Gobernante, Rival, Exiliado . Морган Райс
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—Todavía no —repitió—. Los barcos que rodean el puerto tienen nuestro viento, y una vela nos convertiría en un objetivo. Usad los remos.
Ceres asintió y llamó a Thanos para que fuera hacia donde los combatientes que habían rescatado estaban remando. Era difícil encontrar un espacio en el que meterse al lado de aquellos hombres tan musculosos, pero consiguió apretujarse y contribuir con la poca fuerza que le quedaba a sus esfuerzos.
Llegaron hasta la sombra de una galera amarrada y las flechas se detuvieron.
—Ahora debemos ser astutos —dijo Ceres—. No pueden matarnos si no nos encuentran.
Ella soltó su remo y los demás hicieron lo mismo durante uno o dos instantes, dejando que su barca fuera a la deriva con el oleaje de la otra barca más grande, imposible de ver desde la orilla.
Esto le permitió un instante para acercarse a Akila. Hacía muy poco que Ceres lo conocía, pero todavía se sentía culpable por lo que le había sucedido. Había estado luchando por su causa cuando sufrió la herida que, incluso ahora, parecía una boca muy abierta en su costado.
Sartes y Leyana estaban de rodillas a su lado, intentando detener la pérdida de sangre. Ceres se quedó sorprendida ante el buen trabajo que estaban haciendo. Supuso que la guerra había obligado a la gente a aprender todo tipo de habilidades que, de otro modo, no tendrían.
—¿Saldrá de esta? —preguntó Ceres a su hermano.
Sartes alzó la vista para mirarla. Tenía sangre en las manos. A su lado, Leyana estaba pálida por el esfuerzo.
—No lo sé —dijo Sartes—. He visto muchas heridas de espada antes, y creo que esta no ha afectado a los órganos importantes, pero solo me baso en el hecho de que no ha muerto todavía.
—Lo estás haciendo bien —dijo Leyana, alargando el brazo hasta tocar la mano de Sartes—. Pero nadie puede hacer gran cosa en una barca y necesitamos a un curandero de verdad.
Ceres estaba contenta de que ella estuviera allí. Por lo poco que había visto de la chica hasta el momento, Leyana y su hermano parecían encajar bien el uno con el otro. Realmente, parecía que estaban haciendo un buen trabajo entre los dos para mantener a Akila con vida.
—Te conseguiremos un curandero —prometió Ceres, aunque ahora mismo no estaba segura de poder mantener esta promesa—. Como sea.
Ahora Thanos estaba en la proa de la barca. Ceres fue hacia él, con la esperanza de que él tuviera alguna idea más de cómo salir de allí. Ahora mismo, el puerto estaba lleno de barcas, la flota invasora parecía una ciudad flotante junto a la de verdad.
—En Felldust era peor que esto —dijo Thanos—. Esta es la flota principal, pero todavía hay más barcas esperando para venir.
—Esperando para destrozar el Imperio —supuso Ceres.
No estaba segura de cómo se sentía por ello. Ella había estado trabajando para derribar al Imperio, pero esto… esto solo significaba que más gente sufriría. La gente común y los nobles por igual serían esclavizados a manos de los invasores, si no los mataban directamente. A estas alturas, también habrían encontrado a Estefanía. Seguramente, Ceres debería sentir cierta satisfacción por ello, pero costaba sentir otra cosa que no fuera alivio porque finalmente estaba fuera de sus vidas.
—¿Te arrepientes de haber dejado atrás a Estefanía? —preguntó Ceres a Thanos.
Alargó un brazo y la rodeó con él.
—Me arrepiento de haber llegado hasta esto —dijo—. Pero después de todo lo que hizo… no, no me arrepiento. Merecía eso y más.
Parecía decirlo sinceramente, pero Ceres sabía lo complicadas que eran las cosas cuando se trataba de Estefanía. Sin embargo, ahora había desaparecido, probablemente estaría muerta. Ellos eran libres. O lo serían, si podían salir de este puerto con vida.
Al otro lado de cubierta, vio que su padre hacía una señal con la cabeza mientras señalaba con el dedo.
—¿Veis aquellos barcos de allí? Parece que se van.
En efecto, galeras y cocas abandonaban el barco, apiñadas en un grupo como si tuvieran miedo de que alguien les quitara lo que tenían si no lo hacían. Teniendo en cuenta como era Felldust, probablemente alguien lo haría.
—¿Qué son? —preguntó Ceres—. ¿Barcos mercantes?
—Algunos puede que sí —respondió su padre—. Llenos con el botín de la conquista. Imagino que algunos también son barcos negreros.
Pensar en ello llenaba a Ceres de indignación. El hecho de que hubiera barcos allí llevándose a la gente de su ciudad, que pasarían el resto de su vida encadenados, le hacía sentir ganas de destrozar los barcos con sus propias manos. Pero no podía. Ellos solo tenían una barca.
A pesar de su indignación, Ceres veía la oportunidad que representaban.
—Si podemos llegar hasta allí, nadie dudará del hecho de que nos vayamos —dijo.
—Pero aún tenemos que llegar hasta allí —puntualizó Thanos, aunque Ceres vio que intentaba escoger una ruta.
Los barcos abarrotados estaban tan juntos que más bien parecía que guiaban su barca por una serie de canales y no que estuvieran navegando. Empezaron a hacer su camino a través de las barcas apiñadas, utilizando sus remos, intentando no llamar la atención. Ahora que ya no estaban a la vista de los que disparaban desde la orilla, no había ninguna razón para que alguien pensara que estaban fuera de lugar. Podían perderse dentro de la gran masa de la flota de Felldust, usándola como protección incluso si alguien los perseguía allí dentro.
Ceres alzó la espada que le había sacado a Akila. Era tan grande que a duras penas podía levantarla, pero si alguien iba a por ellos, pronto verían lo bien que la blandía. Incluso algún día tal vez tendría la oportunidad de devolvérsela a su dueño, con la punta atravesando el corazón de la Primera Piedra.
Pero por ahora, no podían permitirse una lucha. Los marcaría como extraños y haría que todas las barcas que había a su alrededor se les echaran encima. En su lugar, Ceres esperó sintiendo la tensión mientras se deslizaban por delante de las variadas embarcaciones, por delante de los cascos de barcos quemados y por delante de barcas donde estaban sucediendo las peores cosas. Ceres vio barcas en las que las personas eran marcadas como el ganado, vio una en la que dos hombres estaban luchando hasta la muerte mientras los marineros los alentaban con sus gritos, vio otra en la que…
—Ceres, mira —dijo Thanos, señalando un barco que estaba cerca de ellos.
Ceres miró, se trataba de un ejemplo más del horror que los rodeaba. Una mujer de aspecto extraño, con el rostro cubierto por lo que parecía ser ceniza, estaba atada a la proa de un barco como un mascarón. Dos soldados se turnaban para azotarla, despellejándola viva poco a poco.
—No podemos hacer nada —dijo el padre de Ceres—. No podemos luchar contra todos ellos.
Ceres comprendía aquel sentimiento pero, aun así, no le gustaba la idea de quedarse quieta mientras estaban torturando a alguien.
—Pero