No Hagas Soñar A Tu Maestro. Stephen Goldin
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“Bill me dijo que un Western. Tendré el guión mañana.”
“Eh, los Westerns siempre son buenos. La confrontación clásica del bien contra el mal. Ya he perdido cuenta de cuantos Westerns hice cuando empezaba. Es un buen campo para afinar tus cualidades.”
¿Qué te hace pensar que necesito afinar mis cualidades? Pensó Wayne con rencor, pero en su lugar dijo en voz alta, “Sí, es lo que siempre dice Bill. Pero no es tan simple. Me gustaría un poco más de desafío.”
“Tan sólo es lo simple como hayas escogido que sea. ¿Tienes una copia del film de McLaglen Camino al Oeste?”
“No. ¿Qué es eso?”
“Es la mejor referencia que he podido encontrar. Costó ochenta dólares, pero vale la pena. Miles de ilustraciones y muchas más fotos antiguas de aquellos días. Es lo mejor que te puede ayudar para visualizar la ropa, los edificios y todo el ambiente del Viejo Oeste. Léelo solamente un par de veces y tu Western será tan real que tendrás a la gente despertando hablando de ello.” Dio una pausa durante un momento. “Tengo una copia en casa. Puedes venir conmigo y te la dejaré.”
“No quisiera molestar”
“No lo haces. Solamente será un segundo.”
Wayne no quería gustarle a aquel hombre. Rondel era una súper estrella, el estándar con el que Wayne se comparaba para terminar sintiéndose menos cosa. Rondel había echo el amor a la mujer que Wayne quería, y lo enloqueció tanto que Bill le advirtió sobre cualquier relación que Wayne pudiera desear con ella.
Rondel podría crear un Sueño maestro, algo que Wayne no. Rondel tenía todo lo que Wayne deseaba, y Wayne lo odiaba con todas sus fuerzas. El hombre había sido tan patéticamente amigable, que Wayne poca cosa podía hacer que aceptar la proposición. “Bueno, Vince. Gracias.”
Más silencio. Rondel se aclaró la garganta un par de veces antes de hablar, pero al final se lo repensó. Al final, logró reunir suficiente coraje para entrar en acción. “Ya que me hiciste una pregunta personal, ¿te importaría si te retorno el favor?”
“Creo que no.” Wayne intentaba reaccionar lo menos posible. Aquella proximidad forzada con Rondel lo estaba haciendo sentir cada vez más incómodo.
“Trabajastes... esto, según me han dicho— antes de venir a Sueños Dramáticos— en el porno. ¿Es verdad?”
Wayne apretó de manos. “Sí. ¿Qué sucede?” Lo último que necesitaba ahora mismo era una lección de moralidad, y Rondel era famoso por sus discurso religioso. “Lo hice porque tan sólo era un trabajo el cual lo consideré como principiante. Tal como has dicho, es una forma de afilar mis cualidades.”
“Ah, seguro que lo es. No te estoy criticando por ello. Todos hemos empezado donde hemos podido. Por lo menos, Dios logró que volvieras al camino correcto. Yo solamente... quería saber como fue todo aquello.”
“¿Eh?” Wayne lo miró con sorpresa y encontró a Rondel mirándolo fijamente, sacudiendo sus manos nerviosamente en sus pantalones. “¿Qué quieres decir?”
“Bueno, sobre el sexo. Tuvo que ser excitante.”
Lo fue, en su medida. Como aquel hombre que da gran parte de su salario a la iglesia, al fin y al cabo un hipócrita. Wayne casi se quedó ciego por el flash repentino del alma de Rondel, y saber que aquel era el punto débil de ese hombre hizo florecer su interior. Intentó no mostrar demasiado sentimiento en su respuesta. “No, de hecho era algo aburrido.”
Aquellas palabras tuvieron el efecto deseado. Rondel lo miró perplejo. “¿Aburrido? No lo creo.”
“Seguro, piénsalo un momento. Cuando tienes que hacerlo, el acto físico del sexo es tan sólo un acto repetitivo. Cuando lo estás haciendo, por supuesto, te sientes perdido en las sensaciones con tu propio cuerpo, pero recreando las vistas, sonidos y olores todo se vuelve muy artificial. La mayor parte de la mejor literatura erótica ha sido sobre los preliminares, siendo el sexo en sí solamente una pequeña parte. Además, todo lo que hacemos es una burla. No nos permiten jamás consumarlo.”
“¿Por qué no?”
“Por la misma razón por la que no se nos permite herir o matar a alguien, supongo. Incluso en sueños normales, nadie finaliza el acto. Puedes acercarte muchas veces, pero siempre ocurre algo que te impide llegar hasta el final.
Se quedó parado. “Quizás es la manera que tiene el cuerpo de aguantar la tensión, pero la FCC tiene unas normas muy estrictas para nosotros. Nada de consumación. Si intentamos hacer algo, irán a por nosotros, y casos ocurridos como los de Spiegelman terminan pareciendo una simple merienda.”
“¿Qué tipo de cosas haces, entonces?”
“Cosas rutinarias, la mayoría. Uno-a-uno, fantasías de harén, orgías. Me mantengo alejado de la gente realmente problemática, el S&M, castigos, escatología y cosas por el estilo. Probé una vez con un Sueño gay, pero fue terrible. No iba conmigo, y el jefe me pidió que me limitara a lo estándar. Hice alguna escena lesbiana durante una época, pero aquello era diferente. Las fantasías lésbicas casi son exclusivas a los hombres, y por lo que me han contado, la mayoría de las mujeres gay no están interesadas en ello. Qué divertido”
Rondel lo interrumpió. Salimos por aquí, en el Canyon Laurel.”
Durante los siguientes minutos Rondel estuvo ocupado dándole las direcciones a Wayne por las calles hacia su casa, y aquella conversación se terminó. Cuando el coche de Wayne hubo aparcado frente a su destino, era demasiado tarde para reemprender la charla sobre el antiguo trabajo de Wayne, cosa que a él le parecía bien.
“Entra y te daré el libro” dijo Rondel invitándole.
“Puedes dármelo mañana en la reunión de equipo.”
“Solamente será un minuto. Ven.”
Sin saber porqué, Wayne salió del coche y siguió a Rondel hasta la casa.
La casa no era nada del otro mundo, un edificio modesto de una planta construido algo alejado de la calle. La parte delantera estaba cercada por una valla que parecía echa de cadenas, atada como para evitar que los niños jugarán por ahí. La hierba estaba bastante alta en algunas partes, y llena de agujeros en tras. Definitivamente Rondel no poseía el mismo nivel de jardinería que otros.
Una simple bombilla colgaba de la puerta delantera. Aunque daba escasa luz, Wayne se dio cuenta tras subir las escaleras hacia el porche que la pintura se estaba cayendo de las paredes de madera y la tapa de la ventana estaba agujereada por varios lugares. Qué viejo, pensó de una manera repugnante. Este hombre es una de las estrellas de nuestra profesión, y vive de esta manera. ¿Porqué?
Si se sintió consternado por la apariencia exterior de la casa, la interior literalmente lo horrorizó.
Cuando Rondel abrió la puerta, la nariz de Wayne fue asaltada por un hedor agrio parecido a un lavabo para gatos el cual no ha sido cambiado durante semanas. El suelo estaba lleno de viejos periódicos y revistas. Las estanterías alineadas con las paredes estaban apiñadas no solamente con libros, si no con platos sucios, vasos y una serie de otros objetos que parecían haber