Un Rastro de Muerte . Блейк Пирс

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Un Rastro de Muerte  - Блейк Пирс Un Misterio Keri Locke

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nada así. Es muy responsable.

      —Sra. Penn, ¿acostumbra Ashley a conducir o caminar hasta la casa? —preguntó Keri.

      —Viene a pie. Ella está solo en décimo grado, tiene quince. Ni siquiera ha comenzado las clases de conducir.

      Keri miró a Ray. Sabía lo que él iba a decir y ella misma no tenía argumentos para contradecirlo. Pero algo en el tono de Mia Penn la capturó. Podía decir que la mujer apenas podía mantener el control. Había pánico bajo la superficie. Quiso pedirle a él que se saltaran el protocolo pero no podía esgrimir ninguna razón creíble para hacerlo.

      —Sra. Penn, habla el Detective Ray Sands. Estoy escuchándola por la extensión. Quiero que respire profundamente y luego me diga si su hija ha llegado tarde a casa alguna vez.

      Mia Penn replicó al punto, haciendo a un lado la sugerencia de respirar mejor.

      —Por supuesto —admitió, tratando de ocultar la exasperación en su voz—. Como dije, ella tiene quince. Pero siempre ha enviado mensajes de texto o ha llamado si se va a retrasar más de una hora. Y nunca se retrasa cuando tenemos planes.

      Ray respondió sin dirigir la vista a Keri, porque sabía que ella lo miraría con desaprobación.

      —Sra. Penn, oficialmente, su hija es menor de edad y las normas con respecto a personas desaparecidas no se aplican igual que como sucede con un adulto. Tenemos una autoridad más amplia para investigar. Pero hablándole honestamente, una adolescente que no esté respondiendo a los mensajes de texto de su madre y no haya llegado a casa menos de dos horas después de la salida de la escuela, no va a disparar el tipo de respuesta inmediata que usted espera. En este punto no hay mucho que podamos hacer. En una situación como esta, lo mejor que puede hacer es acercarse a la estación y llenar un reporte. Eso es algo que debe hacer. No hay problema con eso y podría acelerar las cosas si necesitamos desplegar recursos.

      Hubo una larga pausa antes de que Mia Penn respondiera. El tono de su voz se volvió cortante.

      —¿Cuánto tiempo tengo que esperar para que usted —despliegue”, Detective? —preguntó ella— ¿Son dos horas más que suficiente? ¿Tengo que esperar hasta que oscurezca? ¿Hasta mañana en la mañana? Apuesto a que si yo fuera...

      Cualquier cosa que Mia Penn estaba a punto de decir, se lo calló, como si supiera que cualquier cosa que añadiera sería contraproducente. Ray iba a responder pero Keri levantó su mano y le lanzó su patentada mirada de —deja que maneje esto”.

      —Escuche, Sra. Penn, habla la Detective Locke de nuevo. Usted dice que vive en los Canales, ¿correcto? Eso está en mi camino a casa. Deme su dirección de correo electrónico. Le enviaré una forma de personas desaparecidas. Puede empezar a rellenarla y yo pasaré para ayudarla a completarla y agilizar su ingreso en el sistema. ¿Qué tal le suena eso?

      —Suena bien, Detective Locke. Gracias.

      —No hay problema. Y bueno, quizás Ashley ya esté en casa para cuando yo llegue allá y yo pueda darle un sermón sobre mantener a su mamá informada —sin costo alguno.

      Keri tomó el bolso y las llaves, preparándose para ir a la casa de los Penn.

      Ray no había dicho una palabra desde que colgaron. Ella sabía que él se estaba agitando silenciosamente pero evitó levantar la vista. Si sus miradas se cruzaban, sería ella la que recibiría el sermón y no estaba de humor.

      Pero al parecer Ray no necesitaba hacer contacto visual para decir sus líneas.

      —Los Canales no están en tu camino a casa.

      —Solo un poco fuera de mi camino —insistió ella, todavía sin levantar la vista—. Así que tendré que esperar hasta las seis treinta para regresar a la marina y a Olivia Pope y asociados. No es gran cosa.

      Ray suspiró y se reclinó en su silla.

      —Es una gran cosa. Keri, acá has sido detective por casi un año. Me gusta tenerte como mi pareja. Y has hecho un gran trabajo, incluso antes de que consiguieras tu placa. El caso Gonzales, por ejemplo. No creo que yo lo hubiera podido resolver y llevo una década más que tú investigando estos casos. Tienes una especie de sexto sentido para estas cosas. Es por eso que te usaba como recursos en los viejos tiempos. Y es por eso que tienes el potencial para ser en verdad una gran detective.

      —Gracias —dijo ella, aunque sabía que no él no había terminado.

      —Pero tienes una gran debilidad y te va a arruinar si no le pones freno. Debes permitir que el sistema funcione. Existe por una razón. El setenta y cinco por ciento de nuestro trabajo se resuelve en las primeras veinticuatro horas sin nuestra ayuda. Necesitamos permitir que eso suceda para concentrarnos en el otro veinticinco por ciento. Si no lo hacemos, terminamos sobrecargados de trabajo. Nos volvemos improductivos, o peor aún —sería contraproducente. Y entonces estamos traicionando a la gente que de verdad nos está necesitando. Es parte de nuestro trabajo escoger nuestras batallas.

      —Ray, no estoy ordenando una Alerta Ámbar. Solo estoy ayudando con algo de papeleo a una madre preocupada. Y en verdad, son solo quince minutos de desvío de mi ruta.

      —Y… —dijo él esperando algo más.

      —Y había algo en su voz. Está guardándose algo. Quiero hablar con ella cara a cara. Puede que no sea nada. Y si es así, me iré.

      Ray meneó su cabeza y lo intentó una vez más.

      —¿Cuántas horas gastaste con ese chico sin hogar en Palms que estabas segura había desaparecido y no fue así? ¿Quince?

      Keri se encogió de hombros.

      —Mejor asegurarse que lamentarse —murmuró por lo bajo.

      —Mejor empleado que despedido por uso inapropiado de los recursos del departamento —replicó él.

      —Es después de las cinco —dijo Keri.

      —¿Significa?

      —Significa que no estoy en mi turno. Y esa madre me está esperando.

      —Pareciera que tú nunca estás en tu turno. Devuélvele la llamada, Keri. Dile que te envíe por correo electrónico las formas cuando haya terminado. Dile que llame para acá si tiene alguna pregunta. Pero ve a casa.

      Ella había sido tan paciente como había podido pero por lo que a ella concernía, la conversación había terminado.

      —Te veré mañana, Sr. Inmaculado —dijo, dándole un apretón en el brazo.

      Cuando se dirigía al estacionamiento para buscar su Toyota Prius de color plata y diez años de uso, trató de recordar la vía más rápida para llegar a los Canales de Venice. Sentía ya una urgencia que no comprendía.

      Una que no le gustaba.

      CAPÍTULO DOS

      Lunes

      Cayendo la tarde

      Keri maniobró con el Prius a través del tráfico de la hora pico en el límite oeste de Venice, conduciendo más rápido de

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