Abogados de ficción. Walter Arévalo-Ramírez

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Abogados de ficción - Walter Arévalo-Ramírez Derecho

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ingleses de esta compañía, el interés del Gobierno británico residía en establecer la situación de algunos hombres de Barbados y, por ende, súbditos británicos, que habían sido contratados por la Casa Arana en calidad de capataces (Vargas Llosa, 2010, p. 149). Es necesario mencionar que la Casa Arana, fundada y dirigida por el peruano Julio César Arana, fue una empresa cauchera que operaba en el Putumayo y el Amazonas. La compañía fue acusada de cometer atrocidades contra las comunidades indígenas de esta zona para generar más ganancias a su operación comercial (Thomson, 1913). Esta empresa, que fue originalmente peruana, fue adquirida por accionistas ingleses, siendo incorporada bajo el nombre de Anglo-Peruvian Amazon Rubber Co (Uribe, 2013).

      En las actividades caucheras de la Casa Arana, el sometimiento de los indios estaba justificado en la lógica de que su participación en esta actividad económica les permitía un encuentro con la civilización y, además, el acceso a bienes europeos a cambio del caucho recolectado. Al respecto, Julio César Arana señaló:

      Yo entré en relaciones de negocios con las dichas colonias (del Putumayo) cambiando mercancías por caucho, comprando provisiones y haciendo avances, (hasta entonces) los indios (de estas riberas) habían resistido el establecimiento de la civilización en sus distritos… pero alrededor del año 1900 en adelante los indios se volvieron más civilizados, y un sistema de recolección del caucho por los indios (que intercambiaban) por mercaderías europeas surgió entre los indios y las colonias. (citado por Centro Nacional de Memoria Histórica [CNMH], 2014, p. 109)

      Casement constató que en el Putumayo los indígenas estaban bajo un yugo empresarial, caracterizado por el maltrato atroz, para garantizar la explotación del caucho (Vargas Llosa, 2010, p. 173). En particular, durante su estancia en la Amazonía, fue testigo y pudo documentar el deplorable estado al que había sido reducida la población indígena mediante prácticas como la tortura y el tráfico de seres humanos.

      Producto de sus investigaciones, Casement elaboró un informe para la Cancillería inglesa que retrataba la manera en que la explotación del caucho en la Amazonía por parte de una compañía inglesa era posible gracias a un modelo de explotación esclavista sustentado en la coerción y la violencia ejercidas en contra de la población indígena. Haber sido testigo de los estragos que el imperialismo europeo causó en África y América Latina hizo a Casement ser consciente de las condiciones de opresión en las que el Reino Unido mantenía sometida a su natal Irlanda. Irlanda fue invadida por los ingleses, cuyo poder se consolidó en el reinado de Enrique VIII. Desde este momento Irlanda sufrió la opresión por parte de la Corona inglesa hasta su independencia parcial en 1921 (Irlanda del Norte continúa siendo parte del Reino Unido).

      Como le dice Casement a un interlocutor en un pasaje de la novela, la colonización en Europa era más refinada, pero no menos cruel (Vargas Llosa, 2010, p. 388). De este modo, la novela finaliza narrando la etapa en la vida de Casement en la que este se involucra con el independentismo irlandés, razón por la que a la postre sería acusado de traición y condenado a la pena de muerte.

      En el ámbito literario, José Eustasio Rivera en La vorágine narra algunas de las atrocidades que ocurrieron durante esta época. Desde su publicación en 1924, las aproximaciones a La vorágine han valorado de manera diversa su carácter mítico y simbólico, su carácter documental autobiográfico y su carácter de denuncia social (Thomas, 1991, p. 97). Al respecto, se ha afirmado que, al hacer un recuento preciso con exactitud histórica de las condiciones inhumanas que provocó la fiebre del caucho en el territorio colombiano entre 1905 y 1920, la novela es también un valioso archivo histórico (Neale-Silva, 1939, p. 316).

      La novela se desarrolla inicialmente en los llanos y después en la selva amazónica. El relato en los llanos se caracteriza por una “superabundancia de acción”, caracterizada por la sucesión vertiginosa de eventos (Neale-Silva, 1939, p. 319). Este sigue a Arturo Cova y a Alicia, una pareja que decide huir de Bogotá con rumbo hacia el Casanare luego de que ella no respetase un matrimonio arreglado por su familia con un viejo terrateniente. Acompañados de don Rafo, un antiguo compañero del padre de Cova, llegan a la fundación La Maporita, donde se encuentran con los demás personajes de la novela que también estarán presentes cuando el relato llegue a la selva: un matrimonio conformado por Griselda y Fidel Franco, propietarios de La Maporita, y Narciso Barrera.

      Respecto de este último, si bien se menciona que Barrera está en los llanos en busca de personas para llevarlas a trabajar en las caucherías del Vichada, las menciones de la explotación cauchera en esta parte son escasas. Sin embargo, desde muy temprano, Rivera (1985) deja claro que esta hace parte del contexto histórico de la novela, al apuntar que las actividades en las fincas ganaderas estaban detenidas porque “ante el señuelo del próximo viaje a las caucherías ninguno pensaba en trabajar cuando estaba en vísperas de ser rico” (p. 26).

      Cova y Fidel Franco penetran en la selva en búsqueda, respectivamente, de Alicia y Griselda, que se han ido con Barrera. Allí, el carácter de denuncia social de la novela adquiere preponderancia, principalmente a través de los relatos de cómo es la vida en las caucherías por parte de los personajes. Cova y sus acompañantes se van topando con distintos personajes en su camino hacia el Vichada. Por un lado, se encuentran con un viejo conocido de Franco, a quien acompañan varios indígenas. Son estos quienes les recomiendan a los viajeros no navegar por el río Inírida, puesto que río arriba se encuentran “caucherías y guarniciones. Trabajo duro, gente maluca, matan a los indios” (Rivera, 1985, p. 102). Los indígenas también les advierten que en el camino podrían encontrarse con prófugos de las caucherías que los tratarían hostilmente, así como con una fábrica administrada por un italiano, conocido como el Cayeno, cuyos caucheros “nos pondrían a trabajar por el resto de nuestra vida” (p. 102). Esto refleja el hecho histórico de que la población indígena, además de ser esclavizada para trabajar el caucho, fue sometida a amenazas, persecuciones, secuestros y asesinatos por los empleados de las compañías caucheras (CNMH, 2014, p. 125).

      Por otro lado, Cova y sus acompañantes se topan con Clemente Silva, un pastuso quien les cuenta que lleva vagando dieciséis años en búsqueda de su hijo Luciano, quien, a su vez, se escapó de su hogar para ir tras las promesas de las caucherías, convirtiéndose él mismo en un cauchero. A partir del relato de Silva, Cova concluye que yendo hacia el Cayeno podría encontrar a Barrera y a Alicia, lo que finalmente ocurre. Luego de un forcejeo, Cova mata a Barrera, y junto con Franco, Griselda, Alicia y su hijo recién nacido, continúan andando por la selva, esperando a Clemente Silva. Es a este a quien Cova le confía la entrega de un manuscrito dirigido al cónsul de Manaos. El epílogo de la novela indica que Silva nunca pudo dar con Cova y sus compañeros, a quienes “los devoró la selva”.

      El encuentro con Silva es el más significativo en cuanto a la denuncia de la novela. En su relato, se identifican varias situaciones características de la fiebre del caucho, como el sistema de endeude o la esclavitud a la que se sometía a los indígenas, lo cual permitió a las casas caucheras adquirir mano de obra a precios bajos:

      El cuadrillero o cauchero aventajado le adelanta al siringuero “la comida, la ropa y la pólvora necesarias para la subsistencia en la selva”, junto con sus herramientas de trabajo, y las descuenta del valor de la compra. Fija arbitrariamente un precio elevado, que este no alcanza a cubrir, con lo cual el siringuero queda atado de por vida al sistema de endeude. Una relación afín ata entre sí a los demás actores de la cadena en cada eslabón: el cuadrillero al intermediario y, este, a la firma o casa. (Uribe, 2013, p. 37)

      En

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