Juramento Vaquero: Parte Tres. L.G. Castillo
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—Deberías haber hecho eso en primer lugar —gruño— Volveré en un par de horas para recogerlos. Será mejor que estén listos —Se quitó el sombrero de fieltro marrón del mostrador, se volvió y se detuvo en seco frente a mí.
Observé con horror cómo sus ojos grises, muy parecidos a los de Seth, recorrían mi cuerpo, observando mis cortes y moretones. Cuando sus ojos se encontraron con los míos, se redujeron a una mirada acusadora y fría.
Crucé mis brazos sobre mi pecho protectoramente, deseando poder desaparecer. Willa Mae me acercó a ella, envolviéndome con un brazo reconfortante. —Estás a salvo, Chile. No te preocupes por él.
El sheriff fulminó con la mirada a Willa Mae, sus ojos de acero. Después de un momento, sacó sus gafas de sol, reemplazando su mirada con lentes brillantes y espejados que cubrían la mitad de su rostro.
—Quiero ir a casa —Lloriqueé.
—No hay nada de lo que temer —no cuando tienes la verdad de tu lado —Poniéndose en frente de mí, ella sacó su mentón como si lo desafiara a decir algo.
Los labios de Baker se apretaron en una fina línea. Él gruñó y paso por nuestro lado sin decir ni una palabra.
—Señora Williams, ¿qué está…oh Dios mio, ¡Cassie! —Emma Dawson, una pequeña mujer con cabello.
Rubio sedoso se puso un gorro de enfermera y se apresuró por el corredor. Su uniforme impecable crujió mientras se movía.
—Emma, sí que estoy contenta de verte hoy. Gracias, Señor —dijo Willa Mae.
Emma beso su mejilla y luego se volvió a mí. —Cassie, vamos a ingresarte así te puede ver el médico.
—No —dije, mi voz era casi un susurro.
Seth estaba aquí. Él vendría tras de mi si se enteraba que yo estaba aquí también. Miré la entrada, rogándole a mis pies que se moviesen.
—No entiendo —Los ojos de zafiro de Emma saltaron de mí hacia Willa Mae, inquisitivamente.
—Ella estaría más cómoda si tú la chequeas —Dijo Willa Mae— Tal vez en algún lugar alejada de los otros pacientes.
—Hoy no tenemos muchos pacientes aquí, solo los muchachos del sheriff —Los ojos de Emma se abrieron de par en par al darse cuenta— Oh. Por supuesto, me ocuparé de esto yo misma. ¿Quizás puedas completar la documentación?
—Haré eso —Mike se apresuró al lobby, agitado. —¿Ustedes dos están bien? Vi al sheriff yéndose.
—Estamos bien. Emma se ocupara de nosotras —Dijo Willa Mae.
Mike se volvió hacia Emma, mirándola tímidamente. —Gracias, señora.
—No es ningún problema. Vaya al mostrador de la recepción y Tammy le dara los formularios necesarios para llenar —Ella bajo su voz y se acercó a él— Cuando terminemos, sacaré a Cassie usando la entrada del costado, asi no se cruzará con ellos.
Él asintió con entendimiento. —Estaré esperando.
Capítulo 5
Cassie
Toqué el paño áspero, azul pálido de la bata del examen que estaba usando mientras estudiaba la habitación. Era una sala de examen típica. La última vez que había estado en una fue hace unos años cuando tuve gripe. Había una pequeña mesa de examen negra cubierta con sábanas blancas en el centro. Una silla plegable se sentaba en la esquina junto a una pequeña mesa auxiliar con una pila de revistas. Títulos y carteles colgaban en la pared. Extendí la mano para tocar uno de ellos. Mi dedo se arrastró a lo largo del diagrama de la trompa de Falopio mientras se curvaba hacia el útero y bajaba por el cuello uterino.
Hubo un suave golpe en la puerta. —Cassie, ¿estás lista? —La voz apagada de Emma, venía del otro lado.
Entre en pánico, apretando el material fino en mi cuerpo desnudo. —Vete.
La puerta se abrió y Willa Mae metió su cabeza dentro. —Emma te cuidara bien. Por favor déjala ayudar.
—Ella sabrá lo que pasó. Ella va a pensar que yo merecía esto —Me senté en el piso, poniendo mis rodillas en mi pecho. —Probablemente lo merecía.
Dejé caer mi cabeza y la cubrí con mis brazos, tratando de hacerme tan pequeña como podía.
Quería desaparecer.
—No hables así. Nadie merece lo que te pasó —Willa Mae entró en la habitación y arrastro una silla a mi lado. Una mano cálida acaricio la parte superior de mi cabeza.
—Emma es una buena enfermera. Sé que te ayudará. Recuerda, dijiste que harías esto por Cody. Pero es más importante que hagas esto por ti misma.
Mire a los ojos amorosos de Willa Mae. No había juicio en ellos en absoluto.
—¿Te quedaras conmigo?
—Si eso es lo que tú quieres.
—Lo es.
—Muy bien entonces. Vamos a ponerte en la mesa examinadora. Señor, ¿por qué hacen estas malditas sillas tan incomodas? —La silla chirrió cuando ella se levantó— Emma ya puedes entrar.
Emma se deslizó dentro de la habitación, sonriendo cálidamente. Incluso a través de sus ojos era amable y Willa Mae dijo que podía confiar en ella, en el momento en que me tocó, me quedé aturdida. Apenas lo sentí cuando Willa Mae tomó mi mano en la de ella. Estaba en la niebla cuando la suave voz de Emma me explicó lo que estaba haciendo. Intrépidamente seguí sus instrucciones: respiré hondo mientras el metal frío se colocaba en mi pecho y luego hacia atrás; tragando mientras fríos dedos se apretaban contra mi garganta; tumbarse mientras los dedos tocaban suavemente mi abdomen, sondeando.
Emma me miró disculpándose mientras sacaba dos barras de metal de un lado de la cama. Me preparé mientras colocaba suavemente mis piernas sobre los estribos cubiertos de calcetines.
Luego todo se volvió negro.
Y música suave se filtró en la habitación.
La sala de examinación desapareció y me encontré parada en el medio del gimnasio de la escuela secundaria. Parpadeé, confundida. Bajé la vista y un largo vestido rosa sin tirantes reemplazó la triste bata de examen. Toqué la cinta rosada y sedosa atada a mi cintura y luego moví mis manos sobre el encaje que cubría el vestido ondulante. Y lo recordé. Fue mi vestido de fiesta de graduación.
Las voces llenaron el gimnasio y vi a mis compañeros de escuela bailando. Nic hizo girar a Mandi, su vestido rojo ondeando mientras se movía. Luego chilló cuando Nic la sumergió. La música cambió a un vals country. Fue mi canción favorita de Anne Murray. Era el mismo al que Cody y yo bailamos bajo la lluvia.
Alguien toco mi hombro, y una voz