Уголовно-процессуальное право. Практикум 5-е изд., пер. и доп. Учебное пособие для бакалавров. Владимир Александрович Давыдов

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Уголовно-процессуальное право. Практикум 5-е изд., пер. и доп. Учебное пособие для бакалавров - Владимир Александрович Давыдов Бакалавр. Академический курс

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ante las iniciativas de ciudadanos concienciados que dan comida a los sin techo. En las ciudades del Estado español, desgraciadamente, no hay suficiente conciencia social para que las administraciones urbanas se planteen tales medidas, porque para la mayoría de los ciudadanos, los sin techo y los hambrientos son invisibles. La amenaza, esa forma de violencia «discreta» del neoliberalismo que nos recuerda que el 99% de las personas puede acabar como el sin techo que mendiga en la esquina, se utiliza para no mirar y para no ver, y así aumenta el poder divisorio del neoliberalismo.

      La lucha por el espacio, por definirlo, por el derecho a la ciudad es uno de los grandes temas pendientes de los movimientos sociales.

      Dentro y fuera al mismo tiempo: espacios intersticiales

      Los que se supone que administran la ciudad para todos los contribuyentes, en realidad, hacen grandes esfuerzos para que solo las personas con dinero que viven en la ciudad, o los turistas, puedan estar cómodos y utilizarla. La ciudad es de los que pueden comprar, ir a restaurantes y a hoteles.

      No se entiende: gente sin casa y casi sin gente.

      Pancarta de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca

      Los desahucios aumentan. Según el Instituto Nacional de Estadística, durante el segundo trimestre del 2014, se llevaron a cabo 18.749 desahucios, un 3,74% más que durante el mismo periodo el año anterior. Cataluña, con el 23% de los desahucios, encabeza la lista. A estos datos hay que añadir los que no se publican: el de las familias, miles de familias, que deciden

      «auto-desahuciarse» porque el desahucio es inminente y quieren evitar que la familia, especialmente los niños, vivan la violencia de la policía durante los desahucios.

      Los miembros de la pah y otros vecinos solidarios que intentan parar desahucios son sometidos a violencia física, multas y encarcelamientos. Ahora, con la nueva Ley de Seguridad Ciudadana («Ley Mordaza»), las multas por intentar parar un desahucio llegarán hasta los 30.000 euros, pero aun así, personas como Fernando de la pah de Pinto, siguen su actividad solidaria. «Meterse en esto tiene muchas consecuencias, sobre todo a nivel anímico», dice:

      Uno nunca se acostumbra a que un policía te ponga contra una pared, a recibir golpes o a dar la cara en un juzgado. Mucha gente no entiende por qué seguimos. Les invito a que se acerquen a un desahucio, a que suban a la vivienda. Cuando ves a la familia no puedes hacer otra cosa que quedarte.

      Disculpen las molestias: estamos creando un mundo mejor para sus hijos.

      Pancarta del 15M

      Poner en evidencia

      Cuando se expone la situación de la realidad, dicen que desmoralizamos.

      Sebastián Mora, secretario general de Cáritas

      Sin querer y sin darse cuenta, los excluidos se convierten en cuerpos resonantes: resuenan con grandes verdades. Sin palabras y con solo su presencia, ponen en evidencia las desigualdades y las injusticias de la exclusión. Son como faros que arrojan luz sobre las mentiras de la propaganda sobre la «libertad», la «democracia» y la «recuperación».

      Una madre con sus hijos que busca comida en el contenedor de la basura delante de un restaurante. Un anciano que tiene dificultades para desplazarse y, ante un semáforo, su confusión le impide cruzar la calle. Un enfermo de Sensibilidades Químicas Múltiples lleva puesta una mascarilla industrial. Una mujer empuja un carrito de la compra donde están todas sus pertenencias. Una mujer joven, en silla de ruedas, mira a la calle desde su balcón en un cuarto piso sin ascensor. Un joven está delante de un hospital con un cartel que dice: «No me quiero morir: medicaciones ya!». En un barrio privilegiado, las ancianas andan despacito con sus bastones y del brazo de mujeres jóvenes de piel morena y con facciones indígenas.

      Todas estas personas, sin conocerse, sin ser parte de un movimiento social, ponen en evidencia las crecientes desigualdades socioeconómicas, el abandono de las personas mayores, la falta de ayuda a los niños que viven con inseguridad alimentaria, el racismo, la discriminación de género, el desmantelamiento de los servicios públicos y todo lo que los políticos y la prensa «reverencial» no quieren que se vea ni que provoque solidaridad ni empatía.

      Lo único que quieren los políticos que sienta la gente es que esos cuerpos resonantes les impiden «disfrutar de lo propio»: de la terraza del restaurante, de la avenida o de la ciudad parque-temático.

      Recientemente,

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