Marginado : Por Estas Razones.. Lambert Timothy James
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"Un paseo casual por el manicomio demuestra que la fe no prueba nada."- Wilhelm Nietzsche
En mi tour du poor monde, (viaje por el mundo pobre) conocà a estudiantes occidentales dedicados que estaban en o preparándose para viajes misioneros para animar sus currÃculos o para aumentar sus posibilidades de ser admitidos en una prestigiosa institución de educación superior. Me he sorprendido a mà mismo con hermosas fotos de celebridades que figuran en la lista A, o un portavoz de la caridad, que profundamente querÃa "salvar a la gente" (aunque a veces a los animales más que a la gente). La locura no es nada comparado con las clases de postgrado sobre compromiso público o desarrollo económico que he tomado en el mejor lado del mundo, donde encontré personajes ingenuos que se ven a sà mismos como obreros milagrosos y benefactores de paÃses del tercer mundo. Por muy talentosos que sean estos individuos, las fallas en su enfoque conceptual es la visión intolerante de los desafÃos y necesidades de las naciones menos desarrolladas. Basan sus modelos de desarrollo en la profunda pasión por el capitalismo y el sentido de superioridad cultural. Esta mentalidad me recordó el aforismo "si la única herramienta que tienes es un martillo, todo empieza a parecer un clavo".
¿Qué es más peligroso para las naciones pobres que los occidentales listos? Inmigrantes de paÃses olvidados por Dios; conformistas auto esclavos y adoradores, con poco acceso a las comodidades modernas y al gusto occidental que han adquirido, que se atreven a vocalizar que vivir con un dólar al dÃa es "como es" en sus paÃses de origen. He encontrado una alta concentración de estos estúpidos individuos en Inglaterra, donde el relato de Engel sobre las condiciones de vida hace sólo un siglo me dio escalofrÃos. En los Estados Unidos, que no hace mucho era un agujero de mierda con un olor pútrido de racismo, sexismo y fanatismo (el hedor aún persiste en el aire). Por último, si eres uno de esos monos de un régimen autoritario represivo que camina por las calles iluminadas de Occidente, encantado por el adictivo sentido de la protección y la libertad y que, sin embargo, tiene la firme convicción de que los paÃses en desarrollo necesitan un "hombre fuerte" para la paz y el desarrollo. Antes de leer el resto del libro, arrepiéntase.
Hay que señalar que, a lo largo del tiempo, una sociedad dominante siempre se ha hecho con el prestigioso estatus de "excepcionalÃsimo". AplaudirÃa esta intuición y valentÃa si sus economistas asumieran las responsabilidades de liderazgo de diseccionar el mundo que nos rodea con precisión y, en consecuencia, prescribirán intervenciones eficaces que nos elevaran a todos. ¿Qué tenemos ahora mismo? Un total y humeante desorden global donde la rentabilidad y el Producto Interno Bruto (una forma insensata de medir la mejora de la vida de los ciudadanos) están en el centro de las principales iniciativas. Tengo que subrayar la excusa excesivamente utilizada, la "globalización", ya que ha añadido elementos de alcance y velocidad a la mezcla. ¿Qué decir de la humanidad cuando, una y otra vez, las naciones lÃderes hacen la vista gorda ante la imposición de prácticas inhumanas, que fueron esclavitud en siglos pasados y ahora el auto desprecio se añade a la carga, siempre y cuando les beneficie?
Me enojo cuando los occidentales se sorprenden de que los programas de desarrollo, que son empujados por las gargantas de los paÃses problemáticos, no conducen a resultados profetizados. Me enojo más cuando las soluciones para las necesidades de los habitantes se pueden abordar de manera integrada. En cambio, desde sus escritorios en Washington, DC, los druidas económicos limpian los datos y desarrollan modelos simplificados, que se abstraen de la complejidad de la realidad observable.
Una y otra vez, estudios crÃticos llevados a cabo por expertos del Fondo Monetario Internacional (FMI) y del Banco Mundial han arrojado evidencias de la efectividad de los programas de las principales instituciones financieras internacionales. Estas conciencias culpables lamentan cómo un paÃs económicamente débil es tratado como un coma, llevado a la sala de emergencias de una organización internacional, encerrado en incubadoras financieras desenchufadas y noqueado por una sobredosis adictiva de ayuda, es entonces abusado y golpeado por frenéticos necrófilos y es usado como campo de pruebas para programas experimentales irracionales de reforma. Dios no lo quiera, una nación vegetada muestra cualquier signo de vida después de estas innecesarias cirugÃas a corazón abierto como lo hizo Argentina; estará a merced de feroces buitres que tratarán de sacar sus ojos e intestinos.
¿Cuál es el antÃdoto estándar inyectado en una nación que una vez fue considerada como un "estado fallido"? Miremos a Haità después de que el huracán Sandy azotara esta nación vudú que ya se tambaleaba socio-polÃtico-económicamente durante un siglo. En primer lugar, fue puesto en cuarentena y bajo la supervisión de los ojos espeluznantes de la administración fiduciaria internacional. Después de lo que las naciones poderosas impusieron vÃa douceur (elecciones democráticas) a millones de analfabetos, un bufón carismático cuya idea más brillante fue organizar celebraciones de carnaval en toda la pequeña porción de la isla de La Española, mientras que las decisiones serias fueron tomadas únicamente por los emisarios del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional. El crimen social, polÃtico y económico cometido en Haità está lejos de ser un caso aislado; los fondos de asistencia internacional han sido utilizados por naciones depredadoras para extraer ese tipo de concesiones de las naciones lisiadas, que a menudo no están dispuestas a ofrecer en tiempos de buena salud.
Lo que hemos visto en Haità y en otros agujeros negros donde se adoptaron esos mismos enfoques es que los remedios produjeron un resultado neto peor que el problema en sà mismo. Principalmente porque los cleptómanos y los "socios" técnicos de estas naciones a menudo implementan dogmas contradictorios y reformas que hacen que los paÃses pobres se queden más rezagados. No deberÃa ser el primero en decirles que los hijos de John Maynard Keynes y Harry Dexter White y otras instituciones financieras internacionales actúan a capricho de los intereses de sus patrocinadores y de los patrocinadores. Esto, a su vez, conduce a otra ronda de despreciables derroches de recursos y mala gestión. Si desea hacerse una idea de la magnitud de este desastre, por favor haga un recorrido por Cite' Jalousie, Puerto PrÃncipe, HaitÃ, y compárelo con las villas alquiladas por los "pacificadores" de las Naciones Unidas a unas pocas millas de distancia.
"Predicaba como nunca más volveré a predicar, y como un moribundo a un moribundo."- Richard Baxter
Hoy en dÃa, los economistas afirman que sólo se puede desarrollar una teorÃa de una manera puramente entumecida; cualquier fenómeno que no se pueda reconstruir en un modelo matemático se considera ilógico y destruido. Si en cierto sentido, nada se explica a menos que todo se establezca en un marco de ecuación alucinante, este libro se lee como una carta suicida. No estoy lo suficientemente deprimido como para saltar delante de un tren subterráneo o para hacer un viaje a un templo de monje budista. Tengo que dar las gracias a los economistas clásicos y pródigos que no se inclinaron por esta limitación y que, desde el punto de vista estético, dieron a luz principios esenciales y, desgraciadamente, en la mayorÃa de los casos, tratados diabólicos robustos.
En los paÃses del tercer mundo, el contraste entre la miseria y la desesperación de muchos y el nivel de opulencia y despilfarro de unos pocos no es un abstracto complejo, sino más bien una realidad observable en una escala demencial que equivale a una abominación moral. Los reverenciados revisionistas occidentales bajo el paraguas de organizaciones internacionales como el PNUD (Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo)