El Juego Más Peligroso. Barbara Cartland

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El Juego Más Peligroso - Barbara Cartland La Coleccion Eterna de Barbara Cartland

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maravilloso!− dijo en voz baja.

      −Supuse que le gustaría− comentó el caballero.

      −¿Cómo puede alguien vivir en un lugar tan maravilloso y no tener un carácter acorde con él?− estaba claro que Lolita pensaba en el Duque.

      Los ojos del caballero brillaban con intensidad mientras se acercaban al Castillo.

      Traspusieron una alta verja de hierro forjado y enfilaron una avenida bordeada. de robles.

      Cruzaron luego un puente y subieron una pendiente antes de detenerse en la explanada que había ante el Castillo.

      −Gracias, señor, por haberme traído y no tener que venir andando− le dijo entonces Lolita al caballero.

      −Ciertamente, no habría usted llegado tan pronto− sonrió el hombre.

      Dado que éste sujetaba las riendas de los caballos, Lolita no intentó darle la mano y bajó del coche ayudada por uno de los lacayos que se habían aproximado.

      Al dirigirse hacia la escalinata que, por cierto, estaba cubierta por una alfombra roja, notó que la seguía el caballero que la había llevado allí.

      Se le emparejó en un momento y cruzaron al mismo tiempo el umbral.

      −Me alegra ver a Su Señoría de regreso− dijo un anciano, saliéndoles al encuentro.

      Lolita se volvió para mirar al caballero con ojos acusadores. Estaba a punto de decir algo, pero el Duque se le adelantó:

      −Estoy seguro de que mi invitada desea arreglarse un poco después del viaje,. Dawson. Tomaremos el té en el salón azul.

      −Muy bien, Señoría.

      El mayordomo se acercó a Lolita y le pidió con respeto:

      −¿Quiere acompañarme, señorita?

      La guió escaleras arriba y ella, mientras lo seguía, se sentía demasiado sorprendida para poder pensar con claridad.

      "¿Cómo iba yo a adivinar que el Duque vendría en el tren como cualquier otro pasajero?", se preguntaba.

      Tenía entendido que, en Inglaterra, los Duques siempre eran propietarios de trenes privados o, por lo menos, de un vagón especial que se enganchaba al tren de uso público. ¿Cómo no se le había ocurrido que cualquiera que se detuviera en aquel paradero se dirigiría al Castillo... y incluso podía ser el mismo Duque?

      Un ama de llaves entrada en años , la condujo a un dormitorio de aspecto impresionante.

      Al bajar la escalera después de haberse aseado y peinado, Lolita vio que el mayordomo la estaba esperando en el vestíbulo. Se había quitado el sombrero por sugerencia del ama de llaves y lo llevaba en la mano; después de lo que le había dicho al Duque, éste podía despedirla en cualquier momento.

      "¡Qué tonta he sido al hablarle de manera tan indiscreta! ", se decía, mas recordó que aquello era lo que había pensado espetarle sin miramientos al Duque, así pues...

      Claro que ahora su situación estaba muy comprometida.¿Dónde podría pasar la noche , si el Duque la despedía enojado? Sospechaba que como no llevaba una dama de compañía, le sería difícil hospedarse en un Hotel decente.

      En cualquier caso, no dejaría que el Duque la intimidara. ¡Por culpa suya se encontraba allí!

      El mayordomo la acogió sonriente.

      −Su Señoría la espera en el salón azul, señorita. Seguro que le vendrá a usted bien una taza de té después del viaje.

      −Sí, desde luego...

      Recorrieron un pasillo al fondo del cual abrió Dawson una puerta y sin ser anunciada, ya que el mayordomo no conocía su nombre, Lolita entró en la habitación.

      El Duque se encontraba en pie ante la chimenea y a Lolita le pareció que su aspecto era un poco intimidante. Sin embargo, en sus ojos había una expresión retadora cuando se detuvo frente a él y le hizo una reverencia.

      −Supongo que debo darle alguna excusa− dijo−, pero ha cambiado usted tanto desde la última vez que lo vi, que no he sido capaz de reconocerlo.

      −¿Desde la última vez que me vio? ¿Cuándo fue eso?

      −Hace diez años, cuando yo era mucho más pequeña. Recuerdo que siempre se estaba riendo y yo pensé que podía confiar en Su Señoría.

      El Duque se la quedó mirando fijamente.

      − ¿Hace diez años?

      De pronto, su expresión cambió.

      −¿Quiere decir... que es usted la hija de Charles Gresham?− preguntó, incrédulo.

      −Soy Lolita Gresham, de quien usted se ha olvidado.

      −Eso no es totalmente cierto. Pero, ¿por qué está usted aquí? ¿Qué le ha ocurrido a mi prima Mildred?

      −Mildred, de quien usted se olvidó desde que yo me fui a vivir con ella, murió hace un mes.

      −Ah... no lo sabía.

      −No había quien pudiera comunicárselo, excepto yo, y cuando me enteré de que no tenía dinero decidí venir a Inglaterra para preguntarle a usted qué había hecho con lo que mi padre me dejó.

      El Duque se llevó una mano a la frente.

      −Todo esto me sorprende. Después de que usted se fue a vivir con mi prima, yo di orden de que el dinero de su padre le fuera enviado regularmente a Mildred para que ella lo empleara en pagar su educación.

      −Que yo sepa, jamás recibió un centavo, así que tuvo que pagarlo ella todo.

      −Es difícil creer que lo que usted me dice sea la verdad.

      −Puedo asegurar a Su Señoría que yo no le habría molestado si no hubiese descubierto que el dinero de su prima provenía de un Fideicomiso que terminó a su muerte.

      −¿Quiere usted decir que se ha quedado sin un centavo?

      −Tuve que vender algunas joyas que su prima me había regalado, para poder venir a Inglaterra.

      −Es obvio que ha habido un terrible error. Mi única excusa es que después de dejarla a usted en Nápoles, fui enviado con un batallón de mi regimiento a las Antillas.

      Mientras hablaba, el Duque recordó que la última vez que se vieron, ella le había rodeado el cuello con sus bracitos y le había dado un beso de despedida.

      Era una encantadora niña de ocho años, de quien él se había ocupado durante el viaje de regreso de la India. Ahora comprendía por qué ella le había hablado con tanta dureza.

      Charles Gresham era Capitán en el ejército, y él, un subalterno.

      Gresham le ofreció su amistad desde que él llegó a la India y luego descubrieron que tenían mucho en

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