Historia de las ideas contemporáneas. Mariano Fazio Fernandez

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Historia de las ideas contemporáneas - Mariano Fazio  Fernandez Historia y Biografías

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a Europa a cavilar y a soñar. Le ofreció un mundo nuevo y desconocido para medirse y compararse. Le brindó a los europeos nuevos temas y nuevos motivos para expresar la insatisfacción que experimentaban por el orden en que vivían.

      Acertadamente señala Uslar Pietri que la visión de América en la Europa extra-hispánica se basa más en un sentimiento que en un auténtico conocimiento. Bastaron muy pocos años de contacto con los indígenas americanos para comprobar que la versión que daba Colón en la carta anunciadora del descubrimiento era, por lo menos desde un punto de vista antropológico, deformada. Los indios pertenecían a la común naturaleza humana —y a esa pertenencia se remitía Vitoria para hacer valer el derecho natural en el caso americano— y, por lo tanto, virtudes y vicios, aciertos y errores, heroísmo y vileza estaban presentes en el Nuevo Mundo al igual que en Europa. Pero la primera visión de América —el Nuevo Edén, la Edad de Oro rediviva— seguirían alentando sueños y construcciones utópicas.

      El primer pensador político que utilizará la palabra utopía —palabra cuya etimología griega significa «en ninguna parte»— es el Lord Canciller de Inglaterra, Santo Tomás Moro. En su Utopía, editada en 1516, Moro presentará una sociedad ideal, caracterizada por la búsqueda de la felicidad y el desarrollo de la libertad, con una comunidad de bienes en la base del sistema económico y una fuerte institución familiar como factor de cohesión social. ¿Qué tiene que ver esta obra con América? Mucho.

      El santo canciller, a la hora de situar —si se me permite la contradicción— su isla de Utopía en algún lugar geográfico determinado, no duda en hacerlo en el continente recién descubierto.

      En efecto, el inglés hace narrar a un personaje, de nombre Rafael Hythlodeo, las aventuras que vivió en un reciente viaje que realizó bajó las órdenes de Américo Vespucio. En amigable tertulia el navegante relatará la sociedad ideal que supuestamente existía del otro lado del océano.

      No fue el de Moro el único caso en el que las noticias provenientes de América le encendieran su imaginación. Otra obra clásica del pensamiento político utópico del Renacimiento es La città del sole, del calabrés Tommaso Campanella. Esta vez no será América sino la lejana Sumatra el lugar escogido para situar su sociedad ideal. Sin embargo, el que llega a dicha isla es un supuesto marino genovés, que la imaginación meridional de Campanella identifica con un compañero de viaje de Colón.

      Cuando Tomás Moro escribe su Utopía, las grandes conquistas americanas —las de México y Perú— todavía no se habían realizado. En cambio, cuando Miguel de Montaigne, en las afueras de Burdeos, toma la pluma, la geografía americana era conocida casi en su totalidad, y Europa iba tomando más conciencia de las dimensiones no sólo territoriales sino también humanas del Nuevo Mundo.

      Los Essais de Montaigne habían puesto en duda una serie de certezas que se habían recibido por tradición, y crearon un ambiente de escepticismo, al que tendrán que hacer alusión en sus escritos, para refutarlo, los dos mayores pensadores franceses del siglo XVII, Descartes y Pascal. La existencia de diversas culturas y civilizaciones, con sus consecuentes diferencias en las instituciones religiosas, políticas y en las costumbres sociales es una de las bases argumentativas de Montaigne para demostrar la relatividad última de toda certeza recibida. Las noticias que llegan del otro lado del océano fueron consideradas por Montaigne como testimonios preciosos para enriquecer su tesis de escepticismo radical.

      No era la de Montaigne una obra que caería en el olvido.

      Y esta visión —nuevamente utópica e idílica— de los indios americanos, volvería a influir en pensadores europeos extra-hispánicos. Entre ellos, en el ciudadano de Ginebra, Juan Jacobo Rousseau.

      La carrera filosófica de Jean-Jacques se inicia con el Discurso sobre las ciencias y las artes, que le llevó a ganar el primer premio del concurso literario organizado por la Academia de Dijon en 1745. El tema de debate era el establecer si el desarrollo de las ciencias y las artes habían favorecido la purificación de las costumbres.

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