El sexto sentido. Ursula Fortiz
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–¿Siempre haces matemáticas? – le pregunta ella un poco más tarde, cuando están sentados a la mesa.
– Sí, pero he desarrollado una actividad paralela, juego a las carreras.
–¿Y ganas? – pregunta Louise, frunciendo el entrecejo.
– Sí, gano, pero no demasiado. La cuestión es tener medios económicos.
–¿Cómo lo haces?
– El 85 % es técnica, estadística, cálculos de probabilidad, y el 15 % restante es olfato, las combinaciones improvisadas, la intuición quizás.
–¡La intuición femenina! – exclaman las dos muchachas, y se echan a reír.
Tenemos una cualidad única, surgida de la mezcla del espíritu y de los sentidos, de la que con frecuencia no tenemos conciencia.
• ¿Instinto?
Estas personas que durante un instante hemos observado somos nosotros. Todo lo que hacen podríamos hacerlo nosotros.
Cuando el señor Durant, delante de la puerta del restaurante, asegura: «Aquí se debe de comer bien, pueden creerme», y cuando los demás comprueban que tenía razón, ¿es porque posee un sexto sentido parecido al de los gourmets? No, por supuesto, ya hemos explicado la sagacidad del señor Durant. Todo en ese lugar tenía un aire serio. Nada indicaba que pudiera haber algo artificial. El señor Durant es consciente de ciertos detalles que conducen su espíritu a una opinión: aquí será bueno, aquí no. Una cuestión, sin embargo, queda todavía pendiente: ¿posee el señor Durant, además de su espíritu de observación, una cualidad o un sentido suplementario que le permite hablar con tanta seguridad?; ¿serían diferentes los olores, los colores, las luces de los buenos restaurantes?; ¿qué parte se debe a su experiencia como gourmet, basada en el placer gastronómico, y qué parte se debe a un don particular?; ¿precede este sentido a su vocación gastronómica, o bien esta se ha desarrollado al descubrir este don? De cualquier modo, esto confirmaría una proposición que ya hemos hecho, a saber: un sentido se desarrolla por el placer.
• ¿Premonición?
Cuando Bernard Dupond, por razones personales, rechaza tomar el tren para volver a París, ¿es un capricho o una premonición? Una premonición a modo de advertencia de que un acontecimiento va a ocurrir. ¿Está advertido el muchacho de que el tren de Royaumont va a descarrilar? No, no está advertido de nada, no desconfía de nada. Simplemente quiere volver en bicicleta. ¡Eso es todo! De acuerdo, pero ¿por qué? En efecto, ¿por qué? Esta es la cuestión. Pero al mismo tiempo, ¿todas nuestras acciones se deben a causas precisas y conscientes? Hay muchas cosas que hacemos sin haberlas decidido. El muchacho no se pregunta si escapará de un accidente en tren. Para él la cuestión es sencilla: no quería volver en tren y entonces escapa de un accidente. El caso no podría formularse así: un muchacho se libra de un accidente de tren porque tiene una premonición. Dicho de otra manera, en el espíritu de Bernard Dupond, esto simplemente es una de esas manifestaciones de las mil y una posibilidades de la vida que se ven o no se ven, pero que están ahí. Para otros habrá habido premonición. Si Bernard Dupond pudiera prevenir todos los accidentes de tren, tendría un sexto sentido y se haría rico. Al no repetirse la situación, lo ocurrido no habrá sido más que fruto del azar.
Es importante este dato, la repetición, que indagaremos permanentemente a lo largo de este viaje en la búsqueda del sexto sentido. Si alguna cosa se repite, entraña la posibilidad de la observación, después del análisis, y, por fin, de la reproducción en términos de causas y consecuencias. Pero si alguna cosa ocurre al margen de toda regla conocida, analizable, la duda se mantiene: ¿cómo aprehenderla?
• ¿Psicología?
Cuando la señora Georget, la portera, se plantea: «En fin, yo habría jurado que preguntaría por la otra», pone a prueba una ingeniosa sagacidad, porque no se equivoca. Si una relación amorosa puede darse entre Bernard Dupond y una de las dos muchachas, esta no será con su hermana Gabrielle, sino con Louise. Hay que reconocer que la señora Georget es perspicaz. En primer lugar se plantea que este muchacho viene por las jóvenes del quinto piso, pero todavía va más allá, prevé con cuál de las dos puede entablar una relación. Más adelante veremos si tenía razón. ¿De dónde viene esta clarividencia de la portera? De su experiencia, sin duda. Su curiosidad también le ayuda a comprender ciertas cosas. Su sentido de la responsabilidad ha afinado la observación sobre el espacio que controla. Después de todo, esa es su escalera, ¿no es cierto? Seguramente la señora Georget se habría podido establecer como vidente. ¡Con esta curiosidad y esta intuición habría hecho carrera como médium!
Si intentamos resumir esta primera aproximación a nuestra pregunta «¿Existe el sexto sentido?», estamos en condiciones de creer que, llegado el caso, procedería en buena parte de la posesión específica de algunas cualidades propias de una persona: instinto, experiencia, psicología, sentido del otro. Pero eso no es todo.
DE LA INTUICIÓN
AL INCONSCIENTE:
LA INTUICIÓN
• Definición
• Para Plotino en las Enéadas: «La intuición es el conocimiento absoluto basado en la identidad del espíritu con el objeto conocido».
• Más cerca, Descartes considera que «el conocimiento intuitivo es una iluminación del alma, que percibe en la luz de Dios las cosas que desea revelarnos mediante una impresión de claridad divina en nuestro entendimiento, que en eso no es considerado como un agente, sino sólo como un receptor de los rayos de la divinidad».
• Con Bergson, la intuición reencuentra, a principios del siglo pasado, una «inteligencia» muy particular. Para el filósofo «la intuición es la intimidad, el sentimiento total de fusión con el objeto del conocimiento, la simpatía por la cual uno se sitúa en el interior del objeto para coincidir con lo que, en él, es único».
Como se ve, desde la filosofía griega hasta el alba del tercer milenio, la definición de la intuición ha evolucionado manteniendo escondida entre las palabras una noción de revelación.
Es pertinente concluir a partir de todo esto que la acepción más general de la palabra intuición es la del conocimiento previo de cualquier cosa.
Puede tratarse de alguna cosa que no existe todavía pero que llegará. En este caso, se habla de un hecho; o puede ser algo que no ha sido todavía demostrado, pero que lo será. Se trata en este segundo caso de una idea.
• Intuición y videncia
Este preconocimiento, precognición, puede ejercerse en los dominios más diversos, siempre en referencia al futuro. ¿Cuál puede ser entonces la diferencia entre intuición y videncia? No es sencillo.
En la videncia se produce el hecho de ver alguna cosa que existe en la realidad y que sólo algunas personas distinguen. Es un asunto que está en el presente.
No hay en la videncia una visión real del futuro, todo lo más una interpretación, intuitiva precisamente, surgida en todo caso del inconsciente colectivo.
Esta sensibilidad hacia el inconsciente colectivo genera en el vidente profesional una videncia siempre