Otra historia del tiempo. Enrique Gavilán Domínguez

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Otra historia del tiempo -  Enrique Gavilán Domínguez Música

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música, que pasa por encima de las ideas, es completamente independiente del mundo fenoménico, lo ignora simplemente; aunque el mundo no existiera, la música podría subsistir: algo que no puede decirse de las otras artes. La música es una objetivación INMEDIATA y reflejo pleno de la VOLUNTAD, como lo es el mundo mismo, como lo son las ideas, cuya manifestación múltiple constituye el mundo de las cosas concretas. La música no es en absoluto, a diferencia de las otras artes, el reflejo de las ideas, sino REFLEJO DE LA VOLUNTAD MISMA, cuya objetivación son también las ideas: por eso precisamente el efecto de la música es muchísimo más poderoso y penetrante que el de las otras artes: pues éstas hablan sólo de sombras, pero ella de la esencia[35].

      La voluntad habla en la música sin intermediarios, pero de ser así, ¿no significa que habla en cualquier música, la de Wagner o la de Rossini, la de Mozart o la de la familia Strauss, la de Beethoven o la de Offenbach? En Schopenhauer, culminación de la estética romántica, la metafísica desplaza a la estética; como consecuencia, no hay otros criterios de valoracion de una obra que la conmoción que esa música es capaz de producir en el intérprete o el oyente; igual da que se trate de Rossini o Palestrina, Cimarosa o Mozart, Donizetti o Beethoven. Adorno hubiese podido presentar a Schopenhauer como el ideólogo de la escucha emocional.

      Final

      La paradoja de música y drama como encarnación de la estética romántica. el tiempo en Wagner

      Contra la opinión que el propio Wagner pudiera tener sobre el significado de su obra, vista desde hoy resulta mucho más importante por el modo en que consigue combinar y realizar ideas de otros que por lo que pueda haber allí de un pensamiento propio y coherente, realmente original o innovador. Pero a pesar de que no sea así en lo relativo a su formulación doctrinal, el conjunto de la obra de Wagner, entendida en su triple dimensión teórica, compositiva y escénica, se convierte desde la segunda mitad del siglo XIX en el punto de referencia de la música europea moderna y en estímulo clave de la reflexión estético-política. Su importancia deriva en parte de la insólita capacidad de asociar a unas realizaciones artísticas extraordinarias una teoría que, a pesar de sus debilidades, dotaba a esos dramas de una coherencia, al menos aparente, que les otorgaba un poder de convicción único.

      No resulta sencillo trazar un perfil nítido de la estética wagneriana. Esa dificultad no deriva solamente de las transformaciones que experimentó, sino también y sobre todo de sus deficiencias teóricas. A pesar de que sin duda Wagner fuera el músico de su época que de forma más decidida y sistemática trató de fundamentar teóricamente sus posiciones, ni su estilo ni su tendencia a cierto eclecticismo desordenado ni, sobre todo, la escasa clarividencia sobre su propia posición ayudan demasiado a reconstruir el dibujo exacto de sus ideas estéticas y el modo en que fueron evolucionando. A pesar de todo, esa teoría incoherente, caprichosa, a veces incompetente, casi siempre carente de la lucidez para reconocer su posición exacta en el laberinto filosófico del siglo XIX, iba a ejercer una influencia decisiva tanto sobre la creación artística de su autor como sobre el modo en que iba a ser comprendida. Como teórico, Wagner tiene mucho más de bricoleur que de alquimista. En sus reflexiones estéticas se puede sentir más la genialidad del cocinero amante del riesgo y la experimentación que la coherencia del químico de sólida formación, pero la falta de rigor en la combinación no hace menos sabrosas sus creaciones, aunque quizás resulten algo indigestas. El fuerte de Wagner reside en su capacidad para dar apariencia de coherencia y rigor a un bricolaje teórico, que en todo caso ponía de manifiesto el oído del músico para orientarse en medio de las corrientes más interesantes que circulaban por las arterias del siglo XIX. A la postre, su falta de escrúpulos teóricos le iba a posibilitar hermanar ingredientes en una mezcla que le hubiera resultado disparatada a un teórico más consciente.

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