El Juego Más Peligroso. Barbara Cartland

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El Juego Más Peligroso - Barbara Cartland La Coleccion Eterna de Barbara Cartland

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en Afganistán, incitaban continuamente a la rebelión contra Inglaterra.

      Durante un imprevisto ataque nocturno en el que el enemigo superaba en número a los ingleses, Charles Gresham le había salvado la vida al Duque, a costa de ser herido en una pierna.

      Ambos partieron juntos para Peshawar.

      Durante su convalecencia, Charles Gresham sostuvo relaciones con una bellísima mujer que parecía estar fascinada con él.

      El Duque, quien por entonces era simplemente Hugo Leigh, no creía que ella pudiera tener otra razón para perseguir a Gresham, pues éste era un hombre muy atractivo.

      Una vez recuperado, Gresham volvió al regimiento.

      A Hugo Leigh se le ordenó permanecer en Peshawar otra semana.

      Después, a pesar de una investigación oficial, no fue posible aclarar exactamente qué sucedió.

      Únicamente se supo que una Compañía de Soldados británicos cayó en una emboscada y todos sus miembros perdieron la vida. Como la hermosa mujer que perseguía a Gresham desapareció, se rumoreó que era una espía rusa. Sólo entonces, sospechó Leigh que el interés de ella por su amigo no era sincero. Pero tampoco tenía manera de demostrarlo.

      Cuando regresó a Lucknow, la señora Gresham lo estaba esperando. Leigh supo que había oído los rumores que corrían entre las tropas inglesas. Estaba muy afligida por la muerte de su marido y era poco lo que él podía decirle para consolarla. Tenía que admitir que la mujer con que se había relacionado su esposo era sospechosa. Para la señora Gresham no había dudas. Aquella mujer era una espía rusa y le había sacado a Charles el secreto de las órdenes que lo habían enviado a la muerte.

      En Lucknow, Hugo Leigh recibió un telegrama de Inglaterra, en el cual le informaban que su madre estaba enferma. Obtuvo un permiso y partió en el primer barco disponible. Iniciado el viaje, se encontró con que la señora Gresham y su hijita iban también en él.

      De inmediato decidió hacer todo lo posible para que el viaje de la viuda y la niña fuera cómodo.

      Se daba cuenta de que la Señora Gresham habría de enfrentarse a un futuro muy sombrío sin su esposo. Hablaron acerca de lo que ella debería hacer y dónde podría vivir; entonces descubrió él que la señora Gresham era pobre y tenía muy pocos parientes. Discutieron el asunto durante la travesía del Mar Rojo y cuando bajaron a tierra en Port Said.

      Luego el barco cruzó el Canal de Suez, recientemente inaugurado. Al llegar a Alejandría, se hizo evidente que la señora Gresham había contraído una fiebre maligna, quizá en uno de los bazares que habían visitado al bajar a tierra.

      El médico de a bordo insistió en que la niña, Lolita pasara a otro camarote y permaneciera alejada de su madre hasta que la infección hubiera cedido.

      Por lo tanto, Lolita pasó el tiempo en compañía de Hugo Leigh y otros oficiales, que casi se peleaban por mimarla y jugar con ella.

      Era una niña muy bonita; parecía un ángel con sus cabellos dorados y sus brillantes ojos azules. Corría por cubierta con tal gracia, que parecía volar.

      El Duque recordaba que, una tarde, uno de los oficiales tocaba el piano y Lolita comenzó a bailar, como manifestación espontánea del deleite que la música le producía.

      Sólo al terminar y oír los aplausos, se dio cuenta la niña de que tenía un público.

      En aquella ocasión él había pensado que Lolita tenía mucho talento, así que ahora comprendía perfectamente por qué la joven creía que podía ser una bailarina destacada.

      La señora Gresham había muerto a los tres días de zarpar de Alejandría.

      Lolita lloraba sobre el hombro de Hugo Leigh, que no sabía qué hacer para consolarla.

      −¿Qué va a ser de mí ahora?− gemía la niña−. No me mandarán a un orfanato... ¿verdad?

      No era raro que tuviera miedo, si había visto los orfanatos de la India, donde los niños eran alimentados adecuadamente, pero tratados con extrema severidad.

      La abrazó conmovido y dijo:

      −¡Te prometo que eso no sucederá!

      −Entonces... ¿a dónde iré?

      −Ya se me ocurrirá algo. Vamos, no llores...

      Y diciendo esto, Hugo se preguntaba cómo podría cumplir su promesa.

      Fue al llegar a Nápoles cuando recordó que Mildred Leigh, una prima de su padre, vivía en Sorrento. Tenía casi sesenta años y, como padecía reumatismo, los médicos le habían aconsejado que fuera a vivir a un clima más cálido que el de Inglaterra.

      Era una solterona muy afable que a menudo se sentía demasiado sola, sobre todo por vivir en un país extranjero. Impulsado por una corazonada, Hugo fue a verla con Lolita. La prima Mildred entendió de inmediato el problema y ofreció quedarse con la niña.

      −Será una dicha tenerla conmigo− aseguró−. La enviaré a uno de los mejores colegios de Nápoles y estoy segura de que será listísima, además de una belleza.

      A la hora de la despedida, Lolita se aferró al cuello de Hugo.

      −¿No se olvidará de mí?− le preguntó−. ¿Volverá a visitarme pronto?

      −Tan pronto como me sea posible. Pero debes recordar que soy Militar, como tu Padre, y he de obedecer órdenes.

      −Pero..., ¿se acordará de mí?

      −¡Te lo prometo!

      Aún podía recordar el Duque la patética figura infantil que, con lágrimas en los ojos, le decía adiós a la puerta de la villa sorrentina.

      Luego le había escrito durante varios meses y enviado tarjetas postales.

      Por aquel entonces lo destinaron por dos años a las Antillas y posteriormente le asignaron una misión especial en la India.

      Fue en Calcuta donde se enteró de algo que jamás habría creído que pudiera ocurrir: ¡se había convertido en el cuarto Duque de Calverleigh!

      Su padre, hijo menor del tercer Duque, había recibido muy poco, mientras que su hermano mayor lo tenía todo, como era costumbre de acuerdo con el sistema de mayorazgos.

      Esto no era cosa que preocupase a Hugo Leigh, contento como estaba con su vida militar.

      La noticia de que su abuelo, el Duque y su tío, el Marqués de Calverleigh, se habían ahogado cuando cruzaban el mar de Irlanda durante una tormenta, fue para él como la explosión de una bomba.

      Se apresuró a regresar de la India y se encontró con que había mucho que hacer, no sólo en el Castillo sino en sus posesiones campestres y en la Corte.

      El cambio que experimentó su vida resultó fantástico. De Capitán sin importancia había pasado a convertirse en un hombre riquísimo, poseedor de uno de los títulos más ilustres de Inglaterra. ¡Incluso la Reina Victoria lo recibió en el Castillo de Windsor!

      El

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