E-Pack Deseos Chicos Malos 2 - abril 2020. Varias Autoras
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–¿Danielle? –la llamó. No hubo repuesta–. ¿Danielle? –volvió a llamarla entrando en el salón.
De nuevo, no hubo respuesta.
¿Por qué no contestaba?
Entonces oyó una especie de gemido y, asustado, dio un paso adelante. Si había vuelto a marearse…
Empujó una puerta… y allí estaba, recién salida de la ducha, envolviéndose el pelo con una toalla. Completamente desnuda.
–¡Flynn!
Flynn deslizó la mirada por sus pechos, su estómago todavía plano, el triángulo de rizos rubios entre sus piernas… Al verla tuvo una erección incontenible. Aquella mujer le provocaría una subida de tensión a cualquier hombre. Era una seductora. Una bruja. Y él la deseaba como no había deseado a nadie jamás.
–¿Qué haces aquí?
Parecía haber olvidado que estaba desnuda. O quizá no le importaba. Pero eso no evitó que deseara calmar el dolor entre sus piernas con la posesión más dulce.
Y cuando ella levantó la mirada, sus ojos le dijeron que Danielle lo deseaba tanto como él.
–Eres preciosa –dijo con voz ronca.
–Pero… –Danielle se apresuró a ponerse una bata, como si de repente hubiera recordado que estaba desnuda– estoy embarazada. Me parece que se te ha olvidado eso.
–Sigues siendo muy sexy. Increíblemente sexy.
–No –susurró ella.
–¿No qué?
–No intentes seducirme.
Flynn se fijó en cómo el suave material azul de la bata se pegaba a sus pechos desnudos.
–Qué curioso. Pensé que eras tú quien estaba seduciéndome.
–¿Cómo? ¿Saliendo de mi propia ducha?
–La puerta estaba abierta –dijo él–. Y te has dejado esto en mi despacho –añadió, mostrándole el bolso.
–Ah, sí, me he dado cuenta. Pensaba ir a buscarlo mañana.
Flynn la miró, irónico.
–Sí, claro.
–¿Crees que me lo he dejado allí a propósito?
–¿Vas a decirme que no?
–Espera un momento… ¿cómo que mi puerta estaba abierta? Yo la cerré. Estoy segura de haberla cerrado.
–A lo mejor la cerradura está defectuosa –sonrió Flynn, que sabía que le había tendido una trampa.
–Quizá. El administrador dijo que iba a cambiarla –murmuró ella, quitándose la toalla del pelo–. Pero ahora creo que es mejor que te vayas.
Flynn no estaba acostumbrado a que lo echasen de ningún sitio.
–¿Has encontrado a otro hombre dispuesto a ayudarte?
Danielle se volvió indignada.
–Yo no te he pedido ayuda. Tú me obligaste a aceptar el coche. Yo no quería…
–Lo necesitabas.
–Habría sobrevivido sin él.
–No tengo la menor duda –murmuró Flynn. Aquella mujer era una superviviente de la peor especie. Sobrevivía con el dinero de los demás.
–No pareces entender que la independencia es muy importante para mí. Pero, en el futuro, te agradecería que me dejases en paz. He aceptado el coche, pero eso no te da derecho a entrar en mi casa cuando te parezca.
–No he venido para pedirte nada.
–¿Ah, no?
Respirando profundamente, Flynn se dio la vuelta. Aquella mujer era un peligro para ella misma y para cualquier hombre.
–Será mejor que compruebe esa cerradura.
–No hace falta. Si está rota, el administrador la arreglará.
–Pensé que querrías arreglarla tú misma. Como eres tan independiente.
–Lo estás sacando de contexto.
–Aunque estuviera defectuosa, que no lo creo, el administrador no podría arreglarla antes del lunes. Y no quiero levantarme mañana por la mañana y leer en el periódico que te han asesinado.
–No digas tonterías –murmuró Danielle. Pero, al mismo tiempo, se llevó una mano protectora al estómago.
–Voy a comprobar la cerradura quieras o no.
Desgraciadamente, no tardó mucho en darse cuenta de que, efectivamente, estaba estropeada. Flynn masculló una palabrota. No le gustaba estar equivocado acerca de Danielle Ford.
Esta vez.
–¿Qué pasa?
–Parece que te debo una disculpa.
Danielle dejó escapar un largo suspiro.
–Yo no miento. ¿Qué le pasa a la cerradura?
La exótica fragancia de su piel empezaba a marearlo.
–Que no cierra bien.
–¿Cuál es el problema? –preguntó ella, acercándose un poco más.
Y, de repente, el aire se cargó de electricidad. Como si también Danielle lo hubiera sentido, se volvió hacia él. Sus ojos se encontraron y, en ese momento, Flynn supo que tenía que besarla o se arrepentiría de no haberlo hecho toda la vida.
–No me detengas –dijo con voz ronca. Y no le dio tiempo a reaccionar. Danielle se quedó rígida y Flynn supo que estaba luchando más contra sí misma que contra él. Pero luego sus labios se entreabrieron con un minúsculo suspiro de rendición.
Y Flynn no esperó un segundo más. Sabía de maravilla. Como había esperado. Como había imaginado desde que la vio por primera vez.
Danielle le echó los brazos al cuello y Flynn, sin poder apartarse, pensó que aquello se le estaba escapando de las manos. Estaba embarazada. Tenía que parar.
–¿Flynn?
–Solo un beso más…
Un beso de despedida.
Un beso que pusiera punto y final a todos los besos.
Pero cuando