Capricho De Un Fantasma. Arlene Sabaris
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âPues, déjame ver⦠Primero que nada, tengo que recordarte que llames al electricista. ¡Y luego⦠desayunar! ¡Muero de hambre! ârespondió Virginia tomando un sorbo de café.
Los separaban solo un par de pasos y Andrés los redujo cuando rodeó su cintura con su mano libre, la atrajo hacia su pecho y besó sus labios con ternura por apenas unos segundos.
âHueles a lavanda⦠âle dijo él mientras acariciaba su espalda.
âHueles a café⦠âle respondió ella mientras lo empujaba fuera de la habitación para cambiarse.
Quedaron en verse unos minutos después para desayunar juntos. Virginia no podÃa creer lo que estaba ocurriendo en aquel momento, no es que en realidad hubiera pasado algo extraordinario, apenas se habÃan besado, pero lo que sentÃa cada vez que él la tocaba era algo que hacÃa muchos años no experimentaba. Su corazón latÃa como el de una quinceañera entusiasmada con su primer amor y parecÃa insensato hasta para ella, una empedernida romántica que guardaba un ejemplar en capa dura de Orgullo y Prejuicio en su mesita de noche.
Aprovechó para escribir un mensaje a su hija Noelia, que pasaba las vacaciones en SÃdney, Australia, con su padre y abuelos paternos. Estar lejos de ella por todo un mes al principio le resultó una agonÃa, pero era consciente de que no tenÃa derecho a anteponer sus intereses a los de su hija y Dios sabÃa que su exmarido ya sufrÃa bastante con no poder estar con la niña todo el tiempo.
Su matrimonio duró casi cuatro años, Noelia tenÃa dos cuando Virginia decidió poner fin a la relación, ahora la niña tenÃa cuatro. Nunca quiso irse a vivir a SÃdney con el padre de su hija; no era parte del trato. Tal vez nunca lo amó lo suficiente como para dejarlo todo por él, que la amaba demasiado y sà habÃa dejado su familia y su paÃs por ella. Noah era el representante de una universidad australiana que auspiciaba un programa de becas. Pasaba al menos la mitad del año trabajando con las solicitudes, evaluaciones y entrevistas de los candidatos. En ocasiones impartÃa charlas motivacionales a los estudiantes de la universidad local que fungÃa como socio estratégico. Asà se conocieron. Virginia acompañaba a Iveth a una de las charlas, pues se habÃa divorciado hacÃa poco y estaba deseosa de alejarse de todo y de todos. A unas semanas de finalizar la maestrÃa en negocios que cursaban juntas, vieron el anuncio de la charla y entraron a oÃrla.
El apuesto australiano llevaba el cabello largo y rubio sostenido en el cuello con una liga, a pesar de que algunos mechones se resbalaban y colgaban sobre sus pómulos definidos y bronceados. Llevaba una camisa blanca que solo llegaba al antebrazo, sus vaqueros azules combinaban con sus ojos y las botas negras parecÃan adecuadas para cualquier escenario menos para el de una charla sobre becas universitarias para postgrados y doctorados. « ¡Australiaâ¦!», habÃa susurrado Iveth dando un codazo a su compañera, que recordó aquello mientras escribÃa el mensaje para Noelia en su teléfono y veÃa la foto de su exmarido en el perfil.
Fue un encantamiento a primera vista para ambos. La quÃmica no se hizo esperar y una extrovertida Virginia levantó la mano varias veces para hacer preguntas. Su amiga la desconocÃa por completo; estaba coqueteando descaradamente con él, la misma que meses antes habÃa sido incapaz de impedir que el amor de su vida se casara con otra. Los nueve meses que duró el noviazgo parecieron una eterna luna de miel, con las interrupciones necesarias de sus regresos a SÃdney, el resto del tiempo lo pasaron juntos.
Cuando se casaron, sus familias tenÃan distintas opiniones acerca de dónde debÃan vivir, pero todos coincidÃan en algo: era decisión de la pareja. Para ella, Australia siempre fue un destino al que ir de vacaciones; allà pasaban algunas semanas, cuando las vacaciones de su trabajo se lo permitÃan. Eso no cambiarÃa, ya se lo habÃa dicho muchas veces, y él lo habÃa aceptado. Pero cuando nació Noelia, todo se complicó, él querÃa llevar a la niña a SÃdney cada vez que debÃa viajar por su trabajo durante un mes. «Estará bien con mis padres, mientras estoy en la universidad», decÃa él. « ¡Donde esté mi hija, estoy yo!», decÃa ella.
Finalmente, luego de casi dos años de discusiones, a Noah le ofrecieron una vicerrectorÃa en la universidad. Era una tonterÃa negarse, pues el programa de becas cerrarÃa ese año y profesionalmente la oferta era un gran honor. Pero el puesto era en SÃdney y a tiempo completo; ella se lo hizo fácil y le propuso el divorcio, acordaron amigablemente la custodia compartida de Noelia y, poco a poco, ella aprendió a desprenderse de la niña por algunos dÃas, en ciertas épocas del año. Desprenderse de él fue más fácil, quizá demasiado. Se dejó llevar por una emoción y se casó con él sin amarlo; lo apreciaba, eso estaba claro, pero como a un gran amigo. En cambio, claramente él estaba mucho más enamorado y, a pesar de que en las parejas siempre habrá uno que quiera más, si uno ama pero el otro solamente quiere, es obvio que al final alguien saldrá innecesariamente herido. Ella aprendió por experiencia.
Esperó una respuesta a su mensaje; le llegó una fotografÃa de su hija en la playa, luego un video de la niña enviándole un beso⦠Luego él le envió un beso. Afuera, el sol brillaba con nitidez apoderándose con su luz de todo el cielo. Comenzó a vestirse.
CapÃtulo 11
Villas ParaÃso estaba cuidadosamente clasificado en residenciales que respondÃan a los siete colores del arcoÃris y no habÃa más de treinta villas de cada color. La villa de la novia y las que habÃan rentado los invitados estaban en ParaÃso Azul. Muy cerca de allà estaba ParaÃso Cian, donde los huéspedes podÃan disfrutar de la playa y los salones para actividades.
En ParaÃso Violeta estaban La Marina y el centro de actividades nocturnas, que, a pesar de tener poca actividad en dÃas de semana, desde los viernes se convertÃa en una fiesta desde la tarde hasta el amanecer, una fiesta que muchas veces continuaba en ParaÃso Cian. El resto de los colores eran residenciales con villas para huéspedes e instalaciones deportivas y recreativas comunes. La villa de los padres de Andrés estaba en ParaÃso Naranja.
El jueves se dibujaba radiante. En una villa de ParaÃso Azul, una impaciente novia intentaba comunicarse sin éxito por el celular con su dama de honor. El ensayo serÃa en unas horas y necesitaba hablarle, ni siquiera sabÃa si estarÃa a tiempo en Las Galeras. La villa de invitados estaba rentada desde el viernes y querÃa decirle que esa noche podÃa dormir con ella, pero no lograba localizarla.
En el comedor, a unos pasos de la novia, Lourdes movÃa cielo y tierra para conseguir a todos los miembros del cortejo antes de las cuatro de la tarde en la playa. No era su primera boda, pero sà era la primera en Villas ParaÃso y tenÃa que quedar perfecta. Preparaba los guiones para la tarde, cuando escuchó a Iveth dejando un mensaje quejándose de su dama de honor y se acercó con curiosidad.
â ¿Pero⦠estás llamando a Betina? Llegó ayer, no te preocupes⦠¡Tengo todo resuelto con su alojamiento! âdijo Lourdes en tono triunfal.
â ¿Betina? ¿Quién es Betina, por Dios? âexclamó la novia, visiblemente irritada.
â ¡Tu dama de honor, Iveth! ¡Llegó ayer temprano con todo lo que le pedÃ! Está alojada con este chico que nos hace el favor de alojar a otros invitados desde mañana âdijo Lourdes completamente confundida.