Rimas. Bartolome Mitre
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Pero observo que el sendero florido que seguíamos nos ha llevado á la frontera del antiguo Egipto. Volvamos hácia atrás en busca de nuestra querida Grecia, que todavía no he agotado el tema, y en ella hemos de volver á encontrar al Egipto. Hablábamos de Homero.
Para Vd., la epopeya de Homero es un monólogo estéril y sublime. Pues bien, ese monólogo estéril y sublime es el resúmen de la cosmogonía y de la filosofía sacerdotal del Egipto, cuna de la civilizacion del mundo. Así dice el erudito don Agustin Duran, que «Hesiodo y Homero, creadores de la epopeya Griega, formaron sus poemas, redactando con sus fábulas todo el sistema político, filosófico y religioso que constituye el espíritu de los pueblos progresivos, bajo cuyos auspicios marcha aun la sociedad europea.» No es de estrañar que en vista de una obra tan vasta y tan sublime, muchos hayan dudado de la existencia de Homero—entre ellos Vico, en su Scienza Nuova—acreditando la hipótesis de que la Iliada y la Odisea se componen de una série de cantos populares, que transmitidos de siglo en siglo por la tradicion oral, adicionándose con nuevos cantos al pasar por cada generacion, llegaron á formar esos dos libros inmortales, cuyo verdadero autor es todo el pueblo griego. Cuando hablemos del Romancero español verá que la hipótesis no carece de fundamento racional, pero por ahora, sea que Homero haya existido ó no, para el fin que me propongo es lo mismo, puesto que con este ejemplo le demuestro hasta la última evidencia, que no solo el lenguaje poético sino la poesía mas sublime, fué la primera manifestacion de la inteligencia humana, el primer molde en que se vació el verbo hecho hombre para redimirnos del cautiverio de la ignorancia.
Si esto no le bastase para convencerse de la verdad de mi tésis, oiga á los génios investigadores que han compulsado los monumentos escritos de la antigüedad, y le dirán que el Veda enigmático de los Bracmas, las tradiciones pérsicas de los Güebros, el Zend Avesta de Zoroastro, los libros de Osiris, el Koran, y el Edda de los Escandinavos, fueron escritos, «en un lenguaje métrico y sentencioso», así como el Génesis y los demás libros poéticos de la Biblia; y que los Frigios y los Licios, en la estremidad occidental del globo, lo mismo que los Túrdulos y Turdetanos en el mediodia de la Europa—segun lo dice Strabon y lo repite Humboldt—redactaron en verso sus leyes, á las cuales asignaban una antigüedad de seis mil años.
¿Cómo, pues, habla con tan poco respeto de la poesía que hizo surgir la luz de la inteligencia, el mundo moral de las ideas, del caos sin forma ni color de las masas inertes de nuestro ser material?
¡Arrodíllate, pecador, y pide la absolucion de tu blasfemia, á los piés de esa madre misericordiosa, que se llama poesía, y de cuyo seno mana la leche y la miel con que alimentas tu alma!
Pero no, antes de vestir la cándida túnica de los neófitos, volvamos á la Grecia por la última vez, y estudiemos el mágico poder de la poesía en uno de sus mas grandes pueblos y de sus mas grandes hombres: Atenas y Solon.
Los atenienses, despues de haber sido batidos por los de Megara—ciudad dórica—decretaron la pena de muerte contra todo el que hiciera una mocion para retornar á Salamina. Algunos años despues, un poeta hizo llorar al pueblo con el relato de las desgracias de Jonia, y el poeta fué multado por el tribunal, imitando en esto la crueldad de Esparta al desterrar al que encordó la lira.
Solon, comprendiendo todo el partido que podia sacarse de la poesía para imprimir al pueblo un movimiento eléctrico y sublime, haciéndose el insensato, infringió el decreto sobre Salamina, entonando en la plaza pública un cántico guerrero, por medio del cual, el futuro legislador, cual otro Tirteo, logró encender el entusiasmo popular. El pueblo pidió á gritos el ataque de Salamina, y Solon haciéndose general en gefe, y cambiando la lira por la espada, tomó á Salamina á la cabeza de quinientos hombres.
Al dejar para siempre las playas de la Grecia, yo le impongo por todo castigo, que coloque ese lauro militar sobre las sienes de la poesía, para que otra vez se mida un poco, antes de calificar de estéril á la que tantos hechos gloriosos, tantas acciones generosas, tantas ideas sublimes y tantos sentimientos nobles ha sabido producir.
No es este y el de Tirteo, el único lauro guerrero que la poesía puede revindicar para sí.
Dando un salto al través de los siglos, trasladémonos á la risueña Italia, que Vd. ha visitado con religioso respeto, segun nos cuenta en sus Viages.
Si es que ha leido la historia del mediodia de la Europa, debe acordarse que el emperador Luis II, cautivo del duque de Benevento, debió su libertad á una cancion compuesta por sus soldados. Esta cancion, que es el monumento mas antiguo de la baja latinidad, reunió en torno de la bandera caida del monarca á sus antiguos soldados dispersos por toda la Italia, que marchando valientemente contra Adelghiso, duque de Benevento, lograron rescatar de su cautiverio al ilustre prisionero.
Sin la poesía, la humanidad contaría esta accion generosa de menos en el catálogo de los grandes hechos que la honran y dignifican.
¿Quién ignora la influencia que la poesía tuvo en la batalla de Hastings? La historia nos cuenta que próximos á chocarse los ejércitos de Haroldo y de Guillermo el Conquistador, un caballero normando, dando espuelas á su caballo, entonó entre los dos ejércitos el célebre canto carlovingiano, que conocemos desde aquella época con el título de «Cancion de Rolando», y que es la mas sublime epopeya de la edad media. El poeta, presentando el ejemplo de paladin de Roncesvalles, y evocando los gloriosos nombres de Carlo Magno, de Oliverio y de Turpin, logró inflamar el entusiasmo de los normandos, escitándolos á vencer ó morir, y por eso vencieron, repitiendo en coro la «Cancion de Rolando». Dán testimonio de esto el poeta Wacé, y los historiadores Guillermo de Malmesbury, Mateo de Paris, Ralph Hyden, Alberico y Mateo de Westminster.
La influencia de la poesía no fué menos decisiva en la revolucion de los Paises Bajos. Es sabido que el alma de esa revolucion fué el famoso Marnix de Saint-Aldegonde, político, escritor, orador, teólogo, renombrado diplomático y uno de los célebres hombres de guerra de sus dias. Pues bien; cuando el duque de Alba ocupó los Paises Bajos en 1569, degolló 18,000 hombres y proscribió 100,000. El príncipe de Orange, á la cabeza de 24,000 hombres, no pudo triunfar del terror, y fué vencido sin combatir. Es entonces que Marnix escribe en el destierro el canto nacional, que se ha perpetuado hasta nuestros dias, con el título de Wilhelmus Lied (Cancion de Guillermo). Con esas estrofas en los labios, se sublevó un pueblo en masa, se levantó el entusiasmo guerrero y religioso, se triunfó del terror, y se inauguró una nacion que combatió sin tregua cien años por su independencia, entonando el himno varonil, que, como dice Edgar Quinet, «es una meseniana bíblica, que dió su ritmo á la revolucion, y por el cual los escritores del siglo XVI llamaron á Marnix nuevo Tirteo, alterum quasi Tirteum». Este gran poeta, profeta de la nacion Neerlandesa, es el mismo de quien ha dicho el austero Bayle, que cada verso de sus canciones valía por un libro; el mismo que redactó la constitucion de las Provincias Unidas y tradujo en verso la Biblia, que es la fuente de la lengua holandesa, siendo otra rara coincidencia, que tambien sea un poeta el criador de un idioma, cuya raiz y genealogía es necesario buscar en la poesía.—Dan testimonio de todo esto las crónicas y memorias de la época.
Pero ¿para qué ir tan lejos? No hemos sido testigos del poder mágico de la Marsellesa en nuestros días? ¡Cuántas victorias, cuántos valientes de menos contaría el pueblo francés, sin ese canto bélico que ha dado la vuelta al mundo!
Hasta los tiranos y los conquistadores han reconocido el poder irresistible de la poesía, persiguiendo con mas encarnizamiento á los poetas que á los soldados en armas. Testigo de ello es Eduardo I, conquistador del pais de Gales, el cual hizo degollar á todos los Bardos de la comarca para consolidar su conquista, porque temia con razon que, mientras hubiese un arpa pulsada por ellos, mientras sus inspirados