Huye, Ángel Mío. Virginie T.
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No sé si debo reír o llorar. ¡Estoy tan cansada de ver cómo se desmorona nuestra relación por tan poco! Porque para mí, es ridículo. Mientras nos queramos, eso es lo más importante y nuestra pareja debería reforzarse a través de las pruebas que tenemos que atravesar. Pero al contrario, nuestra pareja se desgarra con cada obstáculo y me temo que pronto no quedará nada a pesar de todo el amor que sentimos. Suelto entonces la primera idea que se me pasa por la cabeza.
—Deberíamos tener un hijo. Sin esperar más.
Esto al menos le hace parar un momento y posa sus ojos sobre mí. Me explico antes de que la ira le domine de nuevo y no me escuche.
—¿Por qué esperar? Tú mismo lo has dicho. Yo estoy disponible. Tendré todo el tiempo para ocuparme de él. Lo que importa es que nos queramos y que ese niño sea la prueba.
Brandon se echa a reír de forma estrepitosa, lo que resuena en nuestro salón apenas amueblado.
—¿Me dices que tengamos un hijo y que tú te ocuparás de él mientras yo curro como un esclavo para mantenerte a ti y a tu retoño?
¿Mi retoño? Me trago mi saliva por donde no es y me siento como puedo en una silla antes de desmoronarme en el suelo.
—¿Porque te crees que sigo queriendo tener un hijo contigo? Después de tantas discusiones, piensas de verdad que me apetece comprometerme contigo?
Sus ojos son de hielo mientras me mira fijamente, a la espera de mi respuesta. Pero, ¿qué responder a esto? Me doy cuenta de que no me había dado cuenta de la amplitud del abismo que se ha creado entre nosotros. Pensaba que era una fase pasajera que terminaríamos por superar. Sin embargo, estoy muy lejos de la realidad. Solo puedo murmurar, porque mi voz está atrapada en la garganta.
—No, supongo que no.
Brandon está cansado. Se deja caer sobre el sofá con todo su peso, haciendo chirriar el mueble, mientras continúa con un tono monótono.
—Sinceramente, Mallory, ya no estoy seguro de querer continuar.
Segunda puñalada en el pecho. No quiero que explique lo que piensa pero al mismo tiempo, lo necesito para comprender la amplitud del daño.
—¿Continuar el qué?
—Nuestra historia.
Debo de ser masoquista. Quiero que lo precise.
—¿Es decir?
—Ya no tengo la certeza de querer vivir contigo. Pienso que deberíamos hacer una pausa durante un tiempo.
Una pausa… Todo el mundo sabe lo que quiere decir «hacer una pausa» en una pareja. Es una manera cortés, si es que existe alguna, de romper sin decirlo claramente. Si no estuviera sentada, probablemente me habría caído al suelo de dolor. He perdido el equilibrio y necesito más que nunca a Beth. Necesito a mi mejor amiga para curar mis heridas. Pero soy demasiado orgullosa para pedirle ayuda.
—Te doy tiempo para que te recuperes, pero me gustaría que hicieras las maletas lo antes posible.
¿Porque encima me echa de la casa? Me quedo ahí, con la boca abierta y los brazos caídos, mientras mi vida se va al garete.
—Es inútil que me mires así. Tú no puedes pagar el alquiler y los demás cargos. Todas las facturas están ya a mi nombre, y soy yo quien ha pagado todos los muebles.
En un día, lo he perdido todo. Mi trabajo, mis sueños de vida ideal y a mi novio. Exnovio. Mejor hacerme a la idea. Me levanto con un movimiento brusco.
—¿Por qué esperar? Voy a hacer las maletas.
— Mallory.
Suspira antes de continuar.
—No te lo tomes así. Lo hago por nosotros.
Me ahogo en mi propia furia.
—¿Por nosotros? ¿Me echas de casa para arreglar nuestra pareja?
Al menos tiene la decencia de bajar los ojos.
—Solo lo haces por ti. Y ahora, si me permites, voy a darme prisa en embalar mis cosas para que mi presencia no te incomode.
Afortunadamente, no me sigue a la habitación. No habría podido seguir con nuestra pelea verbal. Este día no se acaba y mi corazón está en pedazos cuando amontono mi ropa en una bolsa de viaje. Solo cojo lo esencial, porque no tengo sitio para más, y el ruido de la cremallera cuando cierro la bolsa me hace darme cuenta de lo que implican estos últimos acontecimientos. Voy a tener que empezar de cero, reconstruirme, y voy a tener que hacerlo sola. ¿Volver a casa de mis padres? No tiene sentido. Ya pasé la edad de vivir con papá y mamá y tener que rendir cuentas
Dejo la casa sin decir nada y sin mirar atrás. Brandon me ha ofrecido amablemente que coja su coche. Me he mordido la lengua para no decirle que podía meterse la llave donde le cupiera ¡Para que luego me eche en cara que utilizo SU coche! Prefiero tener los pies deshechos de caminar antes que soportar otra humillación más.
Capítulo 3Mallory
No sé cuánto tiempo he estado caminando por la calle, pero la bandolera de mi bolsa de viaje me está cortando el hombro y mis piernas ya casi no pueden soportar mi peso, sumado al de mi equipaje. Me arrastro, sin rumbo, sin saber adónde ir, cuando un coche reduce la velocidad a mi altura. Giro la cabeza al lado contrario, porque no tengo ninguna gana de explicar a un desconocido lo que hago por la calle con mis cosas encima. Pero el inoportuno no está de acuerdo. Escucho abrirse la ventanilla del pasajero y la música que se escapa del vehículo me taladra los tímpanos. El viento lleva la música hard core a un nivel sonoro ensordecedor. De pronto, el sonido baja de tono y una voz que no me esperaba me llama.
—¿Mal? ¿Qué haces aquí?
Me giro para comprobar que no soy víctima de una alucinación, pero no, es mi amigo al volante de su coche. Lloraría de alegría si no se me hubieran acabado las lágrimas. Lo miro, sin moverme ni responderle. Entonces, aparca el coche a un lado y rodeando el coche viene hacia mí apresuradamente.
—¿Mal? ¿Estás bien?
Asiento con la cabeza, incapaz de hablar.
—Deja que te ayude.
Me coge la bolsa de viaje y la lanza al maletero. Luego me abre la puerta del pasajero.
—Sube. Te llevaré a mi casa. Hablaremos y me contarás qué te ha pasado.
Subo al coche como un autómata, siempre en silencio, y mi amigo me pone el cinturón que no he tenido el reflejo de coger. De pronto me siento menos sola, y espero que contarle lo ocurrido me ayude a ver más claro y trazar un plan a seguir, porque no puedo errar sin rumbo eternamente.
Me doy cuenta de que nunca he estado en su casa. Ni una sola vez. Su casa es pequeña, apartada de la carretera y sin vecinos. El caminito que lleva a su porche es pedregoso y salto en mi asiento. Esto me remueve peligrosamente el estómago que se revuelve por estos caóticos movimientos.
—Lo