Otra historia del tiempo. Enrique Gavilán Domínguez

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Otra historia del tiempo -  Enrique Gavilán Domínguez Música

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como género propio, bien diferenciado de las otras formas operísticas.

      La teoría del drama musical surge en el contexto de la resaca revolucionaria y muy pegada a la necesidad en que se encuentra el músico de reflexionar sobre el extraordinario viaje que ha iniciado con la composición del Ring, cuyos primeros esbozos habían sido redactados en los meses anteriores a la revolución. Para pasar de Siegfrieds Tod, el primer bosquejo, al gigantesco edificio de la tetralogía hacía falta algo más que inspiración; era preciso que el compositor dispusiera de una construcción teórica que le diera cierta seguridad sobre la dirección que tomaba al adentrarse en la escritura de algo tan grande que no tenía cabida en ningún teatro existente. Con independencia de los excesos y las incoherencias de la trilogía de Zúrich, su mérito principal radica precisamente en proporcionarle al músico la sensación de que su proyecto tenía el valor y la densidad necesarios para superar la difícil travesía que se abría ante él.

      La concepción política y estética de Wagner se apoya en una determinada filosofía de la historia en la que Grecia se convierte en punto de referencia de su desarrollo. En el mundo helénico se había alcanzado la unidad originaria de naturaleza, vida y arte. A esa unidad le correspondía una armonía entre expresión artística y vida social, como se ponía de manifiesto ante todo en la tragedia. Sin embargo, desde el momento en que se desintegró la democracia ateniense la historia de la humanidad había sido un proceso de decadencia continua. El proceso está marcado por los momentos de degradación creciente que representan el Imperio romano, la conversión del cristianismo en religión de Estado y el dominio del capitalismo en la sociedad europea moderna (siempre la tríada).

      Las transformaciones sociopolíticas van unidas a cambios en las condiciones de percepción y de creación artística. En el mundo griego el objeto estaría completamente ante nosotros, de acuerdo con la fuerza integradora de la fantasía natural. A partir de entonces se desarrolla un proceso de atomización continua que, en lugar de captar el objeto de forma sintética, tendería a analizar sus características, multiplicando las diferencias. El resultado es la desintegración de la unidad de las artes, cuya máxima expresión había sido la tragedia ática en la que teatro, música y danza formaban una unidad, como expresión de la mousiké. Aparecen así formas artísticas que traducen el aislamiento de la vision parcial propia de la atomizacion creciente de la sociedad; las más aberrantes desde el punto de vista estético son las dominantes en el siglo XIX: la música pura y su equivalente literario, la novela, en particular, la novela histórica.

      Con la victoria de la futura revolución se abriría un tercer periodo en el que se elevaría de nuevo el nivel cognoscitivo, el hombre podría volver a captar de forma sintética el todo, lo que permitiría restablecer la unidad de las artes en torno al drama, como encarnación superadora de teatro, mito, música, danza, pintura, filosofía, etcétera. La obra de Wagner pretende ser una anticipación de esa situación y una contribución estético-política a su advenimiento.

      Mito

      Los temas históricos dominaban la ópera decimonónica, incluidas las que Wagner había escrito antes del exilio. Sin embargo, para el drama del futuro era necesario un tema diferente, un tema que ofreciera posibilidades de interpretación ilimitada, no vinculado a un momento concreto, y –hay que volver a recordarlo– el proyecto de Wagner apuntaba a crear una obra que no correspondiera a su tiempo (podría decirse con Nietzsche, unzeitgemäß), que supuestamente anticipaba el futuro, una obra dotada de una apertura que le permitiera saltar más allá de su propio presente. La respuesta estaba en el mito.

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