Atropos. Federico Betti

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Atropos - Federico Betti

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nuevo con la madre de Lucia Mistroni. El tráfico rodado de aquella mañana era insoportable, de todos modos consiguieron llegar al destino en un tiempo razonable. La señora les había dado su dirección antes de salir del piso de la hija el día anterior.

      Cuando la mujer vio a los dos policías estaba a punto de entrar en la casa después de haber pasado por la frutería.

      Les pidió que se acomodasen y les preguntó si querían algo de beber.

      â€œMuy amable,” le agradeció el inspector “Aceptaría encantado un vaso de agua.”

      â€œLo mismo para mí, gracias”, dijo Marco Finocchi.

      La mujer echó el agua en dos vasos de vidrio bastante amplios y se los dio a sus huéspedes.

      â€œNecesitamos de nuevo que nos ayude,” dio el inspector después de haber bebido un sorbo.

      â€œDíganme.”

      â€œÂ¿Podría hacernos una lista de todas las personas que conocía su hija? Quiero decir de parientes, amigos y conocidos. Con respecto al lugar de trabajo basta con que nos diga el nombre de la empresa.”

      La mujer cogió un folio, comenzó a escribir y, una vez terminado, los dos policías se dieron cuenta que iban a tener que trabajar duro para conseguir hablar con todos en el menor tiempo posible.

      Zamagni cogió el papel, lo dobló y se lo metió en el bolsillo.

      â€œDesde la última vez que nos hemos visto, ¿ha recordado algo que usted cree que pueda ayudarnos en nuestro trabajo?’” preguntó a continuación.

      â€œPor el momento, no, pero no me he olvidado. En el momento en que sepa algo, no dudaré en llamaros”

      â€œMuchas gracias”, dijo Marco Finocchi.

      â€œAhora nos debemos marchar. El trabajo nos espera.” Esta vez había sido el inspector Zamagni el que había hablado.

      Los dos policías se levantaron casi al mismo tiempo, se despidieron de la mujer y salieron.

      Se percataron de que el folio que les había dado la mujer era muy detallado: por cada nombre de la lista había especificado qué tipo de conocido o pariente era y, de aquellos que lo sabía, había escrito incluso la dirección.

      Zamagni decidió que comenzarían con los nombres de los cuales tenían la información completa y dejarían a los agentes que trabajaban en las oficinas la tarea de completar la lista con los datos que faltaban.

      El inspector se ocuparía de los parientes y el agente Finocchi de los amigos.

      Antes de comenzar la dura tarea de recogida de información se pasaron por la comisaría de policía y Zamagni aprovechó para hacer dos fotocopias de la lista que había escrito la mujer: una copia se la dio al agente Finocchi, otra al agente encargado de buscar los datos que faltaban y Zamagni guardó en su bolsillo el original.

      7

      El autobús estaba a rebosar a aquella hora de la mañana: muchos estudiantes iban a la escuela y ocupaban la mayor parte de los asientos. El hombre, de todas formas, no tenía ningún problema para quedarse de pie, porque sabía que el trayecto que haría sería bastante corto.

      En cuanto llegó a la parada más próxima a su destino descendió y se puso a andar a lo largo de la acera.

      Atravesó la circunvalación y comenzó a recorrer la Calle Mayor en dirección al centro de la ciudad. Casi ciento cincuenta metros más adelante giró a la derecha para llegar a vía San Vitale y entró en un negocio de flores que había debajo del pórtico.

      â€œBuenos días,” dijo, “Estoy pensando en comprar algunas flores, ¿las entrega a domicilio, verdad?”

      â€œPor supuesto”, respondió la muchacha.

      â€œMuy bien.”

      â€œÂ¿En qué tipo de flores está pensando?”

      â€œCrisantemos,” respondió el hombre, “Un bonito ramo de crisantemos.”

      La muchacha quedó un momento sin decir una palabra, pensando en la petición, a continuación se puso a preparar el ramo.

      â€œÂ¿Sería posible hablar con el dueño de la tienda?”

      â€œEn estos momentos no está.”

      â€œÂ¿Cuándo lo podría ver?”

      â€œPor lo general pasa por la tienda en el transcurso de la tarde, ya casi de noche.”

      â€œÂ¿Todos los días?”

      â€œHabitualmente sí, a menos que tenga algún compromiso que no se lo permita.”

      â€œGracias por la información y las flores. ¿Puede tenerlas aquí hasta esta tarde?”

      â€œPor supuesto.”

      â€œBien, entonces hasta la tarde.”

      â€œÂ¿Se conocen?” preguntó la muchacha, refiriéndose al dueño de la tienda y al hombre que lo estaba buscando. “Si me llama, quizás puedo decirle que usted ha pasado por aquí y que pasará al final del día.”

      â€œNo se preocupe, no hay problema. Puedo pasar tranquilamente, aunque no le diga nada.”

      La muchacha asintió, y después de que el hombre se hubiese ido, algunos minutos más tarde, pensó en su extraño comportamiento.

      Aquella tarde, sin que la muchacha hubiese dicho nada sobre la visita matinal del hombre, este último y el dueño de la floristería hablaron durante casi una hora en un bar que había al lado de la tienda.

      Cuando los dos se despidieron, el florista reentró en la tienda, cogió el ramo de crisantemos y lo repuso en la pequeña habitación que había al fondo del local.

      8

      El inspector Zamagni y el agente Finocchi se dividieron las tareas: uno contactaría con los amigos de Lucia Mistroni mientras que el otro hablaría con los parientes.

      Por el momento, lo más importante era encontrar información sobre la muchacha y las personas con las cuales tenía un contacto más íntimo.

      Los posibles avances llegarían en su momento, como una consecuencia lógica.

      Comenzaron por la mañana temprano, telefoneando a cada una de las personas para programar los encuentros: esto serviría, además de para obtener alguna información de utilidad, para conocerles y hacerse una idea preconcebida de ellos.

      Stefano

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