Atropos. Federico Betti
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âMe persiguenâ¦â consiguió decir con esfuerzo cuando alguien le respondió desde el otro lado de la lÃnea.
âMantenga la calma, señoraâ dijo el agente que estaba al teléfono, âexplÃquese mejor.â
âYo⦠¡me está persiguiendo⦠un muerto!â
âEso es imposible. ¿Está segura de encontrarse bien?â
âSÃ. SÃ, estoy bien,â dijo ella â¡Estoy siendo⦠perseguida por un muerto!â, gritó.
â¿Dónde vive?â, preguntó finalmente el agente intentando cortar la conversación âLe mando a alguien.â
La mujer dio su dirección y concluyó la llamada pidiendo que se diesen prisa.
Cuando llegaron los dos patrulleros encontraron a Mariolina Spaggesi presa del pánico.
âIntente tranquilizarse, señora. QuerrÃamos que nos contase con tranquilidad que está ocurriendoâ, explicó uno de los dos agentes.
La mujer les contó lo del sobre recibido algunos dÃas atrás y lo de las flores entregadas esa mañana.
â¿Quién es Massimo Trovaioli?â, preguntó un agente.
âMi último ex.â
â¿Ãl podrÃa tener algo en su contra? Cuando se han separado ¿ha sucedido de mala manera?â
âÃl está⦠¡muerto!â gritó la mujer. âÃl es el⦠muerto⦠¡que me persigue!â
La señorita Spaggesi continuaba gritando, parándose siempre sobre la palabra muerto cada vez que la pronunciaba.
âPerdónenos,â dijo el otro agente, âNo nos queda todavÃa claro este punto. Nos debe disculpar. Lo sentimos.â
âNo pasa nadaâ respondió la mujer después de un momento de silencio en el cual intentó tranquilizarse.
â¿Ha visto quién le ha traÃdo estas flores?,â le preguntaron cuando los dos agentes estuvieron seguros que habÃa pasado el peor momento.
âParecÃa⦠el florista⦠aquel que está calle abajo, en la vÃa San Vitale, pero no estoy segura. Cuando estoy por ahà fuera camino siempre deprisa y no me fijo mucho en las tiendas.â
âLo comprobaremos,â le aseguró uno de los patrulleros, volviéndose hacia su compañero con una mirada de complicidad. âMientras tanto, usted debe permanecer tranquila. ¿Nos lo promete?â
âLo intentaré,â respondió la mujer. âLo intentaré.â
âBien. Nosotros nos pondremos a ello inmediatamente para echar un poco de luz sobre este asunto. Probablemente sea un malentendido.â
âTengo miedo,â dijo la señorita Spaggesi, âHaced algo, por favor,â les imploró, como si no hubiese escuchado las últimas palabras de los agentes.
âTranquilÃcese y beba un vaso de agua fresca.â
El agente más cercano al grifo del agua cogió un vaso que encontró al lado, lo llenó con agua y se lo dio a la mujer.
âBeba a sorbitos y verá como le ayuda a sentirse mejor.â
La mujer bebió siguiendo el consejo y, mientras permanecÃa sentada, preguntó si no serÃa un problema, para los dos agentes, si ella no los acompañaba hasta la puerta.
âNo hay problema, señora.â
Mariolina Spaggesi quedó sola, sentada e inmóvil, pensando en todo lo que habÃa ocurrido, confortada por las palabras de los dos agentes: ellos se ocuparÃan del problema, esperaba que lo resolviesen.
Cuando los dos agentes, siguiendo las indicaciones de la señorita Spaggesi, llegaron al negocio de flores, encontraron un aviso en la puerta: VUELVO ENSEGUIDA.
Aquel que parecÃa ser el dueño llegó con paso rápido, acelerando en los últimos metros al ver a dos agentes de policÃa esperando.
â¿Me buscabais?â preguntó, â¿Os puedo ayudar, ha sucedido algo?â
â¿Podemos entrar?â, dijo uno de los dos agentes.
âPor favor, por favor, faltarÃa más.â
El hombre abrió la puerta de cristal e hizo sentar a los dos agentes en el interior.
âPor favor, decidme. ¿Qué ha sucedido? Yo no os he llamado. No me han robado nada.â
âNo estamos aquà por esa razónâ le interrumpió un agente.
âExplicaos.â
âUna persona dice que ha recibido un ramo de flores de un muertoâ, comenzó a contar el agente con más años de carrera en la policÃa.
âImposibleâ, dijo el florista, âLos muertos no mandan flores a nadie.â
âDice también que se las llevó usted o una persona que trabaja con usted.â
La mirada del hombre se volvió más sombrÃa.
âNo entiendo a dónde queréis llegar.â
âQueremos solo comprender qué ha sucedido,â explicó el agente más joven. âEstá persona está realmente aterrorizada.â
â¿Cuándo habrÃa sucedido?â
âHace poco tiempo⦠un par de horas.â
âDejadme pensar un momento.â
El florista hizo una pequeña pausa, a continuación volvió a hablar.
âYo trabajo solo, no tengo ayudantes ni nada parecido aquÃ. No me los puedo permitir. Hago yo todo: recibo a los clientes, les sirvo y, si es preciso, llevo los pedidos a domicilio.â
âCuando hemos llegado a aquÃ, usted no estaba. ¿Estaba con una entrega?â
âObviamente.â
âNada es obvio en nuestro trabajo,â dijo un agente, como para dar a entender que no estaban haciendo una visita de cortesÃa.
âExcusadmeâ,