Los dioses de cada hombre. Jean Shinoda Bolen

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Los dioses de cada hombre - Jean Shinoda  Bolen Psicología

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el dios mensajero, era el comunicador, el embaucador, el guía de los espíritus del mundo subterráneo, y el dios de las carreteras y fronteras. Al hombre que encarne este arquetipo le costará asentarse en un lugar, porque responderá a la atracción de la vía abierta y de la siguiente oportunidad. Al igual que el azogue o el mercurio (su nombre romano es Mercurio), este hombre se resbala de entre los dedos de las personas que quieren atraparlo o retenerlo.

      Zeus y Hermes son patrones muy distintos y los hombres que se asemejan a cada uno de estos dioses difieren entre ellos. Pero dado que todos los arquetipos están potencialmente presentes en todos los hombres, tanto Zeus como Hermes también pueden estar activos en el mismo hombre. Con ambos actuando en su interior y de una forma equilibrada puede que sea capaz de establecerse, lo cual es la prioridad de Zeus, con la ayuda de las habilidades de comunicación y las ideas innovadoras de Hermes. O bien se puede encontrar con conflictos psicológicos, oscilando entre el Zeus que busca poder, que requiere tiempo y compromiso, y el Hermes que necesita libertad. Éstos son sólo dos de los arquetipos de los dioses que se valoran positivamente en nuestra cultura patriarcal.

      Los dioses que estaban denigrados –los rechazados, cuyos atributos no se valoraban entonces, ni tampoco ahora–también siguen vivos en las psiques de los hombres, como lo estaban en la mitología griega. Había prejuicios respecto a los mismos como dioses; la cultura occidental tiene una tendencia similar contra su papel como arquetipos en la mente humana –la sensualidad y la pasión de Dionisos, el frenesí de Ares en el campo de batalla que bajo otras circunstancias fácilmente se hubiera puesto a bailar, la emotividad de Poseidón, la intensa creatividad introvertida de Hefesto, la introspectiva atención de Hades. Estas tendencias continuadas afectan a la psicología de los hombres, que puede que repriman estos aspectos en ellos mismos en un intento de adaptarse a los valores culturales que recompensan la distancia emocional, la frialdad y la adquisición de poder.

      Ya sea trabajando, yendo a la guerra o haciendo el amor, cuando actúas como se espera que lo hagas, sin la inspiración de una fuerza arquetípica, malgastarás demasiada energía y esfuerzo. Puede que tus esfuerzos tengan sus recompensas, pero no se satisfarán por completo. Por el contrario, hacer lo que te gusta te afirma interiormente y te proporciona placer; guarda coherencia con lo que eres. En realidad eres afortunado si ves recompensado y reconocido lo que haces en el mundo exterior.

       Activar los dioses

      Todos los dioses son patrones potenciales en las psiques de todos los hombres; sin embargo, en cada individuo algunos de estos patrones están activados (energizados o desarrollados) y otros no. Jung utilizó la formación de cristales como analogía para explicar la diferencia entre los patrones arquetípicos (que son universales) y los arquetipos activados (que están funcionando en nosotros). Un arquetipo es como el patrón invisible que determina qué forma y estructura adoptará un cristal en su formación. Una vez se forma el cristal, el patrón reconocible es análogo a un arquetipo activado.

      Los arquetipos también se pueden comparar a los “mapas” que hay en las semillas. El crecimiento de las semillas depende de la tierra y de las condiciones climáticas, de la presencia o ausencia de ciertos nutrientes, de los cuidados y cariño de los jardineros, del tamaño y de la profundidad de la maceta y de la propia resistencia de la especie. La semilla puede que no llegue a crecer o que no sobreviva tras haber echado los primeros brotes. Si llega a desarrollarse, puede crecer exuberantemente o quedar interrumpido su crecimiento porque las condiciones disten mucho de ser óptimas. Las circunstancias afectarán al aspecto concreto de lo que está creciendo de la semilla, pero la forma básica o identidad de la planta –al igual que un arquetipo–seguirá siendo reconocible.

      Los arquetipos son patrones humanos básicos, algunos de los cuales son innatamente más fuertes en unas personas que en otras, al igual que lo son las cualidades humanas como el talento musical, un sentido innato del tiempo, la habilidad psíquica, la coordinación física o la inteligencia. Como seres humanos todos poseemos cierto talento musical, pero algunas personas (como Mozart) son niños prodigio y otras (como yo) tenemos problemas para reproducir una simple melodía. Lo mismo sucede con los patrones arquetípicos. Algunos hombres parecen encarnar un arquetipo en particular desde el primer día y seguir esa trayectoria durante toda su vida; o puede que en la mitad de su vida aparezca otro hombre, por ejemplo, si de pronto se enamora y conoce a Dionisos.

       Predisposición inherente y esperanzas familiares

      Los bebés nacen con ciertos rasgos de la personalidad –son enérgicos, voluntariosos, plácidos, curiosos, capaces de estar solos o bien necesitan de la compañía de los demás. La actividad física, la energía y la actitud difieren de un niño a otro: un recién nacido cuyo llanto ansioso posea un inconfundible poder para exigir lo que quiere en ese momento y que a los dos años se embarque en todas las actividades es muy distinto del niño risueño y agradable que parece personificar el espíritu de la racionalidad a su corta edad. Son tan distintos como intensos, el Ares instintivamente físico y el ecuánime y amistoso Hermes.

      Como niño, muchacho y por último hombre, sus acciones y actitudes que comienzan como predisposiciones inherentes o patrones arquetípicos son juzgadas y correspondidas por los demás mediante la aprobación, la ansiedad, el orgullo y la vergüenza. Las esperanzas de la familia de un niño apoyan ciertos arquetipos y rechazan otros, y por ende, las cualidades de sus hijos o la naturaleza propia de uno en concreto. La ambiciosa pareja de profesionales con carrera que aspira a ascender en la escala social y que desde la amniocentesis saben que “es un chico”, pueden esperar el nacimiento de un futuro estudiante de Harvard. Esperan un hijo agradable que pueda dirigir sus esfuerzos intelectuales a una meta muy distante. Un hijo que fuera arquetípicamente como Apolo o Zeus satisfaría a la perfección todos los requisitos, agradar a sus padres y prosperar en el mundo. Pero si el niño que nace resulta coincidir con otro arquetipo, la desilusión y la ira al ver frustradas sus esperanzas serán las reacciones más probables. Un emotivo Poseidón o un Dionisos con su noción del tiempo de estar aquí y ahora, tendrían problemas para satisfacer el programa que sus padres tienen para él. Esta incapacidad para adaptarse afectaría negativamente a su autoestima.

      En unas familias, se espera que el niño sea como su padre y siga sus pasos. En otras, en las que el padre es la decepción, cualquier rasgo que el hijo comparta con el mismo atraerá la cólera y la negatividad que los demás sienten hacia el progenitor. Luego también están las esperanzas de que el hijo dé vida a los sueños fracasados del padre. Sean cuales fueren las esperanzas para él, éstas interactuarán con lo que está presente arquetípicamente y con lo que se puede modelar.

      Si un muchacho o un hombre intenta cumplir lo que se espera de él a costa de sacrificar su conexión con su verdadera naturaleza, puede que tenga éxito en el mundo y que lo encuentre sin sentido para él, o bien fracasar en la vida tras haber fracasado también en seguir fiel a sus principios. Por el contrario, si es aceptado por lo que es, y sin embargo es consciente de que es importante desarrollar las habilidades sociales o competitivas que va a necesitar, entonces su adaptación al mundo no será a costa de su autenticidad y autoestima, sino que éstas le ayudarán a completarla.

       Las personas y los acontecimientos activan a los dioses

      Una

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