Arena Dos . Морган Райс

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Arena Dos  - Морган Райс Trilogía De Supervivencia

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ves?”, le digo a Logan, “eso no estuvo tan mal”.

      Pero Logan no se siente aliviado, con una mueca en el rostro, nervioso, mientras observa los árboles.

      “Ya llegamos aquí”, se queja. “Pero no hemos regresado aún”.

      Típico. Se niega a reconocer que se equivocó.

      Me detengo frente a nuestra casa y veo las antiguas huellas de los tratantes de esclavos.  Me hace recordar todo el temor que yo había sentido cuando se habían llevado a Bree. Me acerco a ella y le pongo el brazo alrededor de su hombro, la aprieto con fuerza, y decido no volver a dejarla nunca lejos de mi vista.

      Apago la marcha y todos salimos rápidamente y nos dirigimos hacia la casa.

      “Lamento el desastre”, le digo a Logan mientras me adelanto a él, hasta la puerta principal. “No esperaba invitados”.

      Sin proponérselo, esboza una sonrisa.

      “Ja, ja”, dice inexpresivamente. “¿Debo quitarme los zapatos?”.

      Tiene sentido del humor. Eso me sorprende.

      Al abrir la puerta y entrar, cualquier sentido del humor que yo haya tenido, desaparece de repente.  Cuando veo el lugar que está frente a mí, me siento descorazonada. Sasha está ahí, tendida, con la sangre seca, su cuerpo rígido y congelado. A pocos centímetros de distancia se encuentra el cadáver del tratante de esclavos que Sasha había matado, también está congelado, pegado al suelo.

      Miro la chamarra que tengo puesta—que era de él—la ropa que tengo puesta—su ropa—mis botas—sus botas—y me siento rara. Es casi coo si yo fuera su doble.

      Logan me mira y debe darse cuenta de eso, también.

      “¿No le quitaste los pantalones?”, pregunta.

      Miro hacia abajo y recuerdo que no lo hice.  Era demasiado.

      Niego con la cabeza.

      “Fue tonto”, dice.

      Ahora que lo menciona, me doy cuenta de que tiene razón. Mis viejos pantalones de mezclilla están húmedos y fríos y se pegan a mí.  Y aunque yo no los quisiera, tal vez Ben sí. Es una lástima desperdiciarlos: después de todo, es ropa perfectamente buena.

      Oigo un llanto ahogado y veo a Bree, ahí parada, mirando a Sasha. Me rompe el corazón ver su cara de esa manera, abatida, mirando hacia abajo a su antigua perrita.

      Me acerco y pongo mi brazo encima de ella.

      “Tranquilízate, Bree”, le digo. “No la veas”.

      Beso su frente e intento alejarla, pero ella me aleja con una fuerza sorprendente.

      “No”, dice ella.

      Da un paso adelante, se arrodilla y abraza a Sasha en el suelo.  Ella pone sus brazos sobre su cuello y se inclina y la besa en la cabeza.

      Logan y yo intercambiamos miradas.  Ninguno de los dos sabemos qué hacer.

      “No tenemos tiempo”, dice Logan. “Necesitas enterrarla y seguir adelante”.

      Me arrodillo junto a ella, me inclino y acaricio la cabeza de Sasha.

      “Todo va a estar bien, Bree. Sasha ya está en un lugar mejor. Ahora es feliz. ¿Me entiendes?”.

      Las lágrimas caen de sus ojos, y ella levanta la mano, respira profundo y las limpia con el dorso de su mano.

      “No podemos dejarla aquí, así”, dice ella. “Tenemos que enterrarla”.

      “Lo haremos”, le digo.

      “No podemos”, dice Logan. “El suelo está congelado”.

      Me levanto y miro a Logan, más molesta que nunca.  Sobre todo porque me doy cuenta de que tiene razón.  Debí haber pensado en ello.

      “¿Y qué sugieres que hagamos?”, le pregunto.

      “No es mi problema. Estaré afuera, vigilando”.

      Logan se da la vuelta y sale, dando un portazo detrás de él.

      Volteo a ver a Bree, intentando pensar rápidamente.

      “Él tiene razón”, le digo. “No tenemos tiempo para enterrarla”.

      “¡NO!”, grita ella. “Lo prometiste. ¡Tú lo prometiste!”.

      Ella tiene razón. Lo prometí.  Pero no había pensado las cosas detalladamente. Pensar en dejar a  Sasha aquí así, me mata. Pero tampoco puedo arriesgar nuestras vidas. A Sasha no le gustaría eso.

      Tengo una idea.

      “La pondremos en el río, Bree”.

      Ella voltea a verme.

      “¿Y si la enterramos en el agua? Ya sabes, como hacen con los soldados que mueren condecorados?”.

      “¿Qué soldados?”, pregunta.

      “Cuando los soldados mueren en el mar, a veces se les entierra ahí.  Es un entierro con honor. A Sasha le encantaba el río.  Estoy segura de que será feliz ahí.  Podemos llevárnosla y enterrarla ahí. ¿Te parece bien?”.

      Mi corazón late con fuerza, en espera de la respuesta. Se nos acaba el tiempo y sé cuán instransigente puede llegar a ser Bree cuando algo significa mucho para ella.

      Para alivio mío, asienta con la cabeza.

      “De acuerdo”, dice. “Pero yo la llevo”.

      “Creo que es muy pesada para ti”.

      “No me iré, a menos que yo la cargue”, dice ella, con los ojos brillando con determinación, mientras se levanta, me mira a la cara, con las manos en sus caderas. Me doy cuenta en su mirada, que no permitirá que sea de otra manera.

      “De acuerdo”, le digo. “Puedes llevarla”.

      Entre las dos levantamos a Sasha del suelo, y después exploro rápidamente la casa en busca de cualquier cosa que podamos rescatar. Me apresuro a acercame al cadáver del tratante de esclavos, le quito los pantalones, y al hacerlo, siento algo en su bolsillo trasero. Me da gusto descubrir algo voluminoso y metálico en el interior.  Saco una pequeña navaja automática. Me alegra tenerla y la meto a mi bolsillo.

      Reviso rápidamente el resto de la casa, yendo apresuradamente de una habitación a otra, buscando cualquier cosa que nos pueda ser útil. Encuentro algunos viejos sacos de yute vacíos  y los llevo todos.  Abro uno y pongo adentro el libro favorito de Bree, El Árbol Generoso, y mi ejemplar de El Señor de las Moscas. Corro hacia el armario, tomo el resto de las velas y fósforos y los pongo adentro.

      Corro a la cocina y voy al garaje, las puertas están abiertas desde que los tratantes de esclavos allanaron la casa. Espero ansiosamente que no hayan tenido tiempo de buscar en la parte posterior, más a fondo en el garaje, su caja de herramientas. La escondí bien, en un hueco en la pared, y me apresuro a ir atrás y me siento aliviada al ver que sigue ahí. Es demasiado pesada para llevar

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