No Hagas Soñar A Tu Maestro. Stephen Goldin

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No Hagas Soñar A Tu Maestro - Stephen  Goldin

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un lado, Wayne tenía que estar agradecido; fue gracias a Spiegelman que fue contratado aquí. Pero quizás por eso, su comportamiento fue visto sospechosamente por cada uno de los que lo rodeaban.

      Eliott Spiegelman había sido Soñador en el equipo; y además, era el yerno de Mort Schulberg. Un mes antes, Spiegelman había realizado un Sueño, una historia de detectives en los años 30 al estilo de Raymond Chandler. El guión era lo suficientemente bueno, y había sido aprobado tanto por Bill DeLong como por el departamento legal, pero cada Soñador sabía que no importaba lo bien que estuviera el guión, el Soñador en si mismo tenía carta libre para extrapolarlo.

      Aparentemente, Spiegelman hizo exactamente eso. Al día siguiente, empezaron a llegar llamadas y cartas a la cadena acusando a Spiegelman de usar el Sueño para sus propios quehaceres económicos y políticos, algo evidentemente inapropiado. Spiegelman añadió leña al fuego afirmando a un periodista que los movimientos socialistas habían sido muy populares en los 30, y todo lo que estaba haciendo era explicar un periodo de la historia. Aquello trajo más cartas y más llamadas telefónicas.

      No había manera objetiva de determinar lo que había sucedido, ya que era imposible grabar un Sueño para su consiguiente visionado. Cada Soñador actuaba en directo, y borrado de la memoria al terminar. En ese punto, la Comisión Federal de Comunicaciones, siempre sensible a temas de manipulación política por parte de los medios, entraron a escena.

      Spiegelman fue suspendido de inmediato hasta la revisión de su caso. Durante un tiempo, parecían que también serían suspendidos Schulberg, Bill DeLong y el escritor del guión; algunos de los ciudadanos más enfadados pedían que fuera retirada la licencia a todo el estudio. El FCC decidió no ir tan lejos, pero pusieron a un hombre llamado Gerald Forsch, un viejo crítico de la industria del Sueño, a investigar el incidente.

      El estudio estaba en su mejor momento cuando Wayne fue contratado por Eliott Spiegelman. La industria en general, y Sueños Dramáticos en particular, estaban preocupados de que aquel caso podría tener repercusiones serias. Para evitar los peores augurios, la investigación de Forsch fue llevada con deliberada lentitud. Por consejo de su abogado, Spiegelman no hacía declaraciones públicas. La opinión generalizada dentro de la industria de los Sueños era que Spiegelman sería sacrificado por la causa. Toda la culpa recaería sobre él; sería apartado para siempre de los Sueños, y Sueños Dramáticos no lo acusaría más allá de una simple reprimenda. Pero el pobre de Mort Schulberg no podía salir ganando; a pesar de que salvó su compañía, tuvo que aguantar ver a su familiar como caía en desgracia y era echado de su profesión para siempre. Sí, efectivamente, Schulberg le preocupó todo el asunto de Spiegelman.

      Pero la persona por la que Wayne sentía realmente pena era Eliott Spiegelman. Los Soñadores lo eran por las visiones de las que tenían que vivir. En tiempos antiguos, hubieran sido sacerdotes, escritores, artistas, o actores —aquellos que veían cosas diferentes al resto y tenían que convencer a los otros de sus visiones. Soñar era una manera de cumplir esa comunicación a la perfección. Una vez habías probado dicha perfección, ¿cómo podía cualquier Soñador conformarse con menos? La vida de Spiegelman no había terminado del todo; había otras maneras con las que podía expresar sus sentimientos y emociones. Pero ninguna de ellas tenía el poder y la gloria que poseían los Sueños. Un Soñador que ya no era capaz de Soñar era menos que uno que si pudiera, y llevaría esa pena el resto de su vida.

      Wayne suspiró, una acción involuntaria que llevó sus pensamientos hasta el presente. Janet había permanecido fuera de la habitación, posiblemente para buscarlo. “¡Ei!” gritó Wayne “No se tú, pero yo estoy hambriento. ¿Porqué no bajamos y vemos si queda algo para comer?

      Janet se detuvo y lo miró. Le proporcionó una de sus miradas más extrañas, como si estuviera intentando leer un mensaje escondido en sus palabras. “Ah, gracias, Wayne” dijo finalmente “pero ahora no tengo mucha hambre. Quizás en otro momento.”

      “Es lo que siempre dices”. Aquellas palabras salieron de él antes de que pudiera hacer nada para evitarlas.

      Janet sonrió. “Lo sé. Lo siento. Te agradezco el ofrecimiento, de verdad, pero... pero...”

      Se miró los pies, evitando mirarlo a los ojos. “No creo en realidad que la empresa sea un buen lugar para nadie. Tengo muchas cosas que arreglar por mi mismo, y no quiero que te afecten”.

      Wayne permaneció de pie, sin saber como responder. No había nada que deseara más que decir algo. “Por favor, me gustaría llorar en tus hombros, desearía que me confiaras tus problemas” pero no supo muy bien como salvar esa brecha en su privacidad. Y si intentaba decir que sus problemas no le importaban, parecería que él no creyera que fueran lo suficientemente importantes para preocuparse por ellos.

      Mientras permanecía inmóvil por su indecisión, Bill DeLong hizo acto de presencia en la habitación. El coordinador de programa era un hombre alto de unos cincuenta y pico años. Toda señal de edad en su pelo era contrarrestado por la juventud de sus ojos. La mayor parte del día vestía casual con un suéter y unos pantalones, pero su carácter amigable no hacía buenas migas con su afilada mente que dormía dentro de él.

      “Coordinador de programa” era un buen título que atraía a una multitud de almas. DeLong era el escritor jefe, principal censor, quien administraba el programa, y el consultor para todo del estudio. Mientras Schulberg llevaba el tema financiero del negocio, DeLong era la cabeza pensante de lo creativo. DeLong no era un Soñador en si mismo, pero si era amigo de todos los Soñadores del equipo. También tenía las funciones, cuando era necesario, de confesor para cualquiera que necesitara un amigo. Si Schulberg era la cabeza de los Sueños Dramáticos, DeLong era su alma.

      “Janet, estoy contento de haberte encontrado” dijo DeLong. Tenía un acento de Texas y Oklahoma. “Tengo listo para ti el siguiente guión” dijo dándole una montaña de hojas.

      “No lo creo. ¿Un guión a tiempo por primera vez? Sé que no es mi regalo de cumpleaños, porque fue hace tres meses. ¿Me lo merezco?”

      “Claro que sí. Helen lo terminó esta tarde y me dijo que al final encontró la inspiración para terminarlo tan rápido. Y eso es bueno. Siempre tendría que haber alguien que inspirara a esa mujer más a menudo. Es una buena escritora cuando se lo propone.”

      “Bien. Le echaré un vistazo. Gracias.” Dijo Janet a DeLong con una sonrisa, para luego salir de la habitación rompiendo el ambiente enrarecido que había entre ella y Wayne.

      “Jack me prometió que tendría el tuyo listo para mañana por la tarde” dijo DeLong a Wayne “Es un Western, según me comentó.”

      “No, otro no” se quejó Wayne.

      “Bueno, no podemos hacer Hamlet todo el rato. Al menos, los Westerns son rápidos y apolíticos.”

      “Lo sé. Tan sólo es que noto como pierdo el tiempo. Me gustaría tener la oportunidad de mostrar mis cualidades, y no gastar toda mi energía en esos papeles.”

      “Palabras de alguien que si sabe” dijo DeLong “En cualquier profesión creativa, los mejores son los que empiezan haciendo cosas sencillas y van a más. Shakespeare, Dumas, Dickens, Michelangelo y da Vinci lo hicieron. Necesitas una base sólida antes de poder construir cosas mayores sobre ella. He visto multitud de súper estrellas brillando de la nada y dejando alucinados a todo el mundo durante una temporada; normalmente terminan apagándose tan rápido como aparecieron. Este camino puede ser el más lento, pero también es el más seguro.”

      “Pero mientras tanto, es jodidamente frustrante” dijo Wayne.

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