectar algún horizonte emancipatorio, tendrá que hacerlo desbordándose a sí mismo, quizás desde la sensibilidad estética42.
Habermas, cosificación y democracia radical
RACIONALIZACIÓN Y COSIFICACIÓN
Después de esto, la alienación como categoría de análisis parece perderse en la obsolescencia del concepto43. Será un representante de la segunda generación de la Escuela de Fráncfort, Habermas, quien la sacará de nuevo a relucir, retomando a Marx, a Weber y a Lukács, para proferir uno de los diagnósticos más agudos y demoledores sobre el derecho racional moderno en su Teoría de la acción comunicativa. Habermas parte de una reconstrucción histórica del proceso de racionalización occidental, que permite precisar tres momentos diferentes en la relación entre sistema y mundo vida, relación que empieza a fracturarse hasta llegar a su separación total, planteando una relación de subordinación de la integración social a la integración sistémica, como resultado del ascenso de la racionalidad capitalista44.