Creación Y Evolución. Guido Pagliarino

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Creación Y Evolución - Guido Pagliarino

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fieles restantes y los darwinistas ateos que consideran casual no solo la evolución sino todo el universo desde el Big Bang. Pero no faltan polémicas y a veces peleas también entre creacionistas creyentes y esos evolucionistas que defienden una evolución física del cosmos y biológica de las especias ambas queridas y dirigidas por el Creador. El colmo resulta ser que, a menudo, el objeto de la contienda no es la investigación científica en sí, sino argumentos ontológicos, confundiéndose el campo de las investigaciones experimentales con el de los estudios metafísicos y bíblico-teológicos sobre el ser y eso cuando no se añade la ideología visceral para eliminar la controversia.

      El resto del ensayo tratará esos entornos.

      Ahora me parece oportuno referirme a las tres principales teorías evolutivas, añadiendo al tiempo y poco a poco algunas consideraciones.

      2

      Al evolucionismo se la ha hecho coincidir muchas veces con el darwinismo, a pesar de que la teoría de Charles Darwin coincidió en el tiempo con la análoga de Alfred Russel Wallace y ambas se vieron precedidas por la teoría evolucionista de Jean-Baptiste Lamarck. Por otro lado, como veremos con detalle en el capítulo 7, en el neoevolucionismo se propone una nueva subteoría, la del equilibrio puntuado.

      Presento un breve excurso histórico, al que añado algunas consideraciones:

       Charles Darwin (1809-1882)

       El científico agnóstico inglés Charles Darwin fue creyente en la primera parte de su vida y, en su juventud, incluso un fundamentalista cristiano, al nacer en un entorno protestante, de padre anglicano y madre unitaria14 y haber sido sometido a una muy rigurosa educación religiosa, que comprendía el estudio casi literal de la Biblia, y luego enviado a estudiar teología en el Christ's College de Cambridge. Como indica en su autobiografía, todo esto le había dejado durante mucho tiempo la idea de la verdad absoluta y literal de cada palabra de la Biblia. Se declararía agnóstico después de sus investigaciones, al tiempo que publicaba de su obra fundamental, El origen de las especies por medio de la selección natural, o la preservación de las razas favorecidas en la lucha por la vida, conocida generalmente como El origen de las especies.

       Como es sabido, inició su carrera como naturalista emprendiendo en 1831, como huésped del comandante, un viaje de cinco años alrededor del mundo en el bergantín de la marina militar británica Beagle, que albergaba una expedición cartográfica y así visitó las islas de Cabo Verde y las Falkland (o Malvinas), las costas atlánticas y pacíficas y finalmente Australia. En el archipiélago de las Galápagos advirtió que cada isla tenía tipos distintos de tortugas y especies de aves que eran similares en ciertos aspectos y eran distintas en otros y también observó ciertas semejanzas entre ciertos fósiles que había descubierto y ciertas especies vivientes. Había leído entretanto el ensayo de 1798 sobre la población15 del pastor protestante Thomas Malthus (1766-1834), en el que este economista sostenía que el aumento de la población humana era superior al de los recursos alimentarios y se desarrollaba en progresión geométrica, mientras que el alimento disponible aumentaba solo en progresión aritmética, por lo que se veía empujado a cultivar tierras cada vez menos fértiles, sufriendo así una gran penuria de géneros alimenticios con una difusión cada vez mayor del hambre, con muertos por inanición en una especie de control natural a posteriori que seleccionaba a la población humana. Entre Malthus y los descubrimientos y observaciones naturales, nacieron en Darwin las ideas que llevaron a formular la teoría de la evolución por selección natural. En particular, había partido de la suposición de que las diversas tortugas habían tenido como origen una especie común y luego fueron mutando, adaptándose a los distintos ambientes de las diversas islas del archipiélago de las Galápagos. Volvió a Londres en 1836 con las muestras vegetales y animales recogidas y los fósiles recuperados. Presentó para su revisión sus hallazgos ornitológicos a expertos del British Museum y al año siguiente se le informó que esos pájaros, aunque de un aspecto muy diferente, pertenecían todos a la familia zoológica Fringillidae, y a la subfamilia Geospizinae, es decir, eran pinzones comunes. Había deducido que en todas las especies vivientes, a lo largo de generaciones, habían nacido individuos con características distintas con respecto a las de sus padres y entre esos individuos un principio de competencia, la selección natural, escoge a los mejor dotados para sobrevivir en el entorno. La generación siguiente tiene una mayor presencia de ejemplares que sobreviven y se reproducen mejor. En otras palabras, para este científico, en el proceso evolutivo intervienen algunos principios, el de la variación casual, tanto fisiológica como, a consecuencia de esta, de comportamiento, el principio de la herencia de las mutaciones y el de la selección natural en la competencia entre individuos. Darwin, teniendo en cuenta el entorno de las Galápagos, concibe además la idea de nichos protegidos que entiende que favorece el mecanismo, gracias a la ausencia, o al menos a la menor presencia, de depredadores y, en general, de daños ambientales. Sostiene además que el motor de todo es el ciego azar, aunque al principio había supuesto un posible finalismo en las variaciones.

       Hablar de azar en el darwinismo, y hoy en el neodarwinismo y en general en la investigación biológica y naturalista, significa decir que una mutación en un ser viviente no depende de la necesidad de ese organismo y que la transformación del mismo no se impone por una exigencia originada en el entorno, sino que se trata de una transformación completamente fortuita: el viviente mutado que por accidente consiga una condición mejor que otros con respecto al entorno en que se aloja sobrevive originando una nueva especie que prospera, mientras que los no mutados y los mal mutados de su especie se extinguen.16 Como ya escribí en un ensayo anterior,17 para Darwin «no había ningún fin en la selección natural, que no estaba guiada por ninguna fuerza lógica de la naturaleza ni mucho menos por alguna Razón sobrenatural: para él las mutaciones eran mecánicas, no había ninguna idea de progreso en la evolución ni existía una jerarquía entre los seres vivientes, incluido el hombre. Era el azar el que producía las variaciones, por lo tanto estas no tenían una finalidad ni para un cambio en el entorno ni para satisfacer una necesidad particular de un individuo. Según Darwin, si la variación casual era negativa no se transmitía; por el contario, si era positiva, sí. Ese punto de vista se oponía obviamente al cristiano. El paradigma de Darwin era el mecanicismo de Newton, que durante dos siglos había contribuido enormemente a la investigación en el campo de la física y había sido un punto de referencia para los científicos: el siglo XIX estaba muy lejos de los posteriores descubrimientos desconcertantes del probabilismo, la mecánica cuántica y la relatividad y Darwin quería y pensaba poder crear un sistema sólido también para la biología como era, en su tiempo, el newtoniano, basado en las tres leyes de la mecánica. También había teorizado y presentado a su vez sus tres leyes: las mutaciones casuales que según él justificaban el surgimiento de las nuevas especies; la lucha por la supervivencia que premiaba las mutaciones mejor adaptadas; la selección natural causada por el aislamiento geográfico, que favorecía la extinción de las especies y el desarrollo otras. Al fin y al cabo, no era en sí la idea de la evolución la que perturbaría el cristianismo, sino el concepto de selección natural, que se enfrentaba con la idea del Plan divino para los seres humanos y era la idea de un proceso ciego y mecánico, mientras que para la fe cristiana, además, Dios se había encarnado en la segunda Persona intencionadamente en la Historia».

      En sus últimos años de vida, Darwin acepta un concepto llamado pangénesis, tomado de Lamarck (ver más abajo), es decir, la teoría de que el uso o falta de uso de un órgano provocaría

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