Rimas. Bartolome Mitre

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Rimas - Bartolome  Mitre

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horas de contraccion intensa en que el espíritu del poeta está exaltado hasta hacerle chispear los ojos, clavado en su asiento, encendido su cerebro y agitándose todas sus fibras, se empleara en encontrar una aplicacion de las fuerzas físicas para producir un resultado útil!»

      La diatriva es un poco fuerte, y aunque algo merecida, hace tiempo que le guardo rencor por la parte que me toca como soldado raso en la falange de poetas del Rio de la Plata, que ha divinizado hasta la desesperacion y el desencanto. Monólogo estéril, mentes decaidas, hombres incapaces para la accion, inhábiles para el trabajo, derrochadores de la inteligencia, tales son los calificativos que prodiga á la poesía y á los poetas, deplorando que la fuerza creadora aplicada á ensanchar los límites del mundo inmaterial no se hubiese aplicado esclusivamente á hacer alguna nueva conquista sobre el mundo material. Para confusion de sus detractores y para honor de la poesía, ha tenido que valerse de su propio lenguaje al atacarla, como esos caudillos de la montonera, que al mismo tiempo que procuraban desacreditar la táctica europea, se servian para contrarrestarla de sus propias maniobras mal aprendidas y peor enseñadas.

      Ya veo, que si le diesen á organizar el mundo, desterraría como Platon, á los poetas de su república, sin embargo de que Vd., lo mismo que aquel grande hombre, tiene mas de poeta que de filósofo, y solo le falta para complementar su inteligencia privilegiada, iluminar la parte tenebrosa de su mente con la luz resplandeciente de la poesia.

      Tal es el objeto que me propongo en esta carta, y creo que lo conseguiré, haciendo resonar en el fondo de su conciencia aquella voz misteriosa que gritó á San Pablo, perseguidor de los cristianos:—«Saulo, ¿por qué me persigues?»

      Habiendo V. estudiado filosofía sin maestro, como yo, debe haber leido á Herder, Bouterweck, Richter, Jouffroi, Schlegel, Burke, Winckelman y tantos otros, y por consecuencia debe saber lo que es estética, palabra derivada del griego, que, si hemos de dar crédito á los que comprenden este idioma, significa sensacion, sentido, facultad de sentir; y por medio de la cual se designa la parte de aquella ciencia que esplica y analiza la teoría de lo bello, de lo agradable y lo sublime. Asunto es este que ha inspirado á Kant uno de sus libros mas serios y bien pensados, libro que obligó á los espíritus mas austeros á dar carta de ciudadanía en los dominios filosóficos á la ciencia de la estética, que ya Baumgarten habia bautizado con el nombre alambicado de «Filosofía de las Gracias y de las Musas».

      Sabiendo todo esto, debe saber tambien que la estética divide el imperio de las artes en dos; artes de espacio, y artes de tiempo, es decir, artes que se ven ó que se palpan, ó artes que se oyen ó se sienten. A las primeras corresponden la pintura, la escultura y la arquitectura; y á las segundas, la música y la poesía, division con la cual yo no estoy del todo conforme, por las razones que paso á esponer.

      Yo considero la poesía como un arte sintético, ó lo que es lo mismo, un arte que obra sobre la imaginacion y sobre los sentidos á la vez, por la doble combinacion de las formas materiales é inmateriales del espacio y del tiempo. Así ha observado Sismondi con mucha propiedad que «la poesía es una feliz combinacion de dos de las mas bellas artes: música por los sonidos y pintura por las imágenes.» Esto se comprueba con la profunda observacion hecha por todos los críticos de que, los mas grandes poetas son precisamente aquellos cuyas ideas poéticas son susceptibles de representarse por medio de la pintura, como se vé leyendo con atencion las obras del Dante ó de Milton; habiendo el primero inspirado á Miguel Angel los famosos frescos, cuyos dibujos ornados por la mano del Giotto, habrá podido ver en la biblioteca del Vaticano; y habiendo sido propuesto el segundo como modelo á los pintores por uno de los grandes prosadores de nuestra época, por Guizot. D'Ampere, un espíritu no menos sério, ni menos profundo ha dicho á este respecto: «La grande escultura griega, tal como se muestra en la Niobe de Florencia ó en las estátuas del Partenon, es la poesía homérica traducida en mármol. El Dante dibuja sus figuras á la manera enérjica, atrevida y grandiosa de Miguel Angel; y el fresco del Juicio final es un canto del Dante.»

      No puede negarse que la línea, el colorido y la palabra tiene sus límites, y que á la pintura y á la escultura les está vedado lo que es permitido á la poesía, pero esto no destruye la regla general de que, para escitar la admiracion, la pintura necesita ser poética, así como la poesía necesita ser pintoresca. La razon de esto es muy clara: la idea que escapa á la pintura, es decir, la idea que no es pintoresca ó que no tiene cierto movimiento dramático, se presenta confusamente á la imaginacion.

      Toda esta disertacion metafísica—que vá á hacerme pasar la plaza de pedante—no tiene mas objeto que crearme un punto de apoyo para repetir lo que se ha dicho tantas veces, que «algo le falta al hombre que es insensible á los encantos de la música ó de la pintura» y que por consecuencia le falta todo al que no es susceptible de comprender todas las bellezas de la poesía, que condensa á la vez la imágen y la armonía.

      Y á propósito, ya que hablamos de música, ¿sabe V. quien fué el inventor de la lira? Segun dice Apoliodoro, (aun cuando los descubrimientos de Champollion parecen desmentirlo, pues solo se ha encontrado el arpa en los monumentos egipcios) su inventor fué Hermes Trimegisto, secretario de Osiris, quien habiendo encontrado en las riberas del Nilo una tortuga muerta, cuyos nérvios resecos por los rayos del sol se habian convertido en cuerdas sonoras, tomó de aquí la idea del instrumento que hoy simboliza la poesía y al son del cual bailaba el hierofanta egipcio, espresando simbólicamente las revoluciones de los astros y el órden aparente del universo. A esta escuela musical perteneció Moises, y ella dió orígen al arpa hebráica, á los salmos de David, á los cantares de Salomon y á las lamentaciones de Jeremías.—Algun tiempo despues, inventó Hiagnis la flauta frigia, que acompañó los primeros himnos que se cantaron en honor de Baco y de Pan. Estos dos instrumentos (poniendo, si se quiere, el arpa en vez de la lira) tomados de la naturaleza, compusieron la primera orquesta de los tiempos primitivos, y de la lira ó arpa egipcia y de la flauta frigia, ha nacido ese lenguaje universal que cuenta hoy mas de ochenta sonidos, y que segun me lo aseguró un dia el gran pianista Hertz, puede dar mas de cien sonidos distintos en el piano; mientras que los idiomas mas ricos de nuestros dias no pueden dar ni la mitad. ¿Cómo esplica Vd. este misterio? Es que la música, mas filosófica que los filósofos, y menos desdeñosa que los hombres de letras, ha recojido en su seno todas las modulaciones de todos los idiomas antiguos y modernos del norte y del mediodia, con las cuales se ha enriquecido, en la misma proporcion en que se ha empobrecido el idioma hablado, por el radicalismo exagerado de hombres que á título de espíritus sérios y positivos, pretenden desalojar á la armonía poética del último atrincheramiento en que se defiende aun con heroismo, rechazando los ataques violentos de los prosistas iconoclastas, cuyo bello ideal es un lenguaje sin símbolos y sin música, y para quienes la estructura del verso no es una forma tomada de la naturaleza misma, como la lira egipcia, (ó griega segun otros) sinó una combinacion feliz del capricho humano—«un ingenioso contrasentido», como decía Newton. Por eso el verso se le presenta á Vd. como la prision del pensamiento; por eso vé en él un obstáculo mas bien que un punto de apoyo; por eso, en fin, cree que una idea pierde en profundidad todo cuanto gana en sonoridad; y esto esplica, ya que no disculpa, su juicio desventajoso sobre la poesía.

      Si Vd. hubiese hecho un estudio detenido de las leyes de la versificacion, si se hubiera propuesto darse cuenta de la razon del yambo, del dáctilo, del troquéo y del espondéo, habría visto que todo su mecanismo reposa sobre la combinacion de las sílabas agudas y graves caracterizadas por los acentos; y que el movimiento del verso, su número y sus pausas, obedecen á reglas constantes que tienen su orígen en la naturaleza de los idiomas, y en la organizacion humana, siendo la rima y la cantidad de sílabas, lo mas secundario que hay en la estructura del verso. Así vemos que el francés, que es el único idioma moderno que no haya adoptado para su versificacion la prosodia poética inventada por los provenzales,—de que hablaremos mas adelante—es en manos de sus mas grandes poetas, un instrumento pobre é insonoro, por no contar con mas recursos métricos que con los que le presta el número de sílabas y la repeticion de la rima, lo que hace que los franceses hayan llegado hasta el grado de

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