No Hagas Soñar A Tu Maestro. Stephen Goldin

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No Hagas Soñar A Tu Maestro - Stephen  Goldin

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igual cómo de buen intencionado seas, si dejas que se caiga, nunca se recuperará. Ambos sois gente muy atractiva, y a la larga es posible que terminéis juntos.”

      “Ya estás otra vez” dijo Wayne. “Primero me dices que sea paciente con mi carrera, y ahora tengo que serlo con Janet.”

      “Parece un disco rallado, ¿no?” sonrió DeLong. “Pero es cierto. Hay gente que han escalado las montañas más altas del Himalaya, con gran riesgo y gasto, para consultar grandes maestros y recibir el mismo consejo que el que te he dado. Amigo, has recibido el saber de los Antiguos gratis. Muestra un poco de gratitud.”

       Capítulo 4

      

      Mientras Wayne decidía la manera en que respondería los comentarios medio en serio de DeLong, Vince Rondel entró en la habitación de la cafetería. Rondel era de estatura mediana pero robusto, como un antiguo jugador de rugby que no dio la talla para profesional. La mayoría de los Soñadores vestían casuales —Wayne con tejanos, una camiseta y deportivas— pero Rondel siempre iba en traje. Tenía un armario con solamente dos trajes, el cual Wayne vio. El tejido era barato, pero siempre estaban bien planchados. El corte de la chaqueta realzaba el cuerpo cuadrado de Rondel, y hacía que su cabeza parecía la mitad de su tamaño real. Su rostro estaba bien afeitado y su pelo rubio estaba bien peinado hacia delante sin rastro de calvicie. Siempre se hacía la manicura, y sus manos siempre estaban limpias.

      Rondel espió lo que hacía DeLong y dijo, “Aquí estabas, Bill. Necesito un favor.”

      Way vio los dedos de DeLong empujando el máquina de café Styrofoam, pero pronto cambió de conducta. “¿Qué ocurre, Vince?”

      “Es mi madre. Ha llamado, debe ocurrir algo malo. Tengo que ir a verla.”

      “Es la tercera vez en esta semana, Vince” dijo DeLong manteniendo la calma.

      “Está vieja, y enferma. No puedo hacer nada. No deja que contrate a una enfermera, y no quiere ir a una residencia en la que puedan cuidarla. ¿Podrías llevarme a casa?”

      “Sabes que vivo en otra zona. ¿Por qué no llamas a un taxi?”

      Rondel ignoró la sugerencia y miró a Wayne. “Corrigan, tú tienes coche, ¿no? ¿Dónde vives?”

      “Van Nuys” dijo Wayne de mal gana.

      Rondel sonrió. “Muy bien. Voy a North Hollywood, justo a medio camino. ¿Podrías llevarme hasta allí?”

      “Bueno...”

      “Bien. Voy a por mis cosas y regreso”. Rondel salió rápidamente de la habitación, y regresó.

      “Deberías aprender a decir no más rápido” le aconsejó DeLong.

      Wayne lo miró sorprendido. “¿Quieres decir que no tiene coche? ¿Cómo llega hasta aquí?”

      “En autobús, cuando no lo lleva alguien.”

      “Pero si gana más que yo.”

      “Casi el doble” dijo DeLong.

      “¿Qué hace con todo el dinero?”

      “Cuando no lo destina a la hipoteca, a facturas o comida, es para las facturas del médico de su madre. El resto, para la iglesia. Su madre le insiste que lo haga.”

      Wayne no podía creérselo. Podría vivir cómodamente con el doble de su sueldo actual —y allí estaba Vince Rondel, la estrella de la cadena, pidiendo que lo lleven en coche porque él no puede. “¿Te importa si me voy ya?” preguntó “He estado toda la noche trabajando, y dijiste que mi guión no estará listo hasta mañana...”

      “Sí, puedes irte” dijo DeLong suspirando. “Tenemos que mantener a nuestra estrella feliz.”

      Rondel regresó a los dos minutos con su maletín, pero Wayne tardó más porque tuvo que ir hasta su pequeña oficina a por su chaqueta. Wayne se tomó su tiempo adrede, y se preguntó la razón. ¿Era porque Rondel había tenido un romance con la chica que Wayne deseaba? La idea parecía demasiado infantil para alguien como él, por lo que se vio en la obligación de acelerar el paso.

      Al final pudieron salir. Wayne llevó a Rondel hasta el parking, para coger a su coche de cuatro años. “No es gran cosa,” dijo excusándose, “pero me lleva donde quiero ir.”

      “Me parece bien,” dijo Rondel “Odio decir estas cosas, pero los autobuses no pasan muy a menudo a estar horas de la noche y los taxis son demasiado caros.”

      “Tal como dijiste, es a medio camino de mi casa” dijo Wayne. Encendió el coche, y salieron a la noche.

      Al principio condujo en silencio. Aunque Wayne había estado trabajando para Sueños Dramáticos durante un mes, él y Rondel a penas se conocían el uno al otro. Rondel hizo un intento de conversación sobre religión con él, pero Wayne se libró de ello. Todo lo que realmente sabía era lo que DeLong le había contado. Rondel era la estrella de la cadena. No solamente el Maestro de los sueños dentro del equipo, si no era alguien de gran talento, quien escribía sus propios guiones y los interpretaba. Wayne estudió parte del trabajo de Rondel antes de llegar a la cadena, y tenía que admitir que era impresionante.

      “¿Te importa que te haga una pregunta personal?” se aventuró a decir tras un par de minutos.

      “Depende de lo que se trate.”

      “Bueno, tan sólo me preguntaba porque estás perdiendo tiempo en una cadena local tan pequeña. Podrías estar en una de las grandes redes de cadenas haciendo cosas realmente grandes.”

      Rondel contempló la ventana. “Sí, tengo varias ofertas. Muy buenas ofertas. Pero tendría que irme al Este, y no puedo.”

      “¿Por qué no?”

      “Mi madre no le iría bien su clima. Tiene una salud delicada.”

      “¿Y qué le ocurre?”

      “De todo. Sufre artritis, uno de sus riñones no funciona bien, su corazón está enfermo, su sistema digestivo, sus pulmones, y así una larga lista de problemas.”

      “Lo siento.”

      Rondel mostró un gesto de desdén. “Es la voluntad de Dios, nada puede hacerse. Todo lo que puedo hacer es intentar que se sienta lo más confortable posible.”

      El silencio lo volvió a llenar todo en aquel coche mientras circulaba por aquella autopista vacía. Wayne apartó la vista de la carretera varias veces para observar al hombre que tenía sentado a su lado. Intentó imaginar a Janet en los brazos de ese hombre, Janet besando sus labios, sus mejillas, su cuello, el cuerpo desnudo de Janet gimiendo con pasión debajo del de Rondel...

      Las ruedas emitieron un ruido como de traqueteo a medida que el coche empezó a girar bruscamente hacia el otro carril. Wayne dio un golpe de volante hacia el lado contrario. No te despistes de la conducción, se dijo a si mismo como aviso.

      Rondel, además de él, también reaccionó. “Oye,

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