Gobernante, Rival, Exiliado . Морган Райс

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Gobernante, Rival, Exiliado  - Морган Райс De Coronas y Gloria

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(Libro #6)

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      ENCONTRADA (Libro #8)

      RESUCITADA (Libro #9)

      ANSIADA (Libro #10)

      CONDENADA (Libro #11)

      OBSESIONADA (Libro #12)

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      Derechos Reservados © 2016 por Morgan Rice. Todos los derechos reservados. A excepción de lo permitido por la Ley de Derechos de Autor de EE.UU. de 1976, ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida, distribuida o transmitida en forma o medio alguno ni almacenada en una base de datos o sistema de recuperación de información, sin la autorización previa de la autora. Este libro electrónico está disponible solamente para su disfrute personal. Este libro electrónico no puede ser revendido ni regalado a otras personas. Si desea compartir este libro con otra persona, tiene que adquirir un ejemplar adicional para cada uno. Si está leyendo este libro y no lo ha comprado, o no lo compró solamente para su uso, por favor devuélvalo y adquiera su propio ejemplar. Gracias por respetar el arduo trabajo de esta escritora. Esta es una obra de ficción. Los nombres, personajes, empresas, organizaciones, lugares, eventos e incidentes, son producto de la imaginación de la autora o se utilizan de manera ficticia. Cualquier semejanza con personas reales, vivas o muertas, es totalmente una coincidencia. Imagen de la cubierta Derechos reservados Leafsomen, utilizada bajo licencia de istock.com.

      ÍNDICE

       CAPÍTULO UNO

       CAPÍTULO DOS

       CAPÍTULO TRES

       CAPÍTULO CUATRO

       CAPÍTULO CINCO

       CAPÍTULO SEIS

       CAPÍTULO SIETE

       CAPÍTULO OCHO

       CAPÍTULO NUEVE

       CAPÍTULO DIEZ

       CAPÍTULO ONCE

       CAPÍTULO DOCE

       CAPÍTULO TRECE

       CAPÍTULO CATORCE

       CAPÍTULO QUINCE

       CAPÍTULO DIECISÉIS

       CAPÍTULO DIECISIETE

       CAPÍTULO DIECIOCHO

       CAPÍTULO DIECINUEVE

       CAPÍTULO VEINTE

       CAPÍTULO VEINTIUNO

       CAPÍTULO VEINTIDÓS

       CAPÍTULO VEINTITRÉS

       CAPÍTULO VEINTICUATRO

       CAPÍTULO VEINTICINCO

      Dedicado a la memoria de Rebekah Barrett.

      Un alma maravillosa y cariñosa, cuya vida en esta tierra fue demasiado corta –y una verdadera guerrera por derecho propio. Que Dios conceda paz a tu alma y paz al alma de Shania y a la de tu maravillosa madre, Rhonda.

      CAPÍTULO UNO

      A Irrien le encantaba el placer de la batalla, la emoción de saber que era más fuerte que un rival; sin embargo, ver las secuelas de su conquista era mucho mejor.

      Caminaba dando largos pasos entre las ruinas de Delos, observando el saqueo, escuchando los gritos de los débiles mientras sus hombres mataban y desvalijaban, violaban y destrozaban. Hileras de esclavos nuevos caminaban encadenados hacia los muelles, mientras en una de las plazas ya se había formado un mercado con bienes saqueados y campesinos capturados. Se obligaba a ignorar el dolor de su hombro mientras caminaba. Sus hombres no podían verlo débil.

      Ahora, buena parte de la ciudad estaba destrozada, pero a Irrien eso no le importaba. Lo que estaba roto, podía reconstruirse con suficientes esclavos trabajando bajo el látigo. Podía reconstruirse en la forma que él quisiera.

      Por supuesto, había otros que tenían sus propias peticiones. En estos momentos, lo seguían como tiburones siguiendo el rastro de la sangre, guerreros y otros. Había representantes de las otras Piedras de Felldust, que parloteaban sobre los papeles que sus maestros podían jugar en el saqueo. Había comerciantes, deseosos de ofrecer los mejores precios para transportar los bienes saqueados de Irrien hacia las tierras del polvo interminable.

      Irrien los ignoraba en su mayoría, pero continuaban viniendo.

      —Primera Piedra —dijo un tipo. Vestía una túnica de sacerdote, completada con un cinturón hecho de huesos de dedo y símbolos sagrados enredados en su barba con alambre de plata. Un amuleto plagado de heliotropos lo señalaba como uno de los más altos de su orden.

      —¿Qué es lo que desea, padre? —preguntó Irrien. Se frotaba el hombro distraídamente mientras hablaba, con la esperanza de que nadie adivinara la razón.

      El sacerdote extendió las manos, tatuadas con palabras mágicas que bailaban a cada movimiento de los dedos.

      —No

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