Un Rastro de Muerte . Блейк Пирс

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Un Rastro de Muerte  - Блейк Пирс Un Misterio Keri Locke

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sonrió por primera vez desde que Keri llegó.

      —Estoy impresionada, Detective. ¿Adivinó basándose en una foto? No, Ashley le gusta surfear en las mañanas, mejores olas y menos gente inoportuna. Revisé el garaje por si acaso. Su tabla está allí.

      —¿Puede enviarme esa foto junto con unos pocos acercamientos, con y sin maquillaje?

      Mientras Mia hacía eso, Keri hizo otra pregunta.

      —¿A qué escuela va?

      —Secundaria West Venice.

      Keri no pudo ocultar su sorpresa. Conocía bien el lugar. Era una gran escuela secundaria pública, un crisol de culturas de miles de chicos, con todo lo que eso entrañaba. Ella había arrestado a muchos estudiantes que acudían a West Venice.

      ¿Por qué diablos la rica hija de un senador de lo EEUU va allí en lugar de asistir a una exclusiva escuela privada?

      Mia debió haber leído la sorpresa en el rostro de Keri.

      —A Stafford nunca le ha gustado. Siempre ha querido tenerla en escuelas privadas, que la pongan en el camino de Harvard, donde él fue. Pero no era solo por la mejor educación. Él también quería una mayor seguridad —dijo ella—. Yo siempre la he querido en escuelas públicas, que se mezcle con chicos reales y donde pueda aprender algo de la vida real. Es una de las pocas batallas que le he ganado. Si Ashley termina herida debido a algo de la escuela, será mi culpa.

      Keri quería sacarle el jugo a tales razonamientos lo más rápido posible.

      —Uno, Ashley va a estar bien. Dos, si algo le fuese a pasar sería culpa de la persona que la hiera, no de la madre que la ama.

      Keri esperó a ver si Mia Penn se mostraba de acuerdo pero era difícil decirlo. La verdad era, que sus palabras para devolverle la confianza, apuntaban más a impedir que un recurso valioso se desmoronara. Decidió presionar.

      —Hablemos un segundo de eso. ¿Hay alguien que quisiera hacerle daño a ella, a usted o Stafford, por esa razón?

      —Ashley, no; yo, tampoco; Stafford, nada específico que yo sepa, más allá del terreno donde se desenvuelve. Quiero decir amenazas de muerte de residentes que afirman ser extranjeros. Así que es difícil decir qué es lo que hay que tomar en serio.

      —¿Y nadie ha llamado pidiendo rescate, correcto?

      La repentina tensión en el rostro de la mujer era visible.

      —¿Es lo que usted piensa que es esto?

      —No, no, no, Solo estoy revisando las posibilidades. Todavía no pienso que sea nada. Estas son solo preguntas de rutina.

      —No. No ha habido pedidos de rescate.

      —Ustedes obviamente tienen algún dinero...

      Mia asintió.

      —Vengo de una familia muy rica. Pero nadie lo sabe en realidad. Todos suponen que nuestro dinero viene de Stafford.

      —Apartando la curiosidad, ¿de cuanto estamos hablando, exactamente? —preguntó Keri. Algunas veces este trabajo hacía imposible la discreción.

      —¿Exactamente? No lo sé… tenemos una casa junto a la playa en Miami y un condo en San Francisco, ambos a nombre de compañías. Estamos activos en el mercado y tenemos muchos otros bienes. Usted ha visto todas las obras de arte que tenemos en la casa. Poniéndolo todo junto estaríamos hablando de cincuenta y cinco a sesenta millones.

      —¿Lo sabe Ashley?

      La mujer se encogió de hombros.

      —Hasta cierto punto. Ella no conoce las cifras exactas pero sabe que es bastante y que se supone que el público no conoce nada de esto. A Stafford le gusta proyectar una imagen de ‘hombre del pueblo’.

      —¿Habrá hablado acerca de esto? ¿Solo a sus amigos, quizás?

      —No. Ella tiene instrucciones estrictas de no hacerlo —la mujer suspiró y dijo—. Dios, estoy hablando demasiado. Stafford estaría furioso.

      —¿Ustedes dos se llevan bien?

      —Sí, por supuesto.

      —¿Qué hay de Ashley? ¿Se lleva usted bien con ella?

      —No hay nadie en el mundo de la que sea más cercana.

      —Okey. ¿Stafford se lleva bien con ella?

      —Ellos se llevan muy bien.

      —¿Hay alguna razón para que ella se fuera de casa?

      —No. Nada que se acerque. Eso no es lo que está sucediendo aquí.

      —¿Cómo ha estado de humor últimamente?

      —Ha sido bueno. Ella es feliz, estable, todo eso.

      —Ningún problema con algún chico...

      —No.

      —¿Drogas o alcohol?

      —No puedo decir que nunca. Pero en general, ella es una joven responsable. Este verano se entrenó como salvavidas junior. Tenía que levantarse a las cinco de la mañana de cada día para eso. Ella no es frágil. Aparte de eso, ni siquiera ha tenido todavía tiempo de aburrirse. Esta es su segunda semana de regreso a clases.

      —¿Algún drama allí?

      —No. A ella le gustan sus maestros. Ella se lleva bien con todos los chicos. Ella se postulará para ser parte del equipo de basketball.

      Keri fijó sus ojos en la mujer y preguntó:

      —Entonces, ¿qué piensa usted que está pasando?

      La confusión cubrió el rostro de la mujer. Sus labios temblaban.

      —No lo sé —volvió sus ojos a la puerta principal, luego volvió a mirarla, y dijo—. Yo solo quiero que ella regrese a casa. ¿Dónde diablos está Stafford?

      Como si estuviera siguiendo un libreto, un hombre apareció a la vuelta de la esquina. Era el Senador Stafford Penn. Keri lo había visto docenas de veces en la TV. Pero en persona, irradiaba una vibra que no se apreciaba al verlo en una pantalla. Alrededor de cuarenta y cinco, era musculoso y alto, alcanzaba fácilmente el metro noventa de estatura, con un cabello rubio como el de Ashley, una mandíbula esculpida, y penetrantes ojos verdes. Poseía un magnetismo que parecía casi vibrar. Keri tragó en seco cuando él extendió su mano para estrechar la de ella.

      —Stafford Penn —dijo, aunque podía asegurar que ella ya sabía eso.

      Keri sonrió.

      —Keri Locke —dijo—. Unidad de Personas Desaparecidas del Departamento de Policía de Los Ángeles, División Pacífico.

      Stafford hizo un toque fugaz en la mejilla de su esposa y se sentó a su lado. No gastó tiempo en amabilidades.

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