Arena Dos . Морган Райс

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Arena Dos  - Морган Райс Trilogía De Supervivencia

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más distintas entre sí—sin embargo, les encuentro parecido.

      Me acerco a Bree, que sigue temblando, acurrucada con Rose; Penélope en su regazo, y me siento junto a ella, pongo mi brazo sobre ella y la beso en la frente.  Ella apoya su cabeza en mi hombro.

      “No te preocupes Bree”, le digo.

      “Tengo hambre”, dice en voz baja.

      “Yo también”, repite Rose.

      Penélope lloriquea suavemente, y puedo notar que ella también tiene hambre. Ella es más lista que cualquier otro perro que he conocido.  Y valiente, pese a estar temblando. Es increíble que haya mordido a Rupert cuando lo hizo, y si no hubiera sido por ella, tal vez ninguno de nosotros estaríamos aquí.  Me inclino para acariciar su cabeza y ella me lame la mano nuevamente.

      Ahora que mencionan la comida, me doy cuenta de que es una buena idea. He estado intentando reprimir mis ataques de hambre demasiado tiempo.

      “Tienes razón”, le digo. “Vamos a comer”.

      Las dos me ven con los ojos abiertos de par en par con esperanza y expectativa.  Me levanto, cruzo la lancha y alcanzo uno de los sacos.  Saco dos grandes frascos de mermelada de frambuesa y le doy uno a Bree, desenroscándoselo.

      “Compartan este frasco”, les digo a ellos. “Nosotras tres compartiremos el otro”.

      Abro el otro frasco y lo paso a Logan, y él mete su dedo, toma una gran cantidad y la pone en su boca.  Respira profundamente lleno de satisfacción—debe haber estado hambriento.

      Se lo entrega a Ben, quien toma una también, después yo meto el dedo y tomo un puñado y lo pongo en mi lengua. Siento el subidón de azúcar, mientras la frambuesa satisface mis sentidos, y probablemente es la mejor que he probado. Sé que no es una comida, pero es como si lo fuera.

      Parece que soy la encargada de la comida, así que nuevamente me acerco a las bolsas y tomo lo que queda de nuestras galletas y le doy una a cada persona, incluyéndome a mí misma. Miro a Bree y a Rose comiendo alegremente la mermelada, y con cada puñado, le dan uno a Penélope.  Ella lame sus dedos como loca, lloriqueando al hacerlo. La pobre debe estar tan hambrienta como nosotras.

      “Regresarán, ¿saben?”, se oye una voz de mal agüero, junto a mí.

      Volteo y veo a Logan sentándose, limpiando su arma, mirándome.

      “¿Lo sabes, verdad?”, dice presionándome. “Estando aquí, somos presa fácil”.

      “¿Qué propones?”, le pregunto.

      Se encoge de hombros y aparta la mirada, decepcionado.

      “Nunca debimos habernos detenido. Deberíamos haber seguido avanzando, como dije”.

      “Pues, ya es tarde ahora”, le digo, molesta. “Deja de quejarte”.

      Me estoy cansando de su pesimismo a cada paso, me estoy hartando de nuestra lucha por el poder.  Me molesta tenerlo cerca, aunque al mismo tiempo, le estoy agradecida.

      “Ninguna de nuestras opciones son buenas”, dice él. “Si vamos río arriba esta noche, podríamos encontrarlos.  Podría arruinarse la lancha. Podríamos toparnos con el hielo que flota, o alguna otra cosa. O peor, podrían atraparnos. Si nos vamos en la mañana, pueden vernos en la luz. Podríamos navegar, pero podrían estarnos esperando”.

      “Entonces vámonos en la mañana”, le digo. “Al amanecer. Iremos al norte y esperemos que ellos regresen hacia el sur”.

      “¿Y si no lo hicieran?”, pregunta él.

      “¿Tienes alguna idea mejor? Tenemos que alejarnos de la ciudad, no ir hacia ella. Además, Canadá está al norte, ¿no es así?”

      Da media vuelta y mira hacia otro lado, suspirando.

      “Podríamos quedarnos aquí”, dice él. “Esperar algunos días. Para asegurarnos que nos pasen primero”.

      “¿Con este clima? Si no conseguimos un refugio, moriremos de frío.  Y se nos habrá terminado la comida para entonces.  No podemos quedarnos aquí.  Tenemos que seguir adelante”.

      “¿Ah, ahora quieres seguir adelante?”. pregunta.

      Lo miro fijamente—está empezando a sacarme de quicio.

      “Está bien”, dice él. “Nos iremos al amanecer. Mientras tanto, si vamos a pasar la noche aquí, tenemos que hacer guardia.  En turnos.  Yo empezaré, después tú, y luego Ben. Duerman ustedes ahora.  Ninguno de nosotros hemos dormido y lo necesitamos. ¿De acuerdo?”, pregunta, primero me mira a mí y después a Ben.

      “De acuerdo”, respondo.  Él tiene razón.

      Ben no responde, sigue con la mirada perdida, perdido en su propio mundo.

      “Oye”, dice Logan con rudeza, echándose hacia atrás y pateando su pie. “Te estoy hablando. ¿Trato hecho?”

      Ben gira lentamente y lo mira, aún sin concentrarse, y luego asiente con la cabeza. Pero no sé si realmente lo escuchó.  Me siento mal por Ben; es como si no estuviera aquí realmente. Claramente, el dolor y la culpa por su hermano lo consumen.  No imagino por lo que está pasando.

      “Bien”, dice Logan. Revisa sus municiones, amartilla su arma, y salta de la lancha al muelle que está junto a nosotros. La embarcación se mece, pero no se aleja. Logan se para en el muelle seco, examinando el entorno. Se sienta en un poste de madera y mira en la oscuridad, con el arma sobre su regazo.

      Me instalo junto a Bree, poniendo mi brazo alrededor de ella.  Rose también se inclina, y envuelvo mi brazo alrededor de las dos.

      “Descansen un poco. Nos espera un largo día mañana”, digo, preguntándome en secreto si ésta será nuestra última noche en la Tierra. Preguntándome si habrá un mañana.

      “No hasta que me encargue de Sasha”, dice Bree.

      Sasha. Casi la olvido.

      Veo el cadáver congelado de nuestra perrita, a un costado de la lancha.  Me cuesta trabajo creer que la trajimos aquí.  Bree es una ama fiel.

      Bree se levanta, cruza la embarcación en silencio y se pone de pie ante Sasha. Se arrodilla y le acaricia la cabeza.  Sus ojos se iluminan con la luz de la luna.

      Me acerco y me arrodillo a su lado.  También acaricio a Sasha, por siempre agradecida con ella por protegernos.

      “¿Te ayudo a enterrarla?”, le pregunto.

      Bree asiente con la cabeza, mirando hacia abajo, mientras cae una lágrima.

      Juntas bajamos las manos para recoger a Sasha, y nos inclinamos hacia adelante con ella, por el costado de la embarcación.  Ambas la sujetamos, ninguna de las dos queremos soltarla.  Miro hacia abajo, en el agua oscura y congelada, del río Hudson que está abajo, con las olas flotando.

      “¿Quieres decir algo?”, le pregunto, “Antes de soltarla”.

      Bree mira hacia abajo, parpadeando para contener las lágrimas, con su rostro iluminado por la luz de la luna.  Se ve angelical.

      “Ella

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