La práctica integral de vida. Ken Wilber
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En nuestro primer ejemplo anterior, Phil había enajenado sus necesidades de seguridad, razón por la cual se sentía tan molesto visitando a Joe, su amigo de la infancia. Y algo parecido hubiese ocurrido también en el caso de haber visitado a su amigo Raul, una persona tan opuesta a Joe que, comparado con él, hacía parecer a Phil un timorato. Y, en el caso de que Phil hiciese un proceso 3-2-1 con su amigo Raul, podría acabar diciendo «lo único que importa de la vida es el riesgo y la intensidad. El resto carece de importancia. La seguridad no me preocupa nada». Y, por más que tal conclusión refleje una importante verdad psicológica, lo contrario —es decir, la negación de las necesidades de seguridad a la que, en nuestro ejemplo original, había llegado Phil— resultaba todavía más profundamente revelador.
Permita pues, al finalizar el proceso 3-2-1 y, en la medida en que “asuma” lo que originalmente lo desencadenó, que su intuición advierta los aspectos más profundos y enajenados del yo. Porque son muchas las ocasiones en que, en el proceso, advertirá la emergencia de un sentimiento opuesto a aquél con el que comenzó.
Transmutar las emociones primordiales auténticas
Hay ocasiones en las que, por más importante que sea para aclarar nuestra vida emocional, el trabajo con la sombra no es más que un primer paso. Una vez que hemos emprendido el trabajo con la sombra y empezamos a movernos entre la maraña de emociones secundarias e inauténticas, disponemos de una extraordinaria oportunidad para asumir y emplear creativamente la energía de la emoción primaria y auténtica (y aunque ya no se trate, técnicamente hablando, de “trabajo con la sombra”, constituye, muy a menudo, el siguiente paso que debemos dar en la práctica con las emociones).
La energía de la emoción auténtica es una expresión de la energía primordial de nuestro ser, algo esencial y necesario para la totalidad. Si nuestras emociones, como la ira, el miedo o la tristeza, son aparentemente “negativas” puede parecer que sabotean nuestra eficacia o envenenan nuestra mente y nuestro corazón. No es de extrañar, en tales casos, decidir la necesidad de eliminarlas. Pero ésa, no obstante, es una opción poco realista, porque el empeño en “desembarazarse” de las emociones negativas no hace sino enterrarlas más en la sombra ¡agudizando, en tal caso, el problema del que partíamos! Resulta mucho más provechoso transmutar esas emociones en su energía pura y esencial y, a partir de ahí, expresarlas y liberarlas más adecuadamente. Esperamos que el siguiente proceso sencillo de cinco pasos transmita al lector la esencia de la práctica espiritual tradicional que apunta a la transmutación de las emociones negativas:
1 Advierta lo que está sintiendo y el modo en que se muestra, tanto física como energéticamente, en su cuerpo.
2 Relaje la tendencia a juzgar, reprimir o reaccionar, y permita que lo que es, sea, cobrando de ello una clara conciencia.
3 Si su emoción tiene que ver con alguien o con algo, relaje su relación con ese objeto. Luego permita que su energía emocional simplemente sea. Advierta luego cualquier cosa que aparezca en su interior (no tanto como algo que le hacen como cuando, por ejemplo, dice «ella me hace sentir de tal o de cual modo»). Relájese y asuma la responsabilidad total de sus pautas y energías emocionales.
4 Sienta la energía de su emoción y la situación o relación en la que aflore. Luego respire y permita que esa energía fluya. Advierta el modo en que, en lugar de moverse de formas destructiva, lo hace constructivamente. Respire varias veces y advierta el modo en que, al canalizarse y circular, va transformándose.
5 Preste atención hasta que reconozca la naturaleza provisional de la emoción y permita que su energía cruda se libere, como el agua que, al hervir, se convierte libremente y sin obstrucción alguna, en vapor.
La esencia de este proceso es la aceptación de la emoción y el correspondiente permiso, lo que libera la tensión y resistencia que la envuelve. Luego deje que la emoción se exprese y permita que revele la expresión liberada, despierta y sin obstrucciones de su energía pura.
Considere, por ejemplo, lo que sucede en el caso de la transformación de la ira. Es mucha la energía que se oculta detrás de ella. ¿En qué se convierte si se libera en su esencia pura y auténtica? A menudo se revela como la energía y el compromiso de discriminar y profundizar, de disipar la confusión y de convertirla en claridad. Pero, en otras ocasiones, sin embargo, se convierte en la energía y el poder de transformar lo que haya que transformar. Una energía emocional como la ira no se desvanece en la nada sino que, al servicio de la compasión y de la libertad, puede convertirse, de hecho, en un recurso muy poderoso y útil.
La transmutación emocional continua
Las emociones son profundamente rutinarias. No es de extrañar por tanto que, después de haber transmutado una emoción, se descubra cayendo de nuevo en la vieja pauta de siempre. La energía emocional recién revelada necesita encontrar nuevas formas de organizarse. Por ello, para la transmutación exitosa de las emociones, se requiere una práctica perseverante. En este sentido, las emociones se liberarán, aparentemente de un modo completo, para reaparecer nuevamente al cabo de un tiempo y vernos de nuevo obligados a trabajar con ellas. Si queremos obtener resultados duraderos, deberemos ejercitar, en este sentido, la paciencia y la perseverancia. Con el tiempo y la práctica acabaremos advirtiendo lo rápida y poderosamente que las emociones responden a las experiencias negativas y nos sorprenderemos al descubrir que la práctica consciente acaba liberando hasta las más viscerales de ellas. Y, en la medida en que nos familiarizamos con la práctica, aumenta nuestra energía, nuestra comprensión y nuestra habilidad para trabajar con las emociones y las energías más difíciles.
La adecuación entre la transmutación de las emociones y el trabajo con la sombra:
lo que era “ello” o “tú” acaba asumiéndose, gracias al trabajo con la sombra, como una parte disociada del “yo”
esas dimensiones del “yo” se asumen, a lo largo del proceso de transmutación de las emociones, como “yo soy”
el proceso libera las emociones y nos permite desidentificarnos de ellas. De este modo, las emociones dejan de poseernos y nosotros pasamos a poseerlas o, dicho en otras palabras, en lugar de dar forma al “yo”, se convierten en “mí”
Por decirlo de otro modo, las emociones secundarias inauténticas se convierten en emociones primarias y auténticas, lo que se transmuta en energía despierta y trascendente.
Como las palabras no pueden capturar con precisión la fluidez de las emociones, no existe generalización categórica alguna que pueda resultar completamente exacta. A pesar de ello, sin embargo, las correspondencias que presentamos en la Figura 4.2 de la página 92 son muy valiosas.
El trabajo con la sombra y la transmutación de las emociones
Una de las afirmaciones más conocidas de Sigmund Freud sobre el proceso psicotera-péutico es aquélla según la cual “donde estaba el ello, estará el yo”. Y algo parecido podríamos decir con respecto al trabajo con la sombra y a la transmutación de las emociones: